Capítulo 10 "Capítulo *Caliente*"

263 10 0
                                    

●NOTA: el capítulo que verán a continuación puede que les sea un poco perturbante.

-Sarah: ¡¿pero qué mierda?!

Estaba claro que Rico no sabía que me encontraría. Pero apenas me vió sonrió en plan: risa diabólica, y me sujetó fuerte del cuello hasta hacer que me desmayase.

Desperté amarrada a una cama. Sabía que estaba drogada, pues todo me daba vueltas, y sí, mucho tiempo atrás ya había probado la pastilla. Mis muñecas y mis tobillos estaban esposados a los extremos de la cama. Tenía mi ropa puesta. Estaba en un cuarto oscuro, dónde no había más nada que sólo la cama donde me encontraba.

Intenté poner mis manos chiquiticas para poder escapar pero se me era imposible.

-Rico: ya despertó mi hija.

Sonrió volteando su mirada hacia la parte superior izquierda de la cama, en el techo; volteé a ver qué había, y era una cámara, pero no sólo estaba allí sino en las 4 paredes, en las esquinas.

-Sarah: ¿qué quieres de mi?- le dije con voz bajita, ya que la droga no me dejaba hablar ni moverme mucho.

-Rico: Venganza. ¿Porqué? Pues porque me dejaste tirado con una bala, y con la policía.

-Sarah: sí, pero no dije nada nunca a nadie. Déjame en paz. Por favor.- quería apelar a su lado bueno. Pero ese ser no tiene sentimientos.

-Rico: No.

Se estaba acercando a mí, lentamente y con algo en las manos, pero no ví bien qué era. Me colocó cables en el rostro. Rápidamente supe que era un aparato de tortura. Y comencé a sudar.

-Sarah: Escucha. Podemos hacer todo lo que tu digas, te prometo hacerte caso.

Ignorandome por completo me "enchufó" cada una de esas cosas, dos a los lados de mi frente. Dos, justo en mis pesones. Y una más, en mi pélvis.

Tenía la ropa puesta pero igual, cuando apretó el botón de encedido, el dolor era demasiado fuerte, insorpotable. Los ojos se me tornaron rojos, sentía que toda la sangre que bombeaba de mi corazón se iba directamente hacia mi cabeza. Imaginaba que toda la parte del pecho estaba morada, y la parte de la pélvis igual.
Me encontraba sudando, con la respiración cansada, los ojos se me querían cerrar sólos.

Terminó de torturarme y comenzó a quitarme los cables.
-Rico: listo, preciosa. La corriente hizo su trabajo. Ablandó tu ropa, y ahora será más fácil rasgarla.

Sin poderme mover mucho dejé que se acercara, pero no le quitaba la vista de encima.
Sin más, me rasgó toda la camisa y la lanzó al suelo, luego el pantalón, dejándome en ropa interior.

Se retiró, recogió la ropa del suelo, abrió la puerta y se fue.
Quería moverme pero no podía, si me movía a la derecha, el cuerpo tenía tanto peso que me impulsaba a la izquierda. Era cómo luchar contra la gravedad.

Volvió después de un rato con un palo extraño, era negro y un poco más grueso y largo que un tubo del papel de baño, tenía pepitas resaltantes, de color dorado, por todas partes, y un botón de acción rojo.

Me lo comenzó a pasar por los dedos de los pies, y poco a poco lo iba subiendo, no hacía nada, pero igual tenía miedo, y comencé a llorar en silencio. Subió hasta llegar a mi pantaleta (era de color morada al igual que mi sostén) y le dió pequeñas vueltas, mirándome fíjamente. Siguió subiendo por mis curvas hasta llegar a la raya que se hace entre los dos senos. Se acercó mucho y me susurró, sus lábios estaban muy cerca de los míos.
-Rico: debiste haberte suicidado cuando comenzaste a ver que todo lo malo caía sobre ti.

A penas terminó la frase, apretó el botón rojo y rápidamente me puso el palo extraño en la vagina, no adentro, pero sí cerca del clitoris.
Grité muy fuerte del corrientazo y le escupí con la poca saliba que tenía en mi boca, en la cara, cerca del ojo, se alejó de mi y me lo volvió a hacer en el mismo lugar.
Volví a gritar y movía mi cuerpo en Zig Zag para que no me diera, pero nunca falló, bueno, a veces me daba en la pierna, pero siempre me daba a mí.
Lo siguió haciendo hasta que se cansó y se fue de la habitación.

Estaba cansada y llorando a moco suelto.

-Rico: ay, pero que asco. Ten, te traje una manguera para que le refresques.

Comenzó a hecharme de ese líquido en todo mi cuerpo, no era agua, ni pipi, gracias a Dios. Pero era aceite, y se sentía asqueroso. Lo peor de todo es que tragué un poquito.

-Rico: ¿te estás ahogando? Te traeré algo de beber.

Me obligó a tragarme el café caliente que me trajo, al principio escupí poco, que me cayó en el cuello y en los senos, estaba hirviendo. Y lo que me pude pasar, también estaba caliente.

Dejó la habitación, y ya me estaba hartando, ya quería salir. Al volver trajo el mismo palo pero con un tijera, cinta adesiva y ganchos de ropa.

Ya sabía a qué venía esto. Y obvio me asusté. Comencé a gritar como loca desesperada. Él sólo se fue, y volvió con una vela encendida.

-Rico: ya cállate.

-Sarah: ¡NO! basta, por favor, no me hagas daño.

Comenzó a tararear una cancioncita irritante mientras con las tijeras me cortaba la panti.

-Sarah: por favor, basta.

-Rico: agh, te recomiendo que te quedes quieta o te va a doler.

-Sarah: por favor...

-Rico: ¿sabes qué? Me harté de tu voz.
Arrancó un pedazo de cinta adesiva y la puso en mi boca.
-Listo, para que cierres esa boca.

Se me volvieron a poner los ojos llorosos.

Terminó de cortarme la panti y se fue a mi sonstén, pero no lo cortó, sólo lo subió, así como para que se me vieran los senos caidos, bueno.

Se dió la vuelta y buscó la vela, dejó caer un poco de su cera en mis labios vaginales. Ardía, quemaba, dolía, pero no grité, no quería darle el gusto, sólo arrugué mi cara y apreté fuertemente los ojos.

Hizo lo mismo con mis senos y no grité tampoco.

Se dió la vuelta como para buscar algo más, el palo.
Pero en eso, sonó un teléfono local. En ese instante fue que me dí cuenta que me encontraba en una casa, en el sótano o algo así, apenas Rico salió a contestar comence a moverme y a intentar gritar, pero mi boca estaba sellada, no creo que alguien pudiera escucharme.

Seguía moviendome, aunque sé que no podría soltarme y que Rico volvería pronto...

#LaSometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora