𝑫𝘢𝘦𝘯𝘦𝘳𝘺𝘴 𝐼𝐼𝐼

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Cuando la noche cayó, Daenerys comenzó a sentir fatiga

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Cuando la noche cayó, Daenerys comenzó a sentir fatiga. Había abandonado la fortaleza de la Gran Pirámide para ver a su gente y darles un mensaje motivador. Les aseguró que se encargaría de reconstruir lo que los Hijos de la Arpía incendiaron y que, así como Yunkai y Astapor fracasaron, la paz por fin llegaría a Meereen.

Los libertos celebraron, mas Dany sintió un peso en el pecho al encontrar sus propias palabras vacías. Se había casado con Hizdahr zo Loraq para traer la paz y lo había logrado por varias semanas, hasta que se marchó en un viaje improvisado con Drogon y las ciudades esclavistas decidieron atacar. Su esposo ni siquiera había aparecido y, con los dragones surcando los cielos libremente, era claro que ella había regresado.

Los barcos que reclamó como suyos estaban bien surtidos de alimentos, nutridos por los propios tripulantes para el viaje desde sus tierras hasta Meereen. Los repartió entre los habitantes de Meereen para que comieran y no regresó a la Gran Pirámide hasta que todos tuvieran lugar para pasar la noche.

Se tiró a su cama, tiempo después, con un gemido adolorido. Desde la mañana del día anterior estaba despierta, guiando a su nuevo ejército Dothraki por tierra hasta su ciudad. Fue recibida por las bombas de la flota de Yunkai, adentrándose a una guerra que, a pesar de haber durado un día, la había dejado terriblemente cansada.

No quería imaginar lo que le esperaba en Westeros. Quien ocupaba su trono era un niño rey, pero su madre y su familia serían el problema. Daenerys se resistía a atacar primero, esperaba que la visión de sus grandes y monstruosos dragones fuera suficiente para hacerlos inclinar la cabeza, pero Tyrion le dijo que su hermana era necia y que preferiría morir a entregarle su corona.

No sería una guerra ganada en un día. Yunkai había llegado con unos doscientos barcos, pero los Baratheon y los Lannister tendrían una flota mayor, sin contar un ejército de miles de hombres y la mayoría de las Casas de Westeros con ellos. Daenerys no podía pretender quemar esas Casas y reinar solo a unos pocos.

—¿Acaso la Reina dragón no irá a festejar? Oí que sus señores caballo dan buenas fiestas.

Dany alzó solo un poco el rostro de sus brazos. Un joven hombre apuesto entró por la puerta de sus aposentos, cerrándola a su paso. A Dany le causó gracia su color inusual de cabello: en su osadía por buscarla y traerla a salvo a Meereen, Daario Naharis no debió recordar seguir tiñendo su cabello, así que la mitad era rubia y la otra tenía un color azul desgatado. Todavía se las arreglaba para verse atractivo.

—Creí que no volverías a mis aposentos —murmuró, volviendo a apoyar la cabeza en su brazo—. Te veías muy enojado cuando me casé con Hizdahr.

Daario caminó hasta ella. Daenerys no lo estaba mirando, pero se esforzaba por escuchar sus movimientos, sonriendo con facilidad. En medio de ese caos, recuperar a su amante se sentía como un regalo. Él la ayudaría a olvidar esa preocupación sobre lo que pasaría con las ciudades esclavistas.

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⏰ Última actualización: Oct 10 ⏰

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