¿Qué había aprendido de todo esto?
Nada. Definitivamente nada.
¿Por qué tendría que aprender algo?
¿Qué se supone que se aprende de las desgracias inevitables, controladas por los caprichos de las estrellas?
Estaba lloviendo. Obviamente, estaba lloviendo. En las películas, durante los funerales siempre llueve. El cabrón de Alastor, dramático hasta en la muerte.
La visita a sus padres fue bien. Ignorando los elefantes en la habitación y esquivando cada pequeña conversación que debería haberse tenido, al menos todas aquellas que requirieran una respuesta más profunda que:
Bien.
Más o menos.
Genial.
"Bien. Más o menos. Genial." Memorizar y repetir había sido su mantra durante toda la visita.
No poder comunicarse había sido un infierno. Vox se consoló únicamente con las fotos que tenía de Alastor: ellos durante la graduación, las escalofriantes fotos de varios esqueletos animales que Alastor enmarcaba, las fotos borrosas del acuario...
Gracias a Dios, nadie en esa casa cuestionó nunca el origen de la foto del joven criollo en su fondo de pantalla. Vox no había heredado su naturaleza esquiva de ninguna parte, al fin y al cabo.
En el vuelo de regreso a casa, temblaba de puro éxtasis. En vez de una semana, parecía que había pasado una vida entera sin ver al castaño, y aquello le estaba pasando factura. Las ligeras turbulencias evocaron en su mente el recuerdo de su anterior vuelo: tomando la mano de Alastor, temblando. Aunque por motivos muy diferentes. Pero siempre relacionados con él.
Quien alguna vez haya dicho en voz alta que el amor era algo hermoso era un vil mentiroso, o al menos lo era a ojos de Vox. El amor era una tortura, la peor de las adicciones: una sin cura ni remedio, socialmente aceptada, más de lo que debería, y a la cual, tras haber puesto tu vida patas arriba y desaparecer, tenías que agradecerle de rodillas por su servicio.
Para él ya no había remedio. Vox era un adicto, y uno que estaba anhelando de nuevo su dosis.
En cuanto su teléfono tuvo acceso a la Red, no dudó en revisar sus mensajes y correos pendientes. Nada. No era de sorprender; nadie se comunicaba con él a diario de todas formas...
Excepto por un mensaje.
Su mensaje.
Su respuesta a aquella tonta declaración.
《Yo también a ti》
La emoción lo entumecía. Quería conseguir algo mejor que un "yo también", o al menos recibirlo en persona. Quería que Alastor le mostrara esa colección de huesos tan malditamente terrorífica, solo para poder ver sus ojos entrecerrarse mientras recordaba cada detalle de aquellos esqueletos.
Quería verlo, simplemente.
Tan desesperado estaba que, al llegar, fue directo a la casa del profesor, sin siquiera pasar primero por la suya propia a dejar las maletas. Alastor le había abierto la puerta a esas horas antes; ¿por qué no lo haría esta vez?
Esperó.
Y esperó.
Y esperó...
Fue un milagro que hubiera llegado al funeral, celebrado esa misma mañana. Sin duda, Dios se la tenía jurada.
Se sentía fuera de lugar en aquella iglesia. Había poca gente, y eso solo lo empeoraba: la madre de Alastor, familiares, amigos... Él era el único "extranjero", y los demás lo notaban. Que no vistiera de negro ni tan elegante como el resto solo añadía leña al fuego, aunque al menos esa mañana había tenido el buen juicio de usar ropa bonita. Quería lucir bien para su reencuentro con el castaño.
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Bajo la Misma Pizarra (Radiostatic/Staticradio)
FanfictionVincent Vox es un profesor de tecnología para la clase B de último año, que arrastra desde hace años malas experiencias por su propia vida estudiantil. Alastor es el tutor de la otra clase de último año y profesor de historia, con el que Vox lleva u...