CAPÍTULO TRES: PROMESAS DE COLORES

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Nivorys pasó toda la noche en vela, acostado entre las suaves nubes de su lecho celestial, pero incapaz de encontrar descanso. Sus ojos, normalmente serenos, estaban abiertos de par en par, fijos en las estrellas que brillaban a través de la ventana. Su mente estaba completamente ocupada por el niño demonio que había conocido en la frontera. Xyvolas, con su risa traviesa y su curiosidad, se había colado en cada uno de sus pensamientos. Cada vez que intentaba cerrar los ojos, la imagen de Xyvolas aparecía, la sensación de su primer abrazo, la chispa en su mirada cuando había hablado de la frontera y el cielo. Era como si, desde aquel encuentro, una parte de su alma estuviera siempre anhelando volver a verlo.

Giró en su cama, agitado. Las estrellas parecían mirarlo con complicidad, como si supieran que algo en su interior había cambiado. "¿Será posible que lo vuelva a ver?" pensó, con el corazón palpitando con fuerza. Su pecho se sentía ligero, pero a la vez inquieto, como si algo dentro de él supiera que estaba a punto de vivir algo extraordinario.

En el otro lado de la frontera, Xyvolas estaba igualmente inquieto. Se sentaba al borde de su cama, jugando con la flor que había recogido junto a Nivorys. Los pétalos de la flor eran suaves y brillantes, capturando la luz de la luna que se colaba por la ventana. Era la flor más hermosa que había visto en su vida, pero lo que más le sorprendía era cómo le recordaba a Nivorys. Había algo en la pureza de los pétalos que le traía a la mente la imagen del ángel. El modo en que Nivorys se movía, su voz suave y melodiosa, su cabellera blanca que brillaba como las estrellas. Xyvolas suspiró y se recostó en la cama, pero no cerró los ojos. Cada vez que miraba la flor, su mente volvía a ese prado, a la frontera donde había conocido al ángel que ahora llenaba sus pensamientos.

A medida que la noche avanzaba, el cansancio no parecía afectar a ninguno de los dos. Tanto Nivorys como Xyvolas estaban demasiado ocupados pensando el uno en el otro. Y cuando los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar el cielo, ambos sintieron una oleada de energía, como si el amanecer trajera consigo una promesa de nuevos encuentros y aventuras.

Nivorys se levantó de su cama con agilidad, sintiendo que su corazón latía con más fuerza con cada segundo que pasaba. Se vistió con cuidado, tomando sus acuarelas, pinceles y una pila de hojas que llevaba bajo el brazo. Tenía una idea clara en mente: quería mostrarle a Xyvolas algo que nunca antes había visto, los colores del cielo, la magia que los ángeles usaban para pintar el mundo que los rodeaba. Sabía que Xyvolas estaría encantado de ver algo tan hermoso y, por un momento, su propio entusiasmo lo llenó de emoción.

Al otro lado de la frontera, Xyvolas ya estaba en pie, con la flor en sus manos y una sonrisa en su rostro. No podía esperar más. Su corazón latía rápido mientras corría hacia la frontera, sus pies apenas tocando el suelo mientras se apresuraba por el mismo sendero que había recorrido el día anterior.

Cuando finalmente llegaron, el uno al otro, sus miradas se encontraron desde la distancia, y todo el nerviosismo que habían sentido durante la noche se desvaneció. Sin dudarlo ni un segundo, corrieron hacia la frontera, sus pasos ligeros y rápidos. Apenas llegaron, Nivorys extendió los brazos y Xyvolas se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo fuerte, cálido, lleno de emoción contenida.

— ¡Te extrañé tanto! —Dijo Nivorys, estrechando a Xyvolas contra su pecho. Sus alas blancas se extendían a su alrededor, como un escudo protector que envolvía a ambos.

— ¡Yo también te extrañé! —Respondió Xyvolas, riendo. El demonio se apretaba contra el ángel, sin querer soltarse.— Pensé en ti toda la noche.

Después de un largo abrazo, Nivorys se separó apenas lo suficiente para mostrarle lo que había traído.

— Mira lo que te traje. —Dijo, con una sonrisa luminosa, mientras extendía las hojas y las acuarelas frente a Xyvolas.— Quiero enseñarte los colores del cielo. Los colores que existen más allá de esta frontera.

El horizonte de las Almas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora