III

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Aposentos del príncipe Aegon.

La habitación estaba en un completo silencio, el príncipe estaba acostado en la cama con ligeras mantas que tapaban de su cintura para abajo, su fuerte olor llenaba por completo la habitación. Aquel dulce olor a vino, Aegon temblaba de vez en cuando sus manos se aferraban con fuerza a las mantas las cuales se apretaban, su madre ni su padre han venido a verlo, solo supo por medio de criston cole que su madre había estallado en ira contra la heredera y su consorte, Deamon.

Estaba agotado, no sabía que le sucedía jamás logró ponerse así por simples feromonas, pero al oler las de su hermana e tío su cuerpo reaccionó de una manera extraña, entró en celo de un pronto a otro, se sentía extraño. Quería una explicación coherente, y la quería ya; más su cuerpo todavía estaba muy débil como para levantarse. Sus párpados caerían en cualquier momento, soltó un pequeño quejido al sentir como el lubricante natural empezaban a bajar por sus lechosos muslos, apretó sus piernas mientras se restregaba un poco contra la sábana.

—Cole... Quiero a madre.— El mencionando lo volvió a ver para solo asentir. Salió de la habitación en busca de la reina verde.

La armadura de criston resonó en la sala de trono donde solo estaba la familia real, hizo una reverencia y se acercó a la reina y susurró un par de cosas, eso bastó para que la reina y sus dos hijos salieran corriendo a los aposentos del príncipe.

—¿Que sucedió? Esta todo bien con aegon?— Pregunto el rey parándose de su trono y quedando a una lejanía considerada.—

—El príncipe no está muy bien, su majestad. Pidió ver de urgencia a la reina, seguro se siente desprotegido, acá, su gracia.— Su mirada recayó en la princesa heredara y al hermano del rey los cuales tensaron un poco la mandíbula y los puños. —

—Si ese es el caso, iré a ver a mi hijo.— Finalizó el rey caminando seguido de criston y otro guardia más.

••••

—Aegon... mi dulce dragón.— La reina entro a los aposentos de su hijo seguido de sus otros hijos, Aemond cerró la puerta y se sentó en una orilla mirando a su hermano mayor. Alicent rápido tomó el rostro de su Bebé, y besó con cuidado su frente mientras lo veía con sus ojos algo llorosos, le dolía ver a su pequeño así.

El dulce dragón encontró a sus destinados..— Rápidamente las miradas se posaron en Heleana que solo sonrió y miró a su hermano, él la entendía, ella lo sabía. Su madre soltó un pequeño jadeo horrorizada.

—Por los dioses... ojalá que no, mi pequeña mariposa.— La reina negó con miedo, no podía dejar a su primogénito a manos de unas personas tan sucias.

—M-madre... duele mucho. — Hablo con vos débil el príncipe, el corazón de Alicent sintió una pequeña punzada y liberó suavemente sus feromonas marcando el cuerpo de su hijo, se acomodó en la cama y dejó que su hijo recargara su cabeza en su pecho mientras esta le daba ligeros mimos.

Aemond frunció el ceño al ver como la puerta se abría ligeramente por inercia soltó un gruñido territorial, estaba metiéndose a terreno peligroso. Al ver que era su padre dejó de estar a la defensiva y volvió a sentarse al mismo lugar acariciando los tobillos de su hermano.

El Rey entró y suspiro al ver a sus hijos alfas, Heleana y Aemond los cuales mantenían un porte algo territorial y a la defensa, el lo comprendía cuando había un Omega dominante en celo en algunas familias los hermanos alfas se volvían personas posesivas y un insisto de protección florecía en ellos.

—Aegon.—

—Padre...— El rey sonrío ligeramente y a pasos se acercó a su hijo y revolvió el cabello suavemente. Él también se volvió algo sobreprotector con su hijo. Era un Omega, debía cuidarlo más que a nadie.

The Golden Dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora