CAPÍTULO CINCO: UN LAMENTO EN LAS TINIEBLAS

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Nivorys se despertaba cada mañana con el corazón latiendo rápido, lleno de esperanza. Desde que el sol asomaba en el horizonte, él ya estaba listo para ir a la frontera, esperando ver a Xyvolas una vez más. Pero los días pasaban, uno tras otro, y su amigo no aparecía. Cada vez que las horas se hacían eternas, Nivorys se decía a sí mismo que Xyvolas volvería, porque así lo habían prometido.

A veces se sentaba en la suave hierba del páramo, con las acuarelas y las hojas que había traído en las manos, esperando pacientemente mientras el viento soplaba entre las flores que ya habían comenzado a marchitarse. "Xyvolas volverá", repetía para sí mismo, susurrando esas palabras como si fueran un conjuro, un anhelo profundo. Él lo sabía en lo más hondo de su ser, con la certeza inquebrantable de un corazón puro. Pero con cada atardecer, cuando las sombras comenzaban a cubrir el cielo y Xyvolas no llegaba, un velo de tristeza oscurecía su sonrisa.

Durante días, Nivorys seguía volviendo. Incluso cuando las noches caían y se iba con el pecho apretado, regresaba al amanecer, porque algo dentro de él se negaba a aceptar la posibilidad de que su amigo no cumpliera su promesa. Y sin embargo, el tiempo pasaba, y Xyvolas no estaba allí.

Por otro lado, en las profundidades del infierno, Xyvolas había estado luchando contra su propio dolor. Todo había comenzado días atrás, justo cuando había decidido, por fin, ir a la frontera para reunirse con Nivorys. Aquel dibujo que le había hecho recordar tanto a su amigo, lo guardaba celosamente bajo su cama, como un pequeño tesoro. Pero el destino, en su cruel ironía, tenía otros planes.

Cuando Xyvolas estaba a punto de salir del palacio, su padre lo descubrió. El rey del infierno, un ser imponente y despiadado, no era conocido por mostrar compasión, pero lo que vino después superó cualquier tormento que Xyvolas hubiese imaginado.

El rey entró en la habitación de su hijo con paso firme, sus ojos ardían de furia al notar el dibujo guardado. Sin decir una palabra, lo tomó en sus manos, y la expresión de disgusto en su rostro fue como un puñal.

— ¿Aún conservas esta basura? —Escupió con una voz que parecía el eco del mismísimo infierno—. Te advertí que no quería ver más de estos absurdos colores en este lugar. ¡Eres un demonio, Xyvolas, y los demonios no tienen lugar para estas tonterías!

El pequeño demonio retrocedió, el miedo y la rabia agitándose dentro de él. Sabía lo que estaba por venir, pero no pudo evitarlo. El dibujo en manos de su padre era lo único que le recordaba a Nivorys, a su promesa, a esos momentos felices que habían compartido.

— ¡No puedes entenderlo! —Gritó Xyvolas, su voz temblando de emoción—. ¡Es mío! ¡Es... lo único que me queda de...!

Pero antes de que pudiera terminar, el rey lo interrumpió. En un movimiento brusco, desgarró el dibujo en mil pedazos, dejando que los fragmentos cayeran al suelo como hojas secas, mientras la furia en sus ojos se volvía más intensa.

— ¡Basta de tus debilidades! —Rugió el demonio—. ¡No toleraré más esta insubordinación! ¡Eres una desgracia para tu linaje, Xyvolas! ¡No eres más que una abominación, un capricho roto! ¿Cómo te atreves a desobedecerme después de todo lo que te he dicho? ¡Eres un demonio, no un estúpido ángel!

El rostro de Xyvolas se contrajo en una mueca de puro dolor mientras sus emociones explotaban. La rabia, el miedo, la tristeza, todo se mezclaba en su interior, convirtiéndose en un grito desgarrador.

— ¡No me importa lo que seas o lo que pienses! —Gritó Xyvolas con todas sus fuerzas, incapaz de controlar el dolor que lo consumía—. ¡Tú no entiendes nada! ¡Él es mi amigo!

Pero esa confesión no hizo más que alimentar la ira del rey. En un arranque de cólera, el demonio levantó su mano y abofeteó a Xyvolas con una fuerza brutal. El golpe resonó en la sala, haciendo eco en las paredes del oscuro palacio. El cuerpo del joven demonio se tambaleó, pero lo que más dolía no era el impacto físico, sino las palabras que siguieron.

— ¡Nunca volverás a desobedecerme! —Vociferó el rey—. ¡No permitiré que te acerques a esa abominación del cielo! ¡No volverás a cruzar esa frontera mientras yo gobierne!

Xyvolas, con la mejilla ardiendo y el corazón roto, cayó al suelo, incapaz de contener las lágrimas. El dolor físico era insoportable, pero el peso de las palabras de su padre lo aplastaba aún más. Sus manos temblaban mientras intentaba recoger los pedazos del dibujo roto, los fragmentos de su felicidad, pero era inútil. Su padre no solo había destruido el dibujo, había destruido también una parte de él.

— ¡No volveré a permitir que mancilles el honor de nuestra familia con esas tonterías! —Escupió el rey, antes de dar media vuelta y marcharse, dejando a Xyvolas solo, tirado en el suelo, con el alma desgarrada.

Xyvolas lloró como nunca antes lo había hecho. No era solo tristeza, era desesperación, era impotencia. Sentía una mezcla de rabia y dolor que no podía comprender, una herida profunda que su padre había dejado, tanto en su cuerpo como en su espíritu. Las lágrimas caían sobre los pedazos de papel destrozados, y aunque su mente le decía que no había esperanza, su corazón seguía gritando el nombre de Nivorys.

Durante días, Xyvolas no pudo salir de su habitación. Las heridas físicas tardaban en sanar, pero las del alma se sentían imposibles de cerrar. La promesa que había hecho en la frontera, la promesa de volver, era ahora un sueño lejano, roto como el dibujo que había guardado con tanto cuidado.

Y mientras Nivorys esperaba en el páramo, su amigo, en lo más profundo del infierno, luchaba por seguir adelante. Cada día, el dolor se hacía más insoportable, pero en lo más hondo de su ser, Xyvolas sabía que algún día, de alguna forma, volvería a ver a Nivorys. La promesa no había muerto en su corazón, aunque su padre intentara destruirla.

Y en las sombras del infierno, Xyvolas, con el cuerpo y el alma llenos de cicatrices, susurraba el nombre de su amigo al viento, esperando que, de alguna manera, ese susurro llegara hasta la frontera.

El horizonte de las Almas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora