Pusilánime | Rodrivan | Happybear

.•07•.

Eran las tres y media de la mañana cuando se despertó.

La presencia de Carrera faltaba a su lado y se preguntó a sí mismo en qué momento se había quedado dormido y el por qué el Omega aún no había regresado a la cama. Se levantó con pereza, buscando algo con lo que cubrir su desnudez para bajar hasta la cocina.

Tomaría un vaso con agua y regresaría a dormir. Su garganta estaba seca por beber tanto y quizás en la mañana le esperaba una buena resaca.

Bajó las escaleras en silencio, las luces de la cocina estaban encendidas y pronto la figura de Carrera se mostró frente a él, de cuclillas a un lado de la mesa, sosteniéndose de ella mientras sobaba su pecho. El aroma dulce a chocolate estaba descontrolado, un poco amargo y revuelto con emociones negativas.

-Rodrigo.-Lo llamó y un quejido se escuchó por parte del Omega. Se apresuró a llegar hasta él, tomándolo de los brazos para intentar levantarlo y una palmada en su mano lo sorprendió.

-No me toques.-Le dijo en un jadeo y Spreen parpadeó confundido. Sus ojos topándose con un par de supresores esparcidos sobre la mesa. Fijó la vista en el Omega, con el cuerpo tembloroso.

-¿Qué te pasa?-Le preguntó, sintiendo en su pecho la razón por la que Carrera se encontraba así.

-¿Qué le dijiste?-La voz baja del Omega le preguntó y Spreen parpadeó confundido.-A mi Omega, ¿qué le dijiste?-Le preguntó nuevamente y el Alfa tragó antes de responder.

-Me pidió un cachorro y después una marca. Me negué a ambos.-Le contó, caminando hasta quedar frente a él y colocarse de cuclillas para estar a la misma altura. Una sonrisita nerviosa se formó en los labios de Rodrigo.

-Ah, es por eso.-Musitó, como si no tuviera importancia.-Perdón, mi lobo es un poco caprichoso y...-Carrera jadeó cuando una punzada de dolor atravesó su pecho. Llevó la mano al lugar, dando palmaditas.-Cree que se lo merece todo y cuando no le das lo que pide siempre se comporta así. Creo que lo he malcriado demasiado. Perdón si te hizo pasar un mal rato.-Se disculpó y en el fondo Spreen sabía que quien debía ofrecer disculpas era él, no Carrera.

-Déjame ayudarte a subir a la habitación.-Le ofreció las manos y el Omega se alejó de él con rapidez, como si Spreen fuera la peste personificada.

-No, no hace falta.-Le dijo, sin mirarlo a los ojos. Spreen lo vio jugar con el anillo de casamiento y sabía de sobra que Carrera hacía aquello cuando estaba tenso y ansioso.-Mi lobo está un poco resentido con vos, estar cerca de ti solo lo empeorará por el momento.-Spreen asintió a sus palabras, ignorando a su propio lobo que le exigía consolar al Omega.-Deberías ir a dormir, mañana tenes trabajo, ¿no?-El Alfa asintió, levantándose.

Observó al Omega sentarse en el suelo, con el cuerpo encorvado y dejando ir uno que otro quejido de dolor. Arrugó las cejas, saliendo de la cocina. Si el lobo de Carrera estaba resentido con él, no había nada que pudiera hacer para ayudarlo. Como había dicho el castaño, solo empeoraría las cosas y sentía que ya había hecho suficiente molestando al lobo del Omega.

Se dejó caer en la cama, con los ojos fijos en el techo y la imagen de los papeles en uno de los cajones de su estudio llegó a su cabeza. No había tenido la oportunidad de entregárselos a Rodrigo.

Desde que su abogado se los dio, pensó dárselos después de aquella visita a su familia pero el Omega enfermó con gripe casi por un mes. Después fue su viaje a España por tres semanas, por lo que hizo planes de dárselos cuando regresara y ahora el lobo de Rodrigo estaba resentido con él porque se había negado a darle una marca y un cachorro. Pedirle el divorcio sería ponerle la cereza al pastel.

Cerró los ojos, intentando conciliar el sueño, con su lobo gruñéndole en la cabeza, reclamándole el haber lastimado al Omega. Su lobo se había acostumbrado al de Carre, lo había reconocido como suyo y ahora le reclamaba cada vez que el Omega entristecía debido a sus acciones, lo que era algo que sucedía con frecuencia.