Recuerdos en Flores

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Jaehyun se encontraba solo en el balcón de su apartamento, con una copa de vino en la mano y una suave brisa que acariciaba su rostro. Desde allí, las luces de la ciudad parecían un mar interminable de estrellas, pero todo lo que él podía pensar era en Doyoung. El nombre resonaba en su mente como una canción repetida, una que no podía dejar de tararear aunque quisiera. Los recuerdos de su última conversación seguían grabados en su memoria, como las letras de una canción olvidada.

"¿Por qué las cosas tienen que ser tan complicadas entre nosotros?" había preguntado Doyoung, con la voz quebrada y los ojos vidriosos.

Jaehyun cerró los ojos, recordando cada detalle. Era una tarde lluviosa cuando habían hablado, y la tensión entre ellos se podía cortar con un cuchillo. Él nunca había sido bueno expresando sus sentimientos, siempre confiando en el silencio y las acciones para comunicar lo que había en su corazón. Pero Doyoung necesitaba palabras. Necesitaba respuestas, seguridad, algo que Jaehyun simplemente no podía darle en ese momento.

El sonido de su teléfono vibrando sobre la mesa lo sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla: un mensaje de Doyoung. Sus dedos dudaron antes de desbloquear el teléfono.

"Tenemos que hablar. Mañana en nuestro café de siempre. Por favor."

Suspirando, Jaehyun dejó el móvil a un lado. Cada vez que pensaba que podía seguir adelante, Doyoung volvía, como las rosas en primavera, bellas y llenas de espinas. Y siempre, sin importar lo difícil que fuera, él respondía al llamado, como si una parte de él estuviera irremediablemente atada a Doyoung.

Esa noche, Jaehyun apenas durmió. En su mente repasaba cada momento que habían compartido, desde las risas hasta las peleas, desde los abrazos cálidos hasta el vacío frío que se instalaba entre ellos en los últimos meses. Pero no podía negar lo que sentía. Cada vez que veía a Doyoung, sentía ese nudo en el estómago, esa chispa que nunca se apagaba del todo, por más problemas que tuvieran.

Al día siguiente, Jaehyun llegó al café antes que Doyoung. Era su lugar especial, donde habían compartido innumerables tardes hablando de sueños, miedos, y de todo lo que estaba por venir. Las paredes de ladrillo expuesto y las luces cálidas daban una sensación de hogar, pero esa mañana, todo le parecía distante. Tomó asiento junto a la ventana, observando la calle mientras el sol iluminaba tímidamente el espacio. Sus manos jugaban nerviosamente con la servilleta, y su mente intentaba preparar las palabras que nunca lograba decir correctamente.

Cuando Doyoung llegó, parecía cansado pero decidido. Se sentó frente a Jaehyun sin decir una palabra, y por un largo momento, ambos se miraron en silencio. Fue Doyoung quien finalmente rompió la tensión.

—No podemos seguir así —dijo, con una mezcla de tristeza y determinación en su voz—. Esto nos está destruyendo, Jaehyun.

Jaehyun asintió, incapaz de encontrar una respuesta. Sabía que Doyoung tenía razón, pero no podía aceptar la idea de perderlo. La conexión que compartían era tan profunda y dolorosa como hermosa. Era como esas rosas de las que tanto le hablaba Doyoung, siempre admirando su belleza, pero advirtiendo sobre sus espinas. Así era su relación: hermosa pero dolorosa.

—¿Por qué no podemos... simplemente volver a lo que éramos? —preguntó Jaehyun, su voz baja y cargada de frustración—. ¿Por qué tiene que ser tan difícil?

Doyoung bajó la mirada, sus dedos rozando el borde de su taza de café.

—Porque ya no somos los mismos. Cambiamos. Y aunque no quiero perder lo que tenemos, tampoco quiero seguir lastimándonos así.

El silencio cayó sobre ellos como una manta pesada. Jaehyun sentía el peso de cada palabra de Doyoung, como si una parte de él ya supiera que esta conversación no terminaría como él deseaba. Pero antes de que pudiera decir algo más, Doyoung se levantó, su expresión resuelta.

—Voy a salir por un tiempo, necesito pensar. Necesito espacio para entender qué es lo que realmente quiero... y si tú eres parte de eso.

Jaehyun lo miró, sorprendido por la decisión abrupta. Todo su cuerpo quería levantarse, detenerlo, rogarle que no se fuera. Pero no lo hizo. Solo asintió en silencio, viendo a Doyoung salir del café, dejándolo con las palabras atrapadas en la garganta y el corazón roto.

Mientras se quedaba solo una vez más, Jaehyun pensó en las rosas que Doyoung solía dejar en su puerta. Siempre decía que las flores eran un símbolo de sus sentimientos: bellas, pero frágiles, y capaces de marchitarse si no se cuidaban.

Y ahora, su relación parecía ser una de esas rosas, al borde de marchitarse, pero aún con la esperanza de ser salvada.

Roses (Jaedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora