Capítulo diez: hydra.

197 26 26
                                    

"El odio y los prejuicios nunca se erradicarán. Y las cacerías de brujas nunca serán sobre brujas."
— Geralt de Rivia.

-

Fueron un par de segundos o tal vez un poco más de eso donde compartieron aquel momento íntimo donde ambas se veían profundamente, el corazón de Orm dando un vuelco al encontrarse tan cercas de Ling quien no le apartaba la mirada de encima, sus ojos encontrándose en una pelea para ver quién alejaba la mirada primero y para la suerte de ambas, ninguna lo hacía, era hipnotizante para Ling aquellos ojos tan hermosos color miel, que irradiaban tanto aún cuando no decía nada, cómo dos rayos de luz que daban calidez al momento, trataba de entender el porqué aquel sentimiento pero aún cuando mantenía la mirada, no obtenía una respuesta, más que seguir en trance en sus ojos.

Gracias, por la ropa.

Rápidamente Orm recuperó la postura y dio un par de pasos hacia atrás, volviendo la vista al piso de la cocina donde había sangre tirada.

Lo limpiaré por ti, es lo menos que puedo hacer.

La pelirrubia se inclinó para tomar los trozos de tela dándole una pequeña sonrisa a Ling quien sólo asintió volviendo a ver su herida, asegurándose de que todo estuviera en orden.

Me daré una ducha rápida, siéntete cómoda y no temas de tomar lo que gustes.

Comentó limpiando sus manos y levantándose de la silla, mientras señalaba la cocina y nevera, necesitaba esa ducha urgentemente, no toleraba sentirse sucia por mucho tiempo y eso le causaba molestia, por otro lado Orm asintió entendiendo y rápidamente se inclinó para limpiar aquellas gotas de sangre que había dejado Ling previamente, la pelinegra le dio una última mirada antes de alejarse y perderse en los pasillos del lugar con destino a su habitación y por supuesto la ducha.

Y así empezó su tarea Orm, limpiando el suelo y mesa donde había quedado un desastre, paseándose por aquella grande cocina y lugar, buscando en los gabinetes y cajones algún tipo de líquido para limpiar el piso de manera segura e higiénica, era lo mínimo que podía hacer por Ling, quien la había salvado ya múltiples veces y ahora se encontraba en su casa, era su forma de ser agradecida con ella, era curioso como había terminado en esa situación.

Mi teléfono Dios mío, mi mamá me va a matar, debe estar muy preocupada al no saber dónde estoy o si quiera si sigo viva o no.

Orm cerró los ojos con fuerza mientras masajeaba ligeramente su cien con sus dedos espumosos, estresada ante toda la situación, se había olvidado por completo de su vida diaria y personal que al recordar le caía como balde de agua fría los recuerdos uno tras otro pero tenía situaciones más importantes en que pensar, así que siguió con su tarea limpiando ahora sus manos con ardua agua y jabón mientras su mente viajaba a la nada, cuando un recuerdo impactó su memoria cómo rayo, al estar con Ling y tratar de sobrevivir no solo había olvidado esas pequeñas cosas, sino que aquel anillo no lo había vuelto a ver desde que cayeron por el arroyo que las arrastró cuesta abajo.

No, no, no, no.

Susurro para ella misma mientras tocaba sus bolsillos desesperada y miraba rápidamente los dedos de las manos en busca de el pero no se encontraba ahí, "la bata" pensó y rápidamente secó sus manos en su pantalón y corrió hacia el baño donde había dejado su ropa sucia pero mientras se acercaba a este observó la puerta abierta de una habitación que quedaba justo al frente del baño, curiosa giró su mirada a aquella encontrándose con una escena algo inesperada, Ling se encontraba de espaldas semi desnuda mientras metía su pantalón entre sus pies y así poco a poco lo iba subiendo por sus muslos, ya que se encontraba con solo su ropa interior puesta, dejando ver su espalda desnuda en la cual escurrían gotas de agua en toda lentamente, aún cuando no la veía de frente podía ver que hacía ejercicio, tenía un cuerpo de ensueño para admirar y bueno Orm era una simple humana que no podía evitar quedarse embobada viendo.

𝑬𝑭𝑰́𝑴𝑬𝑹𝑶 | LINGORMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora