CAPÍTULO DOS: EL ECO DE LA CURIOSIDAD

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El ángel permaneció inmóvil, con la mirada fija en la figura que se alzaba más allá de la frontera. Un niño, que parecía tan frágil como una hoja en otoño, sonreía con una curiosidad desbordante, como si ya conociera el secreto de lo que el ángel sentía en su corazón. Aquel instante era mágico, suspendido en el tiempo, una conexión que iba más allá de las palabras.

A pesar de las advertencias de sus mayores, a pesar de los relatos que hablaban de las almas perdidas y las tentaciones del infierno, el ángel no podía apartar la vista del niño. Había algo en su mirada que lo atraía, una chispa de vida y de luz que desafiaba las sombras a su alrededor. Era un brillo familiar, como si el niño fuera una extensión de sí mismo, un reflejo de una parte olvidada de su ser.

Sin poder resistir la tentación, el ángel dio un paso adelante, sus alas brillando intensamente. Era un movimiento casi involuntario, un acto guiado por un instinto profundo que le decía que debía acercarse, que debía conocer al ser que había cruzado su camino.

El niño dio un pequeño salto, como si estuviera esperando ese momento. Se acercó un poco más a la frontera, su figura recortada contra la oscuridad.

- ¿Quién eres?- Preguntó, su voz suave como un susurro, pero llena de una curiosidad que resonaba en el aire.

- Soy un ángel.- Respondió el de cabellos blancos, sintiendo que el sonido de su propia voz era como música en el viento.- Vivo en el cielo. ¿Y tú? ¿Quién eres tú?"

El niño sonrió con una picardía que iluminó su rostro.

- Soy un demonio.- Reveló, la palabra fluyendo de sus labios con una ligereza sorprendente.- Vivo aquí, en el infierno, cerca de la frontera. A veces, me gusta venir a mirar el cielo. Es tan bonito.

El ángel sintió un escalofrío recorrer su ser. Un demonio. Todo lo que había aprendido y creído se puso en duda. Sin embargo, la chispa de vida en la mirada del niño lo intrigaba.

- ¿No tienes miedo de estar tan cerca de la frontera?

- ¿Miedo?- El niño se encogió de hombros, su expresión inocente llena de confianza.- A veces, las cosas no son como parecen. La frontera es solo un lugar. Lo que importa es lo que hay en el corazón de las personas. A veces hay más luz en la oscuridad de lo que piensan los demás.

Las palabras del niño resonaron en el ángel como un eco, desafiando todo lo que había aprendido. ¿Era posible que la oscuridad pudiera albergar luz? Aquella idea era extraña, pero el ángel no podía ignorar el sentimiento que brotaba en su interior, una curiosidad insaciable que lo impulsaba a seguir conversando.

- ¿Te gusta estar aquí, en el límite?- Preguntó, sintiendo cómo la conversación tejía un lazo entre ellos.

- Sí.- respondió el niño.- Es un lugar especial. Nadie me molesta, y puedo ver el cielo. Pero también quiero saber qué hay al otro lado. He escuchado historias sobre el cielo. Dicen que es un lugar hermoso, pero no para demonios como yo.

El ángel sintió que su corazón latía más rápido.

- ¿Y qué crees que hay al otro lado?"

- Quizás hay cosas que no entendemos.- Dijo el niño, su mirada iluminada por una curiosidad ardiente.- Quiero conocerlo. Quiero ver si realmente es como dicen.

El ángel se sintió conmovido por la valentía del niño demonio. Su deseo de explorar lo desconocido era una chispa de luz en la oscuridad, un atisbo de lo que podría haber en el corazón de aquellos que vivían al otro lado. Pero al mismo tiempo, la advertencia de su propia naturaleza lo detuvo. Cruzar esa frontera era peligroso. Los ángeles no debían aventurarse en el infierno. Era una regla que había aprendido desde pequeño, una verdad inquebrantable.

El horizonte de las Almas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora