011 ▬ Laziness

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Lilith estaba allí, bajo él, su piel resplandeciente en la penumbra

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Lilith estaba allí, bajo él, su piel resplandeciente en la penumbra. Su cabello desparramado sobre la almohada y su pecho agitado mientras él la miraba, bebiendo cada expresión de placer en su rostro. Sus pechos subían y bajaban al ritmo de su respiración entrecortada, y Charlie no pudo resistir la tentación de acariciarlos con sus manos, de trazar el suave contorno de sus pezones mientras ella se arqueaba, acercándose más a él.

La intensidad en sus ojos verdes lo atrapaba, y en ese instante, Charlie se inclinó sobre ella, hundiéndose en su mirada como si ese fuera el único lugar al que siempre había pertenecido. Las manos de él rodearon su cintura, aferrándose a su piel mientras la hacía suya con movimientos firmes, cada embestida robándole suspiros entrecortados. No se apartaba de sus ojos, los veía cerrarse y abrirse, llenos de deseo, de una rendición absoluta que lo hacía perderse por completo.

Se movía con un cuidado rudo, fuerte, pero también con una ternura que solo Lilith lograba despertar en él. Su boca buscaba su cuello, bajando con caricias húmedas y lentas, mientras sentía la suavidad de su piel, y Lilith, bajo el peso de su cuerpo, suspiraba su nombre. Charlie adoraba cada sonido que le arrancaba, el temblor en su cuerpo cuando la tomaba con más fuerza, el calor que irradiaba de ella y se unía al suyo, encendiéndolos a ambos.

Lilith lo miraba con devoción y Charlie estaba convencido de que esa mirada podría atormentarle eternamente. La manera en que ella lo recibía, en que respondía a cada movimiento suyo, lo hacía sentirse invencible. Esa era suya, y él de ella.

Sus dedos se enterraban en la piel suave de su cintura mientras la empujaba contra él, sin darle tregua. Los ojos de Lilith se cerraban, el placer torciendo sus facciones en un éxtasis que solo hacía que él la deseara más. Charlie bajó la mirada hacia ella, disfrutando de cada expresión que le arrancaba; ese era su poder sobre ella, y saberlo lo envolvía en una satisfacción abrumadora, desatando un deseo animal en su interior que nunca se había permitido reconocer.

Ella lo miró a los ojos, y el brillo de deseo en su mirada lo llevó al borde. Charlie sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, y su respiración se aceleró al tiempo que sus movimientos se volvían más rudos, más urgentes. Las manos de Lilith se aferraban a sus hombros, sus uñas marcando su piel, y él no podía apartar la vista de cómo su cuerpo respondía a cada embestida. La imagen de ella, completamente entregada, lo llenaba de una intensidad que jamás había experimentado. Sentía que el mundo se había reducido a ese momento y a su dominio sobre ella.

❝𝗣𝗘𝗖𝗔𝗗𝗢𝗦 𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗔𝗟𝗘𝗦❞ CHARLIE MAYHEWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora