18. La moto hace brum brum

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Ay que nervios, después de tener nuestro entrenamiento cuando ya se estaba acercando la hora de la carrera nos subimos en nuestras motos y volvemos al mismo lugar donde le dije al jefe de un prostíbulo ilegal que la tenía pequeña.
En el libro de "a través de mi ventana" decían que todo comenzó con la clave de wifi. Bueno pues en el mío todo comenzó con "pequeña la tienes"
Dentro de lo malo no es tan malo, gracias a eso he conocido a Seo-jun quien cada vez siento más cosas por él y por primera vez desde que corté con mi ex empiezo a creer en el amor. Solo que ahora no son mariposas lo que siento, sino ganas de vomitar.

—Seo-jun no estoy preparada para esto.

—Si lo estás, has practicado mucho.

—tambien práctico mucho para los exámenes de mates y suspendo.

Estamos dentro del recinto donde se escucha la música y se huele la mariguana por cada esquina. Es raro que con tanto jaleo la policía no se haya dado cuenta a un de que esto existe. Seo-jun también parece que tiene una carrera hoy por qué lleva un traje de motero que le queda diez de diez. Está Gonzalo con nosotros ya que es el mecánico de Seo-jun y empieza revisar nuestras motos mientras nos habla pero yo estoy sin hacer ningún caso por qué estoy muy asustada. Mis manos están temblando, y no estoy seguro de si es por la emoción o el miedo. Miro a los otros corredores, todos con sus cascos ya puestos, viseras abajo, preparados para lo que viene. Me pregunto si ellos también están sintiendo lo mismo, si también tienen ese nudo en el estómago que no se deshace, aun que lo dudo, ellos ya son profesionales.
El tiempo parece detenerse. Todo está en pausa, como si el mundo estuviera esperando este momento tanto como yo. Me siento fuera de lugar, como si de repente me diera cuenta de la locura en la que me estoy metiendo. Los rumores sobre las carreras ilegales siempre hablaban de la adrenalina, de la velocidad, pero nunca de los nervios previos. Nadie me dijo que la espera sería lo más difícil, que sentiría este peso en el pecho.

Tengo el culo cerrado y no es por un examen de física.

Justo cuando siento que los nervios van a superarme, escucho un murmullo familiar detrás de mí. Me giro y ahí están, mis amigas, con sonrisas amplias y miradas que irradian confianza. No esperaba verlas aquí, pero de alguna manera su presencia me hace sentir un poco más en control.

—¿Así que esta es la famosa carrera de la que no dejabas de hablar? —dice Ana, con ese tono burlón que siempre usa para aliviar la tensión. Me lanza una mirada rápida a mi moto y luego vuelve a mirarme a mí. —No te preocupes, vas a hacerlo genial. Solo respira.

Mi segunda madre Emilia, se acerca y me ajusta un poco el casco, asegurándose de que esté bien colocado.

—Ya sabes lo que haces. Has practicado esto mil veces, no hay razón para que te pongas nerviosa ahora—dice, su voz tranquila es un ancla en medio del torbellino que tengo en la cabeza.

Parece que se le ha quitado el enfado de esta mañana, menos mal.

—Y si no ganas —, añade Luz con una sonrisa pícara —te compramos una cena enorme para que se te pase el disgusto— todas se ríen, y yo no puedo evitar unirme a ellas, aunque sea un poco forzado.

Cuando terminan de animarme escuchamos en los altavoces un "Marcos y Abril acudan a la linea de salida"
Cuando escucho eso las miro paniqueada, todos sus ánimos no han servido por qué vuelvo a estar nerviosa, pero entonces Seo-jun me agarra del brazo y tira de mi para envolverme en un cálido abrazo que me deja totalmente en blanco.

—He visto como manejas y he corrido contra Marcos, creeme cuando te digo que le vas a ganar. Que digo, no le vas a ganar, le vas a pegar la paliza de su vida que no va ha volver a querer coger una moto en su vida de tanta humillación. —Su intento de darme ánimos me causa una risita y correspondo su abrazo.

—Gracias...

—Ahora ve y demuéstrale de lo que vales.

La moto ruge debajo de mí, vibrando con una energía que siento hasta en los huesos. Mi corazón late a mil por hora, golpeando con fuerza en mi pecho, como si intentara escapar. La adrenalina corre por mis venas, llenándome de una mezcla de emoción y miedo que apenas puedo controlar. Miro a mi lado y el tal Marcos ya está colocado a mi lado junto con su moto. Su casco no me permite verle la cara y me da exactamente igual por qué los nervios a un así no se me van a quitar.

Intento concentrarme, repitiéndome que puedo hacerlo, que todo saldrá bien, pero no puedo ignorar el nudo en mi estómago. Las manos me sudan dentro de los guantes, el manillar se siente resbaladizo, y me esfuerzo por mantener un agarre firme. Sé que no hay vuelta atrás. Esta es la línea de partida, el punto de no retorno.Cuando el semáforo improvisado parpadea en verde, el mundo explota en movimiento. Acelero a fondo, sintiendo cómo la moto se lanza hacia adelante, casi saliendo de control. El viento azota mi rostro, y la velocidad lo consume todo: el miedo, las dudas, incluso el sonido de mi respiración pesada. Ahora solo existimos la moto y yo, volando por la carretera en un torbellino de luces y sombras, donde el límite entre la vida y la muerte se difumina con cada curva.

La primera recta es un desafío de pura velocidad. Acelero al máximo, sintiendo el viento azotarme la cara, obligándome a inclinarme más sobre el manillar. El chico sigue allí, apenas una mancha en mi visión periférica, cada vez más cerca. Nuestras motos rugen al unísono, una sinfonía de poder y riesgo. Miro de reojo, viendo cómo se adelanta un poco, pero me niego a dejarme intimidar. Respiro hondo y sigo empujando la máquina al límite.La primera curva se aproxima rápidamente, una serpiente oscura que parece devorar la carretera. Sé que aquí es donde se decide todo. Es un juego de habilidad, más que de velocidad, y lo sé bien. Bajo un poco la velocidad, justo lo necesario para no perder el control, mientras el chico sigue adelante, quizás demasiado confiado. Lo veo inclinarse con fuerza, intentando mantener la delantera.En ese instante, hago mi movimiento. Mantengo la línea interior de la curva, arriesgándome a acercarme más al borde, sintiendo cómo la moto casi roza el asfalto. Mi corazón late furioso en mis oídos, pero todo se reduce a esta decisión: arriesgarlo todo o quedarme atrás. Y no voy a quedarme atrás.Siento la vibración bajo mis pies cuando la moto responde a la perfección, doblando la curva con una elegancia feroz. Salgo de la curva con una velocidad renovada, adelantándolo por un instante. Mi ventaja es pequeña, apenas un par de metros, pero es suficiente para encender la chispa de la victoria en mi mente. El chico se da cuenta y acelera, pero yo no voy a dejar que recupere terreno.

Mi concentración es total, cada músculo en mi cuerpo está en sintonía con la máquina, sintiendo cada vibración, cada cambio en el terreno bajo las ruedas. El chico sigue ahí, casi a mi lado, pero ahora es diferente. Ahora soy yo quien marca el ritmo, y él está forzado a seguirme.La recta final aparece ante nosotros, y sé que esto es todo. Ambos estamos empujando al máximo, pero siento que mi moto todavía tiene algo más que dar. Acelero con todo lo que tengo, escuchando el motor rugir como nunca antes. El chico intenta lo mismo, pero puedo ver en su postura, en la manera en que su moto tiembla, que está al límite.El asfalto pasa como un borrón bajo nosotros, y por un segundo, es como si estuviéramos volando. La línea de meta se acerca rápidamente, y sé que no hay espacio para errores. Siento su presencia justo a mi lado, pero estoy concentrada, cada fibra de mi ser enfocada en ese último segundo.Cruzo la línea. No estoy segura de quién ha ganado, pero el grito de euforia que escapa de mis labios me dice que, gane o pierda, he dado todo lo que tenía. El chico frena junto a mí, ambos jadeando, todavía temblando por la descarga de adrenalina.

El sonido de los motores va disminuyendo hasta convertirse en un eco distante, y la realidad empieza a filtrarse de nuevo en mi mente. Mi respiración es pesada, mi corazón todavía late como un tambor en mi pecho, pero lo más fuerte es esa mezcla de incredulidad y euforia que me envuelve. Aún no sé quién ha ganado. No estoy segura de nada, excepto de que he cruzado la línea dando todo lo que tenía.Entonces lo escucho.

—¡La ganadora Abril!

Gané.

Amor verdadero, nunca cumplidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora