𝟏𝟕. Donde todo empezó

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Paige se miró al espejo una última vez, nerviosa pero emocionada. Se acomodó la chaqueta gris, intentando no pensar demasiado en los latidos acelerados de su corazón. Jessie, su mejor amiga, la observaba con una sonrisa cómplice desde la cama.

—Sabía que terminarías juntas —dijo Jessie con un tono divertido, lanzando una risa ligera que llenaba la habitación.

Paige rodó los ojos y, sin pensarlo, tomó el cojín más cercano y se lo lanzó en broma.

—¡No dejabas de hablar de ella! —continuó Jessie mientras atrapaba el cojín, divertida por la reacción de Paige.

Paige sonrió, tratando de ocultar el rubor en sus mejillas. Jessie no estaba equivocada; Lynn había ocupado su mente y su corazón desde hace tiempo, y aunque habían tenido ya unas cuantas citas, algo en esta noche se sentía diferente, especial. Miró el pequeño dibujo que había hecho para Lynn, algo que había trabajado en secreto, una mezcla de líneas suaves y colores que representaban lo que sentía por ella. Iba a entregárselo hoy, sentía que era el momento.

—¿Qué crees que debería ponerme? —preguntó Paige, sin poder evitar la duda que le recorría la mente.

—Honestamente, no importa. A Lynn le vas a parecer guapa hasta con la ropa más fea posible —respondió Jessie, encogiéndose de hombros con una sonrisa de seguridad.

Paige rió nerviosa y decidió que estaba lista. Justo cuando se disponía a salir, su móvil vibró en la mano. Era un mensaje de Lynn. Quería que la encontrara en el gimnasio del instituto, algo sobre haberse dejado una cosa. Paige no le dio muchas vueltas; con el corazón latiendo con fuerza, aceptó de inmediato. Con el dibujo en su bolso y una sonrisa expectante, salió en dirección al gimnasio.

Al llegar, todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Paige se detuvo en la puerta, extrañada al no ver a Lynn por ningún lado. Decidió entrar, el eco de sus pasos resonando en el espacio vacío. Entonces, lo vio: una mesa en el centro, con dos sillas, comida cuidadosamente dispuesta, y unas velas iluminando suavemente la escena. De repente, las luces del gimnasio se apagaron, sumiendo todo en una suave penumbra, y entonces apareció Lynn.

Lynn caminó hacia ella, con una sonrisa tímida pero segura, y un ramo de flores en la mano. Parecía nerviosa, pero sus ojos reflejaban la calidez que siempre hacía sentir a Paige en casa.

—Quería que fuera especial —dijo Lynn, su voz resonando en el silencio—. Aquí es donde te vi por primera vez... y aunque lo negara, caí a tus pies en ese momento.

Paige sintió un nudo en la garganta, pero no eran palabras las que necesitaba en ese instante. Cerró la distancia entre ellas y, con una suavidad infinita, le dio un beso. Fue un beso que habló más que cualquier palabra, un beso que selló lo que ambas ya sabían pero que hoy, por fin, se hacía realidad.

Lynn, sorprendida pero feliz, le devolvió el gesto con la misma intensidad, sabiendo que, a partir de ahora, todo cambiaría. Y ese pequeño gimnasio, que una vez fue solo un lugar más, ahora sería su propio rincón especial, un lugar donde todo comenzó.

—Paige Rivera, ¿puedo ser tu novia? —preguntó Lynn, apenas separándose del beso, con la respiración agitada pero con una determinación en su mirada que hacía que sus palabras resonaran en el aire.

Paige la miró directamente a los ojos, esos mismos ojos que, tiempo atrás, parecían desafiantes, pero que ahora le ofrecían todo el amor del mundo. Sonrió, sintiendo el peso de la emoción en su pecho.

—Claro que sí, Lynn Loud.

Se quedaron así, mirándose fijamente, compartiendo una risa suave, un poco incrédulas de cómo habían llegado hasta ese momento. En ese mismo gimnasio donde todo había comenzado, donde antes se habían mirado con hostilidad, ahora se miraban con una devoción que lo abarcaba todo. Porque la vida era así, impredecible y extraña. Habían pasado de ser dos chicas que se juraban odio, a estar enamoradas, admirando cada pequeña diferencia entre ellas, porque eran esas mismas diferencias las que las complementaban.

Lo que una vez las había separado, ahora las unía con una fuerza irresistible. Lynn, con su competitividad y energía intensa, había encontrado paz en la suavidad y la calma de Paige. Y Paige, siempre reservada y tranquila, se sentía viva junto a Lynn, como si juntas equilibraran el caos del mundo.

Finalmente, la noche que había comenzado como cualquier otra en el gimnasio, terminó con la victoria más grande de todas: la unión de dos corazones que, aunque diferentes, compartían el amor más puro.

Y allí, bajo la luz tenue de las velas, en el lugar donde una vez fueron enemigas, Lynn y Paige se dieron cuenta de que, a pesar de todo, estaban destinadas a estar juntas.

𝔒𝔳𝔢𝔯𝔱𝔦𝔪𝔢 𝔥𝔢𝔞𝔯𝔱𝔰━━━━━  Lynn Loud.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora