El silencio de la noche envolvía la casa de Thorn y Leandra como una manta oscura. La brisa nocturna susurraba a través de las grietas en las ventanas, trayendo consigo el aroma de la tierra húmeda y las flores que creían a lo lejos. El fuego en la chimenea se había reducido a brasas titilantes, llenando la sala con un brillo cálido y acogedor, pero el ambiente dentro era tenso, cargado de palabras no dichas.
Thorn estaba sentado en su vieja silla de madera, aquella que crujía bajo su peso como la tierra seca bajo la arada. Sus manos callosas, endurecidas por años de trabajo, descansaban sobre sus rodillas, aunque temblaban levemente. El temblor no era solo de sus músculos cansados, sino de algo mucho más profundo, como un campo reseco que temía no poder dar más fruto. Frente a él, Leandra lo observaba en silencio.
Finalmente, su esposa rompió el silencio.
—¿Vas a aceptar? —preguntó suavemente, aunque su voz llevaba consigo una mezcla de temor y resignación.
Thorn no respondió de inmediato. Tenía los ojos fijos en las brasas, como un hombre que intenta encontrar sentido en el rastro de humo que queda tras una hoguera apagada. Sabía lo que Leandra pensaba, lo que no se atrevía a decir. Sabía que había una verdad enterrada entre los dos, una que jamás habían mencionado, ni siquiera entre ellos.
—Sabes que tú... —empezó a decir Leandra, pero la frase quedó suspendida en el aire, como una semilla que nunca llegó a caer en la tierra.
Él levantó la mano, deteniendo sus palabras antes de que pudieran tomar forma. No quería hablar de eso. No podía.
—Los nobles siempre prometen mucho —murmuró, el ceño fruncido mientras apartaba la vista del fuego—. Pero luego te dejan con las manos vacías. Ya lo he visto antes.
Leandra se acercó, sentándose a su lado.
—¿Y crees que este noble será diferente? —preguntó con voz suave.Thorn soltó una risa amarga.
—¿Lignarion? No lo sé. Puede que no sea tan distinto a los otros... Pero es el hijo del Gran Señor. Si no cumplo su pedido, quizás las cosas sean peores. ¿Quién sabe qué podrían hacerle a Brumaalta por simple frustración? Aun así, hay algo en su mirada... Tal vez pueda obligarlo a cumplir su palabra, usar su desesperación en mi favor.
Leandra lo miró con preocupación.
—Siempre prometen algo, pero luego piden más. Y, al final, se olvidan de los nuestros.
Thorn asintió.
—Lo sé. He vivido lo suficiente para no creer en cuentos de honor entre nobles —murmuró Thorn, su tono lleno de amargura—. Pero el pueblo... el pueblo se está muriendo, Leandra. Cada día esas malditas enredaderas avanzan más. Están ahogando los campos, matando nuestros cultivos... matando a nuestra gente.
Su voz se rompió por un momento, y apretó los puños sobre sus rodillas, luchando por contener la rabia que bullía en su interior. Miró al suelo antes de continuar.
—¿Recuerdas a Garik? —dijo con dureza, clavando los ojos en el fuego—. Se tropezó junto a su campo. Un maldito resbalón, y esas malditas raíces lo envolvieron antes de que pudiera siquiera gritar. Nadie pudo salvarlo. Y luego está Nylan... —su voz bajó, como si cada palabra lo quemara—. Solo un niño. Un niño, Leandra. Salió a jugar un poco más allá de los lindes seguros, y lo encontramos atrapado entre las raíces cazadoras al día siguiente. ¿Cuántos más?
Thorn se inclinó hacia adelante, sus ojos oscuros estaban llenos de ira contenida.
—Y Lena... —continuó—. Fue a recoger flores custosyl, pensando que podría proteger su casa. Pero esas enredaderas la arrastraron antes de que alguien pudiera ayudarla. Tres hijos se quedaron sin madre porque no tenemos suficientes flores para mantener a raya esas malditas plantas.
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Vidente de las Sombras
خيال (فانتازيا)El reino de Clyendor se encuentra al filo de derrumbarse. Silvanox, un ser oculto y cruel, ha surgido de las sombras para desatar el desorden, asesinando tanto a nobles como a campesinos, sin dejar huella. Ninguna persona puede frenar a este monstru...