El cielo sobre Winterfell estaba claro y brillante, un raro respiro de la incesante nubosidad del Norte. Las noticias de la partida de Rhaegar Targaryen ya se habían difundido, y la atmósfera en la fortaleza estaba cargada de expectación. Sin embargo, también había dejado un vacío palpable en la rutina diaria, y la sombra de las decisiones políticas que quedaban por tomar pesaba sobre los Stark y sus señores abanderados.
En una pequeña sala cercana al gran salón, Lyarra Stark observaba a sus hijos desde una esquina. Ben Stark, el más impetuoso, hablaba con Hadrian mientras Ned tomaba notas y observaba con su típica calma.
“Sabes que no puedo quedarme de brazos cruzados, Hadrian,” decía Ben con frustración, golpeando ligeramente la mesa con su puño. Vestía el típico atuendo de un guerrero norteño, su capa de piel de lobo cayendo pesadamente sobre sus hombros. “Si los maestres de la Ciudadela ya se atrevieron a atacar una vez, ¿qué nos asegura que no lo intentarán de nuevo? Deberíamos tomar la ofensiva, hermano.”
Hadrian lo escuchaba en silencio. Con el peso del mando sobre sus hombros, se había acostumbrado a medir cada palabra. Vestía una túnica de tonos oscuros, su capa gris y negra simbolizando el estatus de su casa. “Ben, no podemos actuar de manera impulsiva. Necesitamos tener un plan. No podemos arriesgarnos a perder el apoyo de los señores del Norte o caer en una trampa tendida por la Ciudadela. No te equivoques, ellos no actuarán sin tener algún respaldo en el sur.”
“Hadrian tiene razón,” intervino Lyarra, caminando hacia ellos con una autoridad suave pero firme. “El Norte nunca ha prosperado con decisiones apresuradas. Nuestros enemigos nos observan, esperando cualquier signo de debilidad. Pero tampoco podemos darnos el lujo de ignorar los movimientos del sur.”
Ned, siempre el más analítico, levantó la vista de sus pergaminos. “Madre tiene razón. Necesitamos encontrar una forma de neutralizar a los maestres sin levantar demasiadas sospechas, o podríamos acabar enfrentando una guerra en múltiples frentes. Y aún tenemos a los Lannister queriendo una alianza.”
Lyarra asintió. “Tanto la Ciudadela como los Lannister tienen sus propios motivos. Si el sur se siente amenazado por la magia del Norte y los dragones, no dudarán en unir fuerzas para detenernos. Hay que encontrar la manera de apaciguarlos temporalmente.”
Hadrian, que había mantenido una mirada pensativa, agregó: “El sur no puede vernos divididos. Ben, necesitas mantener la calma y estar preparado. Si vamos a enfrentarlos, será bajo nuestros términos y no bajo los suyos.”
Ben suspiró, sin poder ocultar la frustración en sus ojos. “De acuerdo, hermano. Pero dime algo, ¿cómo planeas contener la furia de nuestros propios hombres cuando descubran que la Ciudadela está detrás del ataque a los dragones?”
Hadrian lo miró con seriedad. “Esa es la parte más difícil. Convocaré a los señores abanderados y les explicaré la situación. No podemos mostrar debilidad, pero tampoco podemos incitar a una guerra abierta sin la estrategia adecuada.”
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La reunión de los señores del Norte no se hizo esperar. En la gran sala de Winterfell, Lord Mormont, Lord Glover, y Lord Karstark tomaron sus asientos mientras Hadrian entraba con paso firme. El ambiente estaba cargado de tensión; los hombres del norte, fieros y orgullosos, no tomaban a la ligera las amenazas.
“Mis señores,” comenzó Hadrian, de pie frente a ellos. “Sé que han llegado noticias preocupantes sobre el ataque a nuestros dragones. No tengo dudas de que la Ciudadela está detrás de esto. Pero no podemos actuar de manera precipitada.”
Lord Karstark, con su temperamento siempre explosivo, fue el primero en hablar. “¿Precipitada? ¡Ya se han atrevido a atacarnos una vez! ¿Qué más necesitamos para justificar una respuesta contundente?”
Hadrian mantuvo la calma, aunque entendía la frustración. “No podemos caer en su juego, Karstark. Si reaccionamos con violencia sin tener pruebas concretas, no solo pondremos en peligro al Norte, sino también a nuestros aliados. Necesitamos un plan.”
Lord Glover, más moderado, asintió. “Hadrian tiene razón. Si actuamos sin una estrategia, solo nos debilitaremos. Debemos prepararnos y asegurarnos de que tenemos el apoyo necesario antes de tomar cualquier acción.”
Ben, quien había estado escuchando en silencio hasta entonces, intervino con fuerza. “¿Y cuánto tiempo esperaremos? ¿Hasta que vuelvan a atacar? Sabemos que ellos no se detendrán.”
Hadrian lo miró, entendiendo su frustración. “No esperaremos indefinidamente, Ben. Pero necesitamos estar preparados. No podemos correr hacia una guerra sin estar seguros de que podemos ganarla.”
Lord Mormont, quien había permanecido en silencio, finalmente habló. “Hadrian, confiamos en ti. Pero si la Ciudadela vuelve a atacar, no quedará más opción que defendernos. Mantennos informados y cuenta con nuestro apoyo.”
Hadrian asintió con agradecimiento. “Lo haré. Y les aseguro que cuando llegue el momento, no dudaremos en actuar. Pero hasta entonces, debemos mantenernos unidos y vigilantes.”
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Mientras Hadrian trataba con los señores del Norte, Ned Stark seguía investigando en los viejos textos valyrios que su hermano había traído. Encontró algunas menciones a antiguos rituales mágicos que podrían fortalecer las defensas del Norte y proteger a los dragones. Pero su investigación fue interrumpida por un mensaje urgente.
Lyarra, que había permanecido cerca de sus hijos todo el tiempo, llegó al despacho de Ned con una carta en la mano. “Ned, esta carta es de Tywin Lannister.”
Ned la miró con seriedad. “¿Qué quiere ahora el León de Roca Casterly?”
Lyarra le tendió la carta, su expresión llena de preocupación. “Quiere enviar a un emisario para negociar una alianza comercial con el Norte.”
Ned frunció el ceño mientras leía. “¿Y quién será el emisario?”
“Jaime Lannister,” respondió Lyarra. “El propio hijo de Tywin.”
Ned respiró hondo. “Jaime es joven, pero no podemos subestimarlo. Tywin debe tener una razón para enviarlo.”
“¿Qué harás?” preguntó Lyarra.
Ned guardó la carta en el escritorio. “Primero hablaré con Hadrian. Debemos estar preparados para cualquier cosa. No me fío de los Lannister, pero tampoco podemos rechazar la oferta sin evaluarla primero.”
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Esa noche, mientras Daenerys y Hadrian paseaban por los jardines de Winterfell, los dos discutieron los planes para enfrentar a la Ciudadela y los Lannister. Daenerys, cada vez más integrada en su rol de señora del Norte, le ofreció su apoyo.
“Lo que más me preocupa es que nos vean como una amenaza,” dijo Daenerys mientras miraba el cielo oscuro y estrellado. “Los dragones no son solo poder, también son símbolo de cambio. Y el sur siempre ha temido los cambios.”
Hadrian tomó su mano con suavidad. “Lo sé. Pero no podemos renunciar a lo que somos. El Norte es fuerte, y con los dragones, seremos aún más fuertes. Pero necesitamos jugar este juego con cuidado.”
Daenerys lo miró a los ojos, su amor por él evidente. “No importa lo que venga, estaré a tu lado. Somos uno, Hadrian. Lo que decidas, lo enfrentaremos juntos.”
Hadrian la abrazó, sintiendo una calidez en su pecho. “Y yo siempre estaré a tu lado, Dany. Juntos construiremos un Norte que no solo resistirá, sino que prosperará.”
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En el sur, mientras tanto, Tywin Lannister planeaba sus próximos movimientos. Sabía que el Norte estaba fortaleciéndose con los dragones, y no podía permitir que el equilibrio de poder se inclinara demasiado a su favor.
“Jaime estará en el Norte pronto,” dijo Tywin, hablando con Kevan mientras observaba el mapa de Westeros en su gran sala. “Debemos asegurarnos de que lo que obtengamos de esa alianza nos beneficie más que a ellos.”
Kevan asintió, confiando en el juicio de su hermano. “Jaime es capaz. Sabrá cómo manejar a los Stark.”
Tywin, sin apartar la vista del mapa, murmuró: “Lo mejor para nuestra casa está por venir. Pero el Norte
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Entre Magia y Dragones: El Renacimiento de Valyria
FanfictionDespués de la tumultuosa batalla final en Hogwarts, Harry Potter se encuentra cara a cara con la Muerte. Esta entidad, intrigada por la fortaleza y pureza de Harry, le revela una tarea pendiente en un mundo lejano y desgarrado por la guerra: Westero...