"Odio este trabajo"
Fue el primer pensamiento de Vox, Vincent Vox, al salir de aquella "amistosa" reunión llamada Sanción Disciplinaria. El director Morningstar ya le había avisado que esta era su última advertencia.
Todo había sido un malentendido.
Todo era culpa de Alastor.
Él había sido quien se había tomado a mal una pequeña broma y la había sacado de contexto, haciéndole parecer el malo.
Aquel profesor de historia tenía a Vox al borde de un arranque de ira desde buena hora de la mañana hasta que todos se iban a casa, cada día, todos los días. El hombre era un soberbio, la representación física de todo lo que Vox había odiado desde sus tempranos años de adolescencia: un hombre de buen porte, siempre bien arreglado, de mirada brillante y afilada que le hacía recordar al vidrio de una botella rota. Vox no sabía cómo lo hacía, pero toda su ropa olía bien, como recién salida del sastre; sus zapatos siempre estaban perfectamente lustrados y su cabello ligeramente ondulado estaba siempre bajo control. Pero, sin duda, lo que más le molestaba era su sonrisa: perfecta y blanca, sin un diente fuera de lugar, tan ancha y falsamente bonachona. Una expresión tan familiar que a Vox le daba arcadas. La blancura de aquella sonrisa solo podía ser contrarrestada por la piel tigreña del hombre, bronceada por los rayos del sol hasta llegar a ese tono canela tan suave.
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¿Quizás Vox debió haber pensado en ese último detalle antes de soltarle a aquel hombre un chiste sobre la esclavitud en América en medio de un pasillo lleno de testigos?
Bueno, la amonestación escrita apretada en su mano parecía indicarle que sí.
Demonios, él era, si cabe, lo contrario de racista. Justamente por no haber visto el tono de piel de Alastor al hablar con él.
O al menos eso se repetía constantemente en su cabeza mientras caminaba hacia ninguna parte; no quería volver a su piso de soltero con el enfado que llevaba encima, no podía permitirse comprar más vasos y, al ritmo en el que los rompía durante sus rabietas, le salía más barato desfogarse en otro sitio.
Vox no se consideraba alguien paranoico, pero demonios, Alastor le hacía querer lanzar la lógica y el pensamiento racional por la ventana. Estaba seguro de que Alastor había puesto a todo el plantel de aquel lugar en su contra; incluso notaba que, por algún motivo, la pequeña limpiadora que el lugar pagaba para limpiar las aulas y los despachos de los profesores NUNCA pasaba por el suyo. Justamente la misma limpiadora con la que Alastor parecía tener amistad, vaya casualidad...
Se repetía que ya no estaba en el instituto (bueno, sí lo estaba, pero no como alumno), que todos a su alrededor eran adultos moderadamente competentes, crecidos y que actuaban como tal. Sin embargo, Alastor escapaba de esa expectativa adulta totalmente razonable. Durante las coordinaciones, el moreno solo le hacía el trabajo más difícil; si no lo mirase todo el rato con esos ojos juzgadores y sagaces, quizás hasta podría decir una palabra sin tartamudear.
Además, seamos francos: Alastor le daba miedo.
Una vez, cuando una despistada paloma chocó contra una de las ventanas y cayó en picado en medio del patio, varios alumnos hicieron un corro a su alrededor. Vox fue la primera figura de autoridad en llegar; su misión era evitar que ninguno de esos pequeños psicópatas comenzara a jugar con la paloma moribunda, que ya tenía suficiente con estar retorciéndose en el suelo como para convertirse en el nuevo juguete chillón de esos salvajes durante sus últimos minutos de agonía.
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Bajo la Misma Pizarra (Radiostatic/Staticradio)
FanfictionVincent Vox es un profesor de tecnología para la clase B de último año, que arrastra desde hace años malas experiencias por su propia vida estudiantil. Alastor es el tutor de la otra clase de último año y profesor de historia, con el que Vox lleva u...