Capítulo 5

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El verano estaba por terminar y, lamentablemente, tendría que regresar al internado en Nueva York. No quería irme; finalmente había hecho amigos, o mejor dicho, tenía a esos dos: Lyle y Erik, quienes se habían convertido en mi refugio en este pequeño rincón del mundo.

—Deberíamos hacer algo memorable antes de que regreses a ese estirado internado de señoritas —dijo Lyle, recostándose en el pasto a mi lado, con una sonrisa traviesa que iluminaba su rostro. La tarde era cálida, y el sonido de las hojas susurrando en el viento hacía que el momento se sintiera perfecto.

—Concuerdo completamente —añadió Erik, acomodándose y colocando un brazo bajo su cabeza, bajando las gafas de sol para ocultar sus ojos. Su tono era relajado, pero había una chispa de emoción en su voz que no podía ignorar.

—Nada que tenga que ver con algo destructivo —advertí, consciente de las locuras que a menudo se les ocurrían. Había visto suficientes situaciones de riesgo en las que casi terminamos metidos, y no quería que esta fuera una de ellas.

—¡Qué aburrida! —dijeron al unísono, los dos hermanos con una sonrisa pícara, intercambiando miradas cómplices que me hicieron sentir un poco más cautivada por su energía.

—Una fiesta estaría bien —respondí, tratando de restarle importancia, aunque sabía que la idea ya estaba tomando forma en sus mentes.

—Una fiesta no es algo verdaderamente memorable —replicó Lyle, ajustándose las gafas con un gesto que lo hacía parecer aún más convencido de su postura.

—Claro que lo es —le llevé la contraria, defendiendo mi idea con entusiasmo. —Podríamos hacerla increíble. ¿Quién no recuerda una buena fiesta?

—¿Y si hacemos una fiesta de máscaras? —sugirió Erik, sus ojos brillando con entusiasmo, como si la idea acabara de iluminar su mente. Esa simple propuesta llenó el aire de una expectativa electrizante.

—Me gusta tu idea —dije, levantándome de un salto, sintiendo que la energía comenzaba a acumularse entre nosotros. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia la piscina, un lugar que siempre había sido nuestro refugio veraniego.

Sin pensarlo dos veces, me lancé al agua, salpicando un poco a mis amigos. Sus gritos ahogados resonaron en el aire, mezclándose con mi risa. El agua estaba fresca y revitalizante, como si el mismo verano nos animara a disfrutar de cada instante.

—Deberían meterse, el agua está deliciosa —grité mientras nadaba de espaldas, disfrutando de la sensación refrescante del agua sobre mi piel. Era como si, por un momento, todos los problemas se desvanecieran.

Lyle y Erik se miraron, un destello de desafío en sus miradas. Finalmente, con una sonrisa cómplice, se levantaron y corrieron hacia la piscina. En un par de segundos, los tres estábamos chapoteando y riendo, olvidando por completo la realidad del regreso al internado. La risa resonaba, y el mundo exterior se desvanecía mientras nos sumergíamos en nuestra pequeña burbuja de alegría.

Mientras nadábamos, comenzamos a planear la fiesta. La idea de una fiesta de máscaras no solo nos parecía emocionante, sino también una forma de despedir el verano de manera espectacular. Pensamos en la decoración, en la música y, sobre todo, en los disfraces que podríamos usar, cada uno más creativo que el anterior.

—Podríamos hacerla en el patio de la casa —sugirió Lyle, saliendo a la orilla para sacudirse el agua de encima. Su entusiasmo era contagioso, y no pude evitar sonreír ante la imagen de nuestra fiesta tomando forma.

—Y podríamos contratar a alguien para la decoración —agregó Erik, ya imaginando cómo podría verse todo. Su mente estaba trabajando a mil por hora, creando visiones de luces brillantes y colores vibrantes.

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados. Esa imagen, junto a la idea de la fiesta, hacía que el momento se sintiera aún más especial. Aunque el verano estaba a punto de terminar, sabía que esta sería una despedida digna de recordar. Cada segundo contaba, y en mi corazón había un anhelo de eternizar esos instantes con mis amigos. Las risas, las ideas y la promesa de una última aventura se entrelazaban en el aire, y no podía esperar para hacer realidad nuestra fiesta de máscaras, un símbolo de la amistad que habíamos forjado.

LA VERDAD DE TRES - Hermanos MenendezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora