La visión de Nivorys lo dejó sin aliento, y el tiempo pareció detenerse. En ese instante, el mundo que los rodeaba desapareció, dejando solo a ellos dos en el vasto paisaje de la frontera. Cada uno representaba el anhelo del otro, el sueño perdido que había sido olvidado en el paso de los años.
Xyvolas, incapaz de contenerse, dio un paso adelante, luego otro, hasta que la distancia que los separaba se redujo a nada. Las memorias que había estado guardando durante tanto tiempo estallaron en su mente, inundando su corazón con un torrente de sentimientos. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia Nivorys.
— ¡Nivorys! — Gritó, el nombre brotando de sus labios como una súplica. Al escuchar su voz, el ángel levantó la mirada, y en sus ojos rosas, Xyvolas vio reflejada la misma mezcla de sorpresa y emoción que lo embargaba a él.
Nivorys no pudo evitarlo. Con el corazón latiendo al ritmo de la desesperación y la alegría, se lanzó hacia adelante, sus pies deslizándose sobre la hierba suave. Ambos se encontraron en un abrazo desbordante de emociones, como si el tiempo y el espacio se desvanecieran, dejando solo su conexión.
El cuerpo casi diminuto de Nivorys se escondía a la perfección entre los grandes brazos de Xyvolas. Su abrazo era un refugio, un santuario donde las inseguridades y el dolor del pasado no podían alcanzarlos. Los dos se apretaron con tal intensidad que parecía que el mundo exterior se desvanecía, como si la frontera misma se desdibujara ante la fuerza de su reencuentro.
— Te he extrañado tanto. — Murmuró Nivorys, sus palabras susurradas entre las fibras de la camiseta de Xyvolas. La calidez de su voz, tan familiar, le llenó el corazón. Xyvolas cerró los ojos, respirando el aroma dulce y fresco del ángel, y sintió que las lágrimas amenazaban con brotar nuevamente.
— No sé cómo soporté tanto tiempo sin ti. — Confesó Xyvolas, su voz temblando, repleta de vulnerabilidad. Era un sentimiento que había llevado consigo durante años, una carga que por fin parecía aligerarse. En aquel abrazo, no solo se encontraron físicamente, sino que también unieron sus almas, que habían estado separadas durante demasiado tiempo.
Nivorys se separó un poco, manteniendo las manos sobre los brazos de Xyvolas, y lo miró a los ojos. La conexión que compartían era palpable, como un hilo brillante que los unía a través de la distancia y el tiempo. En ese instante, Xyvolas se dio cuenta de que no solo había recordado al ángel, sino que también había recordado el amor que siempre había existido entre ellos, un amor que había estado oculto tras las sombras de su infancia.
— Te dejé tantas cartas. — Continuó Nivorys, su voz suave y llena de ternura. — Nunca dejé de venir a la frontera. Cada día esperaba verte.
Las palabras del ángel resonaron en el corazón de Xyvolas, llevándolo a un lugar donde la nostalgia y la esperanza coexistían. Se sintió abrumado por la idea de que Nivorys había estado esperándolo, tan ansioso por reencontrarse como él.
— Cada carta era como un rayo de luz en mi oscuridad. — Confesó Xyvolas, recordando cada uno de esos momentos en que había leído las palabras de Nivorys, cada una impregnada de amor y anhelo. — Me recordaron que había algo más allá de las paredes del castillo.
El ángel sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro, haciendo que los ojos de Xyvolas se llenaran de luz. Era una expresión que hablaba de un pasado compartido, pero también de un futuro lleno de posibilidades.
— Siempre he creído que algún día volverías. — Dijo Nivorys, su voz llena de convicción. — Y ahora que estás aquí, no quiero que te vayas nunca más.
Xyvolas sintió que su corazón latía con fuerza. En ese momento, supo que no quería irse, que no podía imaginar su vida sin el ángel a su lado. El mundo que una vez había considerado su hogar ahora se sentía como una prisión sin la presencia de Nivorys.
— Nunca más. — Prometió, y esa promesa se sintió como un pacto sagrado entre ellos. Los dos estaban allí, en el límite de sus mundos, y no había nada que pudiera separarlos nuevamente.
Tomando la mano de Nivorys, Xyvolas sintió una corriente de energía que fluía entre ellos, una conexión que parecía trascender cualquier barrera. Juntos, se adentraron un poco más en la frontera, el terreno que simbolizaba su unión, un lugar donde podrían ser ellos mismos sin el peso de sus pasados.
Mientras caminaban juntos, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados. Era un espectáculo hermoso, como si el universo celebrara su reencuentro. El viento soplaba suavemente, llevando consigo la fragancia de las flores que crecían en el borde del bosque. A medida que avanzaban, la risa de Nivorys llenaba el aire, un sonido que hacía que Xyvolas se sintiera completo, como si todas las piezas de su vida finalmente encajaran.
— Recuerdo cuando solíamos jugar aquí. — Dijo Nivorys, su mirada perdida en el horizonte. — Todo parecía más sencillo.
— Sí. — Respondió Xyvolas, sintiendo cómo la nostalgia se entrelazaba con la felicidad. — Pero ahora somos más fuertes, hemos crecido.
Ambos se detuvieron, y Xyvolas se giró para mirar a Nivorys, sus corazones latiendo al unísono. Había algo en sus ojos que le decía que, a pesar de la distancia y el tiempo, su conexión no solo había permanecido intacta, sino que había crecido más allá de lo que alguna vez imaginaron.
Sin poder resistirlo más, Xyvolas inclinó su cabeza hacia adelante, buscando los labios de Nivorys. Fue un beso suave, lleno de promesas y de los recuerdos que habían compartido. El mundo a su alrededor se desvaneció una vez más, dejándolos a ellos dos, sumidos en un momento de pura felicidad.
— No puedo creer que finalmente estemos aquí. — murmuró Nivorys, separándose ligeramente para mirarlo a los ojos. Su voz era un susurro lleno de asombro, como si aún no pudiera procesar la realidad de su reencuentro.
— Es un sueño. — Dijo Xyvolas, tocando suavemente la mejilla de Nivorys con su mano. — Y no quiero despertar.
— Nunca lo harás. — Prometió Nivorys, sus ojos brillando con una luz que iluminaba su corazón. — Estaremos juntos, pase lo que pase.
Pero en el aire había un leve matiz de incertidumbre. Ambos sabían que el pasado siempre podría acecharlos, como sombras en la noche, pero en ese momento, su amor era más fuerte que cualquier miedo. Era un vínculo que no solo había resistido la prueba del tiempo, sino que había florecido en un entorno de oscuridad.
Con las manos entrelazadas, comenzaron a caminar más profundamente en la frontera, con la promesa de construir un nuevo camino juntos. En su travesía, cada paso era un recordatorio de que, a pesar de los desafíos que pudieran enfrentar, siempre se tendrían el uno al otro.
A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, pintando el cielo con colores de ensueño, Xyvolas y Nivorys continuaron avanzando, unidos en un futuro lleno de esperanza y amor. No había nada más que desear, solo la certeza de que su conexión era eterna, un hilo dorado que los uniría por siempre, sin importar las dificultades que pudieran surgir.
Sin embargo, en el fondo de su corazón, una sombra de preocupación se cernía. Habían sobrevivido al paso del tiempo, pero ¿podrían resistir las adversidades que aún estaban por venir? Mientras el cielo se oscurecía, dejando que las estrellas comenzaran a brillar, la incertidumbre se deslizó en su mente como un susurro. Pero en ese instante, mientras estaban juntos, las dudas se desvanecieron, y lo único que importaba era el amor que compartían, un amor que podía superar cualquier obstáculo.
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El horizonte de las Almas © ✓
AléatoireEntre el cielo y el infierno existe una frontera invisible, un horizonte donde la luz se desvanece y la sombra toma su lugar. Dos mundos opuestos, separados por reglas inquebrantables, donde los ángeles viven en la pureza y los demonios en el caos. ...