"Mi querida hija ha sufrido bastante, este padre lamenta haber llegado tarde y está dispuesto a hacer cualquier cosa por recompensarte."
El abrazo poco sincero del hombre dejó mucho de qué hablar.
Los soldados no habían visto lo que el marqués le entregaba a su hija a escondidas.
Una daga con un símbolo extraño fue oculto entre las ropas de la niña y una amenaza en susurro la dejó congelada.
"Shh..., no hagamos que el número de desaparecidos aumente."
Odette entendió de lo que su padre hablaba, una de las razones por las que había caído rendida ante el sueño, era para no seguir llorando e intentar olvidar todo por un momento.
"En especial del que se esconde."
"...!"
Era la voz de una serpiente la que se escuchaba, aquel animal se arrastraba lentamente dispuesto a clavar sus dientes en cualquier momento.
La identidad del príncipe aún era desconocida para el Marqués pues solo se había percatado de ello tras notar su sombra por un segundo, sin embargo al ser mención de su presencia, Odette parecía estar alerta.
El pensó que su pequeña hija había hecho un amigo y sonrió de ternura.
Si descubría de quién se trataba, quizás podía utilizarlo a su favor, ahora mismo no había mejor forma de domesticar a la pequeña si se trataba de algo que quiere proteger.
Estaba seguro de que actuar como un padre bondadoso ya no sería útil, pues sentía el rechazo de la niña a simple vista.
¿Quién será esta vez?
Un soldado.
Una criada y su hijo.
Un jardinero.
Este último no había hecho algo en particular, pero su pequeña hija había dejado de comportarse como una dama al tocar la tierra con sus manos.
Olvidando la existencia ajena al asunto, el marqués fijo su atención en un punto.
'Una sirvienta'.
"..."
"Ese demonio mató a mi esposo ¡Dejó su cuerpo lleno de heridas y no se arrepiente!."
Los soldados esperaron una próxima orden en silencio.
Reconocían a la mujer como la esposa de su antiguo compañero.
"Dime cariño ¿Qué puedo hacer para que perdones a este padre?."
Como si hubiese dicho algo en voz baja, Odette agachó la cabeza cayendo en el hombro del verdadero demonio.
Incapaces de escuchar o ver con claridad lo que ocurría entre el marqués y su hija, para los caballeros era un simple consuelo.
Sin embargo, al ver que la pequeña señorita temblaba del terror, por primera vez sintieron lástima.
Un sentimiento que no duró mucho, pues el Marqués con una expresión de sorpresa dijo lo siguiente.
"¿Es realmente eso lo que quieres?"
"...!"
Como si el hombre no creyera lo que acababa de oír, hizo una mueca de tristeza, acto seguido se levantó y mantuvo en silencio.
Simulando estar decepcionado, el marqués observó a los soldados y luego a la sirvienta.
"No debe permitir que ese demonio le lave el cerebro mi señor."
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CONFÍA EN LA VILLANA
Rastgele'Aún si digo la verdad-' La esperanza de que al menos mi prometido me creyera se desvaneció en cuanto me dio la espalda. El mundo era cruel especialmente conmigo, porque en una historia mal contada... yo era la villana.