003 ▬ Lust

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Esa misma noche, después de la intensa confesión con Lilith, Charlie se retiró a su habitación en la casa parroquial. Las sombras se alargaban en las paredes, y la luz de la luna se filtraba a través de la ventana, iluminando el espacio con un brillo suave y etéreo. Sin embargo, su mente estaba lejos de la paz que intentaba invocar.

Se sentó en el borde de la cama, sintiendo el peso del día presionando sobre sus hombros. La mirada de Lilith, su voz provocativa, resonaba en su mente como un eco persistente. Cada palabra que había pronunciado se había grabado en su memoria, y cada confesión lo arrastraba más hacia la orilla del deseo.

Con un suspiro, Charlie se recostó hacia atrás en la cama, mirando el techo. Pero en lugar de encontrar consuelo en la oscuridad, su mente comenzó a divagar. Se le apareció la imagen de Lilith, no solo como una mujer seductora, sino como un enigma que despertaba en él una curiosidad peligrosa. Sus ojos verdes, brillantes y desafiantes, lo observaban como si pudieran ver a través de él, a su alma atormentada. Su cabello pelirrojo le encantaba, y todo ella lo atraía hacia un mundo que había jurado evitar.

Con un temblor de anticipación recorriendo su cuerpo, Charlie se encontró a sí mismo rozando su mano sobre su entrepierna. Un acto que comenzó como un simple movimiento de exploración se transformó rápidamente en algo más ferviente. Cerró los ojos y dejó que la imagen de Lilith se apoderara de sus pensamientos. Se imaginó sus labios suaves curvándose en una sonrisa traviesa, su risa resonando en el aire como un susurro tentador, y su piel suave y cálida, deseosa de ser tocada.

"Me gusta sentirme deseada...", había dicho ella, y esas palabras lo incendiaron. Comenzó a acariciarse lentamente, disfrutando de la fricción mientras su mente se llenaba de imágenes vívidas: Lilith desnuda, su cuerpo esculpido por la luz de la luna, la manera en que sus caderas se movían con gracia, cada curva irresistible. La idea de explorar su piel, de sentirla cerca, lo llevó a un punto de no retorno.

A medida que aumentaba el ritmo, su respiración se volvió más pesada y errática. Se imaginó tocándola, sus dedos deslizándose por su vientre, bajando lentamente hacia la línea de su ropa interior. 

Visualizó cómo Lilith se despojaba de su ropa, cada prenda cayendo al suelo con un suave susurro, revelando su piel suave, iluminada por la luz tenue de una lámpara. La forma en que sus pechos se alzaban con cada respiración lo hacía desearla más, y la forma en que sus ojos verdes brillaban con un fuego interno lo llenaba de lujuria. La imaginó tirada sobre la cama, sus cabellos desparramados por la almohada mientras lo miraba con el labio inferior entre sus dientes.

—Lilith... —murmuró, como si con solo nombrarla se sintiera satisfecho. Se la imaginó arqueando la espalda al sentir su toque, su boca entreabierta en un susurro de placer mientras él exploraba cada centímetro de su cuerpo.

Se vio a sí mismo sumergiéndose entre sus muslos, saboreando su piel, sintiendo cómo su cuerpo se retorcía bajo su toque. Imaginó la calidez de su aliento, cómo sus dedos se entrelazaban en su cabello mientras ella se entregaba al momento. Las imágenes se hicieron más vívidas: el roce de sus cuerpos, el calor de su piel contra la suya, los sonidos sucios de sus pieles chocando, los gemidos suaves que se escapaban de sus labios mientras él la guiaba hacia el orgasmo.

La tensión se acumulaba en su interior, y se dejó llevar por el deseo, su mano moviéndose más rápido, cada toque intensificando la tormenta que lo invadía. Se imaginó entrando en ella, la forma en que se sentía tan ajustada y cálida, cómo cada empujón la hacía gemir de placer. Podía casi sentir su piel contra la suya, el ritmo de sus cuerpos sincronizándose en una danza primal.

Finalmente, el clímax llegó como un torrente, y con cada pulsación, sintió que todo su ser estallaba en una explosión de sensaciones. Pero cuando la euforia se desvaneció, un profundo horror lo invadió. Se quedó inmóvil en la cama, con la realidad de su acción golpeándolo con una fuerza devastadora.

Quizá no se arrepentía de haberse masturbado, sino que se arrepentía de ni siquiera sentirse saciado. Su mente no era suficiente, la necesitaba a ella.

Con el corazón latiendo descontroladamente, Charlie se quitó la ropa, quedando desnudo, mostrando su fornido cuerpo a la luz de la luna. Al mirarse, no vio la libertad que había anhelado, sino el reflejo de un hombre atrapado en el pecado. Desesperado, buscó en el rincón de su habitación el látigo que siempre había guardado.

Con manos temblorosas, tomó el látigo y lo acomodó sobre la cama, sintiendo el peso de su decisión. Se arrodilló, la ansiedad llenándolo mientras recitaba una oración pidiendo perdón por su horrible pecado.

—Señor, ten piedad de mí... perdóname por ceder a la tentación...— murmuraba, su voz temblorosa mientras el látigo se deslizaba entre sus dedos. La primera zancada fue dolorosa, un golpe en su espalda que lo hizo jadear. Pero en el dolor, encontró una forma de expiar su culpa, un sacrificio personal que lo llevaría de regreso a la gracia.

Los azotes se sucedieron, cada uno dejando su marca en su piel, y la sangre comenzó a brotar de las heridas en su espalda. Mientras la mezcla de dolor y arrepentimiento se intensificaba, Charlie sintió que cada golpe lo alejaba un poco más del deseo que lo había consumido, hasta que finalmente, entre lágrimas y susurros de dolor, cayó de rodillas, buscando en el sufrimiento la redención que su alma tanto anhelaba.

Dejó descansar su cabeza dentro de un cuenco con agua helada, forzándose a si mismo a soportar. Quería congelar su cabeza, y cualquier idea que se formara sobre Lilith. Quería congelar lo que estaba empezando a sentir.



La lujuria se refiere a un deseo desordenado y excesivo por el placer sexual. No solo abarca el acto físico en sí, sino también los pensamientos, fantasías y deseos que pueden llevar a la persona a comportamientos inmorales o destructivos.



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❝𝗣𝗘𝗖𝗔𝗗𝗢𝗦 𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗔𝗟𝗘𝗦❞ CHARLIE MAYHEWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora