.•14•.

545 72 14
                                    

Spreen miró la hora en su reloj y luego las escaleras.

Le había dicho que estuviera listo a las ocho, la impuntualidad era una cualidad que el Alfa detestaba y que el Omega exudaba por los poros.

-¡Rodrigo!-Lo llama y todo lo que obtiene es silencio como respuesta.

Mira impaciente el camino hacia la habitación que comparte con el Omega y sopesa la idea de ir a buscarlo. Solo es la estúpida fiesta que hacen los Park cada año para recordarle a la alta sociedad argentina que aún existen. No entiende cuál es el empeño de Carrera de atrasar esa experiencia ostentosa y desagradable.

-Perdón, perdón. No encontraba mi colgante.-La voz del Omega se escuchó y Spreen llevó su mirada a la escalera, sus ojos en el Omega que bajaba con pasos rápidos.-Solo te pedí cinco minutos, Ivi. Tenes que aprender a ser paciente.-Le dijo con una sonrisita, deteniéndose frente a él.

Carre había cambiado su tono de cabello, ahora era de un castaño claro que acentuaba el tono de su piel.

Un maquillaje ligero adoraba su rostro, resaltando aún más la cara bonita que el Omega tenía desde su nacimiento. Llevaba una camisa blanca y ancha que exponía sus clavículas y parte de la piel de su pecho, con un pantalón negro que se ajustaba a su cuerpo, mostrando las delgadas y elegantes piernas del Omega al igual que sus caderas estrechas.

-Estás precioso Rodri.-Fue todo lo que pudo decir, sintiendo su garganta secarse ante la vista. Carrera ríe, mostrando un ligero sonrojo y el sonido hace que Spreen sonría por inercia.

-Gracias.-Es todo lo que le dice, extendiéndole el colgante.- ¿Me lo colocas?-Le pide, dándose la vuelta para darle la espalda y pronto la imagen de un trasero respingón apretado en aquellos pantalones llena el campo visual de Spreen.

El Alfa jadeó, sintiendo sus propios pantalones volverse apretados. Desvió la vista al colgante en sus manos y lo reconoció al instante. Era el que le había regalado en su anterior cumpleaños al Omega. Spreen se apresuró en colocarlo, no logrando resistir la tentación de dejar un beso en la nuca del Omega al terminar su tarea.

-Gracias.-Carre le dijo, girándose para mirarlo y tenía las mejillas rojas y los ojos brillantes, luciendo imposiblemente lindo. Y Dios, no era un secreto que Rodrigo era un Omega precioso, pero esta noche lucía simplemente celestial.-¿Nos vamos?-Le preguntó y Spreen se imaginó a sí mismo diciéndole que no y descubriendo por su propia cuenta las bendiciones corporales que escondía aquella ropa elegante.

-Está bien, vamos.-Dijo en su lugar, comenzado a caminar hacia el amplio garaje de la casa, con el Omega siguiendo sus pasos.

-¿Podemos usar el rojo?-Rodrigo le preguntó y Spreen se giró a mirarlo algo confundido.-Por favor.-Pidió, y el pelinegro asintió, cerrando la puerta del Mercedes-Benz para caminar hacia el auto deportivo a unos pasos.

Carrera llegó más rápido que él, admirando con ojos brillantes el brutal deportivo híbrido que Spreen tenía desde hace años y que prácticamente no utilizaba. Nunca había sido de llamar mucho la atención, llegar en un jodido Ferrari rojo discutía aquel pensamiento más el Omega lleva años queriendo poner su trasero en ese auto y hoy sería ese día.

Spreen abrió la puerta para él y a Rodrigo le tomó menos de tres segundos estar dentro del auto acariciando los asientos forrados de cuero del mismo. El Alfa rió bajito, algo enternecido por la emoción del Omega que miraba todo con atención y la boca ligeramente entreabierta. Arrancó el auto, y la sonrisa de Carrera se volvió más amplia.

-Dios, escucha como ronronea.-Dijo casi sin aliento, el sonido del motor del auto provocando miles de explosiones en su interior.-Oh bebé, vas a hacer que me moje tanto.-Rodrigo gimió y el sonido de Spreen tosiendo se escuchó por sobre el motor del auto.

Pusilánime | Rodrivan | Happybear Donde viven las historias. Descúbrelo ahora