CAPÍTULO 3

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Donde quiera que veía, Odette solo encontraba oscuridad, la noche había llegado y el único consuelo que encontró fue la luz de la luna. 

Pronto el sonido de llaves se escuchó y el fuego de una antorcha se visualizó, en cuanto las rejas se abrieron, alguien la cogió de la muñeca bruscamente, seguido de ello los quejidos del hombre se escucharon más desgarradores y en algún momento la brisa del viento golpeó su rostro.

"El marques es injusto." 

Dijo quien la arrastraba hacia algún sitio.

"Hacernos esto por alguien como tú..." 

La ira del hombre que ahora reconocía como a uno de los soldados que custodiaba su residencia se escuchaba en su voz. 

El fuerte agarre se hacía mas intenso y un quejido de dolor lo alarmó. 

"...!"

Ubicado frente a la residencia donde vivía Odette se hallaba el mayordomo principal, quien observando la situación dio la orden de soltar a la niña con cuidado. 

El soldado respondió algo nervioso y se retiro de ahí en silencio, una actitud muy opuesta a la anterior.

"¿Se encuentra bien, señorita?" 

Odette ignoró el dolor de su muñeca y observó al mayordomo. 

La duda en sus pequeños labios era muy notoria. 

"¿Hice algo mal?"

En los ojos de la niña, la confusión y el temor resaltaban.

El marqués se había negado en dañar el cuerpo de la niña por miedo a dejar una cicatriz y por ello había utilizado a alguien como reemplazo para desquitar su enojo, sin embargo, había encerrado a la niña junto al hombre moribundo con un motivo desconocido.

El mayordomo enterado de la situación, actuó como si no escuchara y guio a la pequeña hacía su habitación, donde le comunicó que por los próximos días llegarían visitas a la mansión.

"No olvide utilizar el artefacto que el marques le regaló, de ser necesario, evite salir a menos que solicitemos su presencia, por el momento vive como lo haz hecho hasta ahora." 

La pequeña niña de rizos blancos asintió y acto seguido la puerta se cerró. 

A la mañana siguiente, los sirvientes que normalmente atendían a la señorita, se mostraban más alertas al estar cerca de ella. 

Caminando por los pasillos de su residencia, Odette escuchó los susurros de las sirvientas en la cocina, entre ellas una mujer lloraba desconsolada tras perder a su esposo y en cuanto su presencia fue reconocida recibió varias miradas de odio. 

Ahora que recordaba no había visto al hombre de antes, asustada buscó por su mansión varias veces y cuando no lo encontró decidió preguntar por él, pero la respuesta que escuchó fue inesperada. 

"Fue trasladado a otra mansión." 

Los caballeros a los que había consultado respondieron con los puños cerrados. 

Era obvio que mentían, lo sabía porque sus doncellas hacían lo mismo cuando se trataba de darle cumplidos.

Para Odette, su padre y hermana eran importantes, a pesar de no haberlos conocido mucho, el hecho de tener una familia era un consuelo, quizás si se portaba bien podría ser trasladada a la mansión y vivir con ellos. Pero después de lo de ayer, no estaba tan segura.  

Había estudiado tal y como su padre quería, se esforzó mucho en aprender la etiqueta o aprender el saludo, sin embargo, jamás fue llamada a compartir la mesa nuevamente y lo único que obtuvo fue un encierro tormentoso. 

A menudo escuchaba de los sirvientes la vida que su hermana tenía, al parecer hizo muchos amigos y siempre estaba junto al Marques. 

Los caballeros juraban protegerla y los tutores siempre la elogiaban poniéndola como modelo a seguir. 

Por otro lado su vida, era lo opuesto a ello. 

Caminando de regreso a su habitación se topo con el hijo de una de las cocineras, lo reconocía al verlo siempre desde la ventana, probablemente tenían la misma edad, quizás podía aprovechar esta oportunidad en hacer un amigo, es por ello que intentó hablarle, pero éste al verla intentó escapar, sin embargo a los segundos cayó contra el piso terminando por estallar en llanto. 

"..."

El niño siempre terminaba lastimándose sin importar lo que hacía, al menos eso es lo que pudo observar hasta ahora, pero a diferencia de Odette, parecía muy inmaduro. 

"¿Duele mucho?'

La pequeña de rizos blancos sacó del bolsillo de su vestido un pañuelo blanco que terminó por colocar en la rodilla de herido. 

A pesar de que intentó calmarlo, el niño no dejaba de llorar y pronto se escucharon los gritos de una mujer. 

Odette reconoció esa escena en seguida. 

Cada vez que el niño lloraba su mamá siempre llegaba, pronto las lágrimas que secaba con cuidado se convertían en pequeñas risas al ser rodeado de besos y así el niño volvería a levantarse.  

Era algo de lo que estaba celosa, pues jamás podría experimentarlo. 

"¿Qué se sentirá ser abrazado?"

Se preguntó en esa pequeña cabeza.

Para cuando se dio cuenta.

Contrario a lo que normalmente sucedía,  la mujer llego de prisa en busca de su hijo y lo cubrió entre sus brazos en forma de escudo, pero en ningún momento apartó la mirada de Odette. 

Era un forma de protegerlo.

'¿De quién?'

Y

'¿Por qué?' 

Sin importar lo que diga o haga, siempre recibía miradas llenas de hostilidad. 

Recordó las palabras de aquel soldado. 

'Era totalmente injusto.'

Las lágrimas que amenazaron con salir de sus ojos se vieron interrumpidas por el sonido de alguien llamándola. 

"¿Señorita?"

Se trataba del mayordomo, cuya presencia no había captado.

El sonido antes amable con el que se dirigía a ella cambió por completo. 

"Estoy seguro de haberle dicho que no saliera de su habitación, mucho menos sin el artefacto en manos."  

Odette no tardó mucho en darse cuenta que en esa gran mansión estaba... completamente sola. 

(...)

"Es un honor tenerlos aquí, príncipes y princesa." 

Dijo el Marques algo aturdido por la temprana visita, junto a él, Blair, realizo una leve inclinación en forma de saludo y sonrió al ver que la princesa no estaba sola. 

"Me encargaré personalmente de preparar sus habitaciones para su estadía en los próximos tres días, mientras tanto, mi pequeña hija ha preparado una bienvenida en el invernadero, sería bueno que descansen en lo que disfrutan de la vista." 

Aseguró el marques y seguido de ello Blair guio a los invitados hacia su pequeña fiesta de té. 

Avergonzada de tratar por primera vez con el primer y segundo príncipe, Blair, no supo que decir exactamente, fue entonces que la princesa habló primero. 

"¿Hoy no vendrá ella?" 

La pregunta captó la atención de todos y a ello se le sumo el segundo príncipe. 

"Yo también estoy curioso ¿Dónde esta tu hermana?" 

CONFÍA EN LA VILLANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora