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– Buenos días, esposo – sonreí viendolo

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– Buenos días, esposo – sonreí viendolo

– Buenos días, esposa chula – sonrió y me dio un beso en la frente

– ¿Tienes hambre?

– No tanta, ¿tú?

– Si – asentí con un puchero, a lo que el solo carcajeo

– ¿Nos bañamos y bajamos a desayunar o qué?

– ¿Nos bañaremos juntos? – dije dudosa, pero era en forma de juego

– Ah pues, si no quieres no, deja veo quien me puede acompañar – le pegué leve en el pecho

– ¿Qué te pasa? grosero, ahora por tus jueguitos feos te bañas solo – me levante de la cama para entrar al baño

– ¡Mami, era broma, los dos sabemos que tú lo haces mucho mejor! – abrí los ojos al escucharlo

– ¡Rubén! eres un grosero – soltó carcajadas, eso provocó que lo perdonará ya que adoro cuando ríe

– Ya flaca, así te encanto y lo sabes

– Okey, ven ahora o no vengas nunca

– En corto, preciosa – en menos de un segundo ya estaba a mi lado con su sonrisa que tanto me enamora

Entramos a la tina, la llenamos con agua caliente y de espuma, muy relajante y genial para comenzar el día.
Hubo roces y muchos besos en esa tina.

– Se me antojo un whisky, a la verga – soltó cuando nos separamos del beso y rode los ojos

– Son las nueve de la mañana, natanael

– Si verdad, mejor sigue besándome – sonreí y me agarro del cuello para volver a juntar nuestras bocas – que buena estás, a la verga

– Ay, cállate – dije con las mejillas levemente sonrojadas

– Te miras bien chula con tus cachetitos rositas – tomó estos para estamparme un beso – te amo

– Te amo más

Unos minutos más tarde tuvimos que salir de ahí, y solo fue porque si no, no alcanzaríamos el desayuno.

Unos minutos más tarde tuvimos que salir de ahí, y solo fue porque si no, no alcanzaríamos el desayuno

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𝑼𝒏 𝑷𝒆𝒒𝒖𝒆𝒏̃𝒐 𝑨𝒄𝒄𝒊𝒅𝒆𝒏𝒕𝒆 // 𝑁𝑎𝑡𝑎𝑛𝑎𝑒𝑙 𝐶𝑎𝑛𝑜 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora