II

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Renjun siempre había sido una persona observadora, y quizás fue esa cualidad la que lo llevó a involucrarse tanto en la vida de Jeno antes de que todo se complicara. Podía recordar claramente la primera vez que su mejor amigo le presentó a Jeno. Parecían tan felices en ese momento, tan entrelazados en su propio universo, que Renjun se sintió como un espectador más, alguien ajeno a la conexión que compartían.

Su mejor amigo solía decirle, con una sonrisa orgullosa, que había sido él quien le mostró a Jeno cómo disfrutar la vida. "Era tan serio cuando nos conocimos", le contó una vez. "Tímido, inseguro. Pero lo saqué de su zona de confort. Le mostré lo hermoso que es perderse en una ciudad desconocida, cómo es caminar por la playa a medianoche, incluso lo enseñé a apreciar el jazz, aunque lo odiaba al principio."

Renjun escuchaba esas historias con interés, viéndolos a ambos con admiración y un atisbo de envidia. Su mejor amigo había sido el primero en ver ese lado de Jeno, el primero en adentrarse en su mundo y darle un lugar seguro para crecer y experimentar. Y Jeno, en agradecimiento, le había regalado su corazón, había confiado ciegamente en él, dejando que lo guiara.

Todo parecía un sueño perfecto, hasta que el brillo en sus ojos comenzó a apagarse lentamente. Las sonrisas se volvieron tensas y los silencios, incómodos. Renjun no estaba seguro de cuándo exactamente empezó a notar la distancia entre ellos. Quizás fue cuando su mejor amigo dejó de hablar con la misma emoción en la voz al mencionar a Jeno, o cuando Jeno empezó a apartar la mirada durante las conversaciones.

Habían dejado de amarse. No de un solo golpe, no de manera dramática, sino de forma silenciosa y casi imperceptible, como la última luz del atardecer desvaneciéndose en la oscuridad de la noche. Se soltaron, poco a poco, hasta que lo único que quedaba era la nostalgia de lo que alguna vez fueron.

Renjun suspiró, mirando la foto antigua que aún guardaba en su teléfono. Una imagen de los tres, sonriendo como si nada en el mundo pudiera separarlos. Él estaba a un lado, haciendo un gesto divertido, mientras su mejor amigo y Jeno se miraban con una ternura que ahora parecía lejana. Jeno había sido el chico de su mejor amigo, el que le mostraba el mundo con cada experiencia compartida. Pero, de alguna manera, ambos se soltaron.

—¿Por qué guardas esa foto? —preguntó Jeno una tarde, acercándose silenciosamente por detrás y mirando la pantalla del teléfono de Renjun.

Renjun se sobresaltó, sintiendo el peso de la mirada de Jeno sobre él. Quiso cerrar la imagen, fingir que no significaba nada, pero no podía hacerlo. Sabía que las respuestas evasivas no iban a ayudar a aliviar sus inseguridades.

—Es solo... nostalgia, supongo —contestó en voz baja, con la garganta apretada. Era la primera vez que hablaban de ese pasado compartido de manera tan directa.

Jeno frunció el ceño, pero no con molestia. Parecía más como si intentara entender por qué Renjun aún se aferraba a esos recuerdos que, de alguna forma, pertenecían más al dolor que a la alegría.

—Sabes que ya no soy esa persona, ¿verdad? —dijo Jeno suavemente, colocándose a su lado y mirándolo de reojo. Había algo en su tono, una sinceridad tan transparente que casi dolía.

Renjun asintió, pero no dijo nada. ¿Cómo explicarle a Jeno que lo que le dolía no era el hecho de que él hubiera sido feliz con alguien más, sino que esos momentos formaban parte de una vida que Renjun nunca podría compartir del todo con él? Porque cada vez que Jeno le hablaba sobre su pasado, cuando mencionaba esos momentos de exploración y alegría que vivió al lado de su ex, Renjun se daba cuenta de que había llegado demasiado tarde.

Había llegado cuando ya no había más mundo que mostrarle. Jeno ya había visto todo, y aunque ahora era Renjun quien estaba a su lado, no podía evitar sentir que estaba viviendo en la sombra de un amor pasado.

—Lo sé —susurró al fin, girándose para mirarlo directamente. Vio la preocupación en los ojos de Jeno, la duda de si realmente Renjun estaba bien con todo eso. Pero no quería añadir más peso a sus hombros. Jeno ya había dejado ir esa parte de su vida. Ya se había soltado del pasado.

El problema era que Renjun aún no podía hacerlo.

Ver a Jeno con su mejor amigo había sido como observar una película: él era el chico que había aprendido a amar, a reír y a descubrir el mundo a su lado. Pero, al final, dejaron de amarse, como dos hojas que se separan en la corriente de un río. Se soltaron, sí, pero Renjun seguía sintiendo que él era solo una segunda oportunidad, un reemplazo para un amor que se había desvanecido.

Y esa inseguridad, ese miedo de no ser suficiente, seguía aferrándose a su corazón como una espina que no podía sacar.

—"El era tu chico, le mostraste el mundo, pero dejaron de amarse y se dejaron ir..."

Renacer - NoRenWhere stories live. Discover now