Capítulo 11: Cazadores y presas

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El sol de mediodía iluminaba el denso bosque de Garam, mientras la suave brisa sacudía las hojas de los árboles. La calma que se había asentado sobre el bosque fue interrumpida abruptamente por una fuerte explosión. La cabeza del Goblin campeón, que se erguía como un símbolo de terror para todos los presentes, estalló en pedazos, esparciendo su sangre y partes por el campo de batalla. Su gigantesco cuerpo, ahora inerte, cayó pesadamente al suelo, generando un temblor sordo que reverberó en los corazones de los que observaban.

El shock se apoderó de los Orcos y Goblins, quienes hasta hacía poco habían sido depredadores sedientos de sangre. La bestial confianza que habían mostrado al cercar a sus presas se desmoronaba ante sus propios ojos. Uno de sus mejores guerreros, abatido tan fácilmente por una extraña esfera de luz que se había adherido a su cuerpo, los dejó petrificados, llenando sus corazones de temor creciente.

En el otro lado, los elfos que apenas habían logrado escapar de la masacre en su hogar miraban con incredulidad lo que sucedía. Aquellas criaturas que habían masacrado a sus esposos, hijos y padres, que los habían perseguido implacablemente, ahora titubeaban. Los elfos, atrapados entre el miedo y la esperanza, miraban a los recién llegados que emergían de entre las sombras del bosque, preguntándose si serían aliados o enemigos.

El trío de hermanas elfas, al frente de su gente, observaba con cautela. Sus miradas reflejaban la incertidumbre y el temor. Emilia, la hermana de en medio, fue la primera en hablar, su voz era un susurro cargado de nerviosismo.

Emilia: "(¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué era esa extraña esfera brillante?)"

Ariane, la mayor de las hermanas, frunció el ceño. Su mente repasaba lo que acababa de presenciar. Aquella esfera brillante había desintegrado la cabeza del Goblin campeón con facilidad. Aunque cualquiera pensaría que fue magia, Ariane sabía que no era así.

Ariane: "(No lo sé. Nunca antes había visto o escuchado de algo así.)"

Mientras hablaba, un pensamiento inquietante le recorría la mente. Aquello no era magia, pero lo que fuera, resultaba tan letal como cualquier hechizo poderoso. Lefiya, la más joven, que había mantenido su mirada fija en los recién llegados, decidió expresar sus dudas.

Lefiya: "(¿Acaso esos son Semi-Humanos?)"

Ariane miró a los imponentes seres. Había duda en sus ojos mientras respondía.

Ariane: "(Parecen Semi-Humanos, pero...)"

Lefiya: "(¿Pero qué?)"

Fue Emilia quien respondió, viendo cómo Ariane luchaba por encontrar una explicación.

Emilia: "(Esos seres no se parecen a ninguna clase de Semi-Humanos que conozcamos, Lefiya. Eso es lo que Ariane está tratando de decir.)"

Las tres hermanas, junto con el resto de los elfos, no sabían qué esperar de los recién llegados. Podrían ser una amenaza, sí, pero una pequeña chispa de esperanza comenzó a encenderse en sus corazones, esperando que aquellos extraños fueran su salvación.

Al otro lado del campo de batalla, Orión, el imponente líder de los recién llegados, observaba a las bestias con disgusto. Seres repugnantes que solo pensaban en derramar sangre y profanar a las mujeres. Con una calma imponente, desenvainó su espada de luz sólida, una hoja brillante de color naranja similar a una katana, lista para segar vidas.

 Con una calma imponente, desenvainó su espada de luz sólida, una hoja brillante de color naranja similar a una katana, lista para segar vidas

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