25. Sam: Genio o Imbécil. No lo Sé

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Miré mi reflejo en el espejo, con los ojos ligeramente enrojecidos por haber llorado antes. "No más lágrimas", me dije, tomando una toalla para secarme el cabello después de haber salido de la ducha.

Hoy será diferente.

Y con esta determinación acabo bajando a la playa

Ya con los pies descalzos sobre la arena caliente, dejo que el sonido de las olas y la brisa marina me envuelvan. El calor del sol en mi piel se mezcla con el frescor del aire salado. Por un momento, mis pensamientos se calman, y solo puedo enfocarme en algo tan simple como estar aquí, en la playa, con mis amigos.

Con la toalla colgada en mi hombro, los busco con la mirada. Las risas y voces no tardan en guiarme. Primero, veo a Yuki y Ana tumbadas sobre sus toallas, ambas charlando y mirando hacia el mar. Ana se ríe de algo que Yuki le dice, aunque Yuki parece más concentrada en observar las olas, calculando el mejor momento para meterse al agua.

Más allá, cerca de la orilla, están Luz y Emma. Como siempre, las gemelas han decidido que es más divertido saltar entre las olas que quedarse quietas. Salpican agua y se ríen a carcajadas, sin preocuparse de nada. Esa energía tan propia de ellas es contagiosa. Sonrío, sabiendo que, aunque no comparta su entusiasmo, siempre logran que todo parezca mejor.

Pero no veo ni a Emilia ni a Seo-jun, lo que hace que un pequeño nudo se forme en mi estómago. ¿Dónde estarán?

Suspiro y me acerco un poco más al agua, dejando que la brisa juegue con mi cabello y sintiendo la arena cálida bajo mis pies. Y entonces, por fin los veo. Están con Lidia y Sam.

¡Mi Sam! A ese pequeño desgraciado quería yo ver.

—¡Sam! —grito llamando su atención.

—¡Abril! ¡Tienes que venir! —exclamó, moviendo los brazos como si estuviera dirigiendo el tráfico.

Me acerqué, sonriendo nerviosamente, pero el ambiente cambió de inmediato cuando vi a Mateo al lado de Sam. Mis pies se detuvieron en seco. Mateo, con su habitual sonrisa encantadora y su actitud despreocupada, parecía no notar la incomodidad que su presencia causaba en mí.

—Mira lo que he encontrado —dijo Sam, señalando a Mateo como si fuera un trofeo.

Mateo se acercó, lanzando una mirada rápida hacia mí. Su sonrisa se amplió y mis nervios aumentaron. La última vez que lo vi, la situación había sido tensa y llena de conflictos. No sabía si quería lidiar con él en ese momento.

—Hola, Abril —dijo Mateo, como si nada hubiera pasado.

—Hola —respondí, tratando de mantener mi voz firme.

Fue entonces cuando Sam y Mateo empezaron a hablar al mismo tiempo, interrumpiéndose el uno al otro con una intensidad que me hizo sentir como si estuviera en medio de un juego. Me reí nerviosamente, intentando relajar la atmósfera, pero el sudor frío me recorría la espalda.

—La hemos liado —dijimos al unísono.

Ambos nos miramos, sorprendidos por la coincidencia, pero la tensión seguía presente.

—¿De qué hablas? —preguntó Sam, frunciendo el ceño.

—Nada serio, solo algunos malentendidos, como siempre —respondió Mateo, con esa confianza que tanto me irritaba.

—¿En serio? Porque yo tengo un problema serio —dije, tratando de cambiar el tema y a la vez buscando apoyo en Sam.

Mateo arqueó una ceja, su interés despertándose.

—¿Qué has hecho ahora, Abril?

—Nada que te concierna —respondí, mirando a Sam. Mi corazón se aceleraba. Era el momento de hablar con él, pero no podía hacerlo con Mateo rondando por ahí.

Amor verdadero, nunca cumplidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora