23. Cobarde

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Llegamos al apartamento que hemos alquilado para una semana y es precioso. Lo primero que notas al entrar es lo espaciosa y luminosa que es. En la planta baja, hay un garaje donde caben dos coches, lo que es ideal para no estar media hora buscando donde aparcar cerca.
Al pasar por el recibidor, te encuentras con una gran sala de estar, con grandes ventanales que inundan el espacio de luz natural, está equipada con un amplio sofá en forma de L, ideal para reuniones o simplemente descansar junto a la chimenea. Todo el suelo es de madera clara, lo que le da un toque cálido y moderno. Justo al lado, la cocina abierta está completamente equipada con electrodomésticos de acero inoxidable y una isla grande que sirve tanto para cocinar como para disfrutar de comidas informales. La mesa del comedor, ubicada en un rincón lleno de luz, es perfecta para las  cenas. También en la parte de abajo hay una de las habitaciones con una de las camas de matrimonio.

Subiendo las elegantes escaleras, llegas al segundo piso, donde se encuentra mi refugio personal. Mi habitación es enorme, con una cama king-size en el centro y una vista impresionante hacia el jardín y la piscina a través de las puertas corredizas de cristal. Al fondo está el vestidor, y más allá, el baño en suite, que tiene una bañera de lujo en la que puedo perderme horas. El resto del piso está dedicado a las habitaciones de invitados, cada una con su propio estilo y todas conectadas a un baño privado. Todas las camas son de matrimonio por lo que vamos a tener que que compartir. En total son 4 habitaciones, tres arriba y una  abajo.

Pero eso no es todo, ahora viene lo mejor. Lo mejor de la casa es el espacio exterior. Al salir por las puertas del salón, llegas a una terraza de madera donde hay varios sillones, ideales para disfrutar del clima mientras se observa la piscina, que tiene un diseño moderno y elegante. Las palmeras alrededor del jardín le dan un aire tropical, perfecto para desconectar y disfrutar de la tranquilidad del lugar.

Es perfecto para olvidarme de Marcos.

—Esto era lo que necesitaba —Digo finalmente sentándome en uno de los sillones de afuera enfrente a a la piscina. Con los ojos cerrados disfrutando del ambiente.

—¡BOMBA! — escucho gritar a Ana y cuando abro los ojos ya estoy empapada por su culpa.

—¡Imbécil! — Le grito levantándome rápido de mi sitio para ver cómo me ha mojado la ropa. Y no ha sido tanto, el tanto ha sido cuando a empezado a salpicar aposta.

Yo obvio pego un grito y cuando por fin parece saciar sus ganas de joder se empieza a reír la desgraciada al ver cómo he quedado totalmente mojada. Mientras los demás nos veían y se reían de mí, porque conmigo desde luego no se están riendo. El sonido de risas resonaba alrededor de la piscina, y antes de que pudiera reaccionar, sentí cómo unas manos me empujaban al agua. El frío repentino me envolvió, y cuando salí a la superficie, jadeando, mis amigas ya se estaban riendo a carcajadas desde el borde de la piscina.

—¡Eso te pasa por quedarte distraída! —gritó Emma, con una sonrisa traviesa en el rostro.

Me quedé un momento flotando, con la ropa completamente empapada y el agua resbalando por mi cara. Sentía cómo mi ropa chorreaba agua por todas partes. Me acerqué a las escaleras, con el cabello pegado a la frente y el peso de la ropa mojada haciendo que el simple hecho de salir de la piscina fuera un reto.

—¡Ay, Abril! —Ana no podía parar de reír— Lo siento, pero tendrías que ver tu cara.

Yo también me reí, más por la situación que por otra cosa. Era típico de mis amigas hacerme alguna broma. Sin embargo, la risa se me congeló en la garganta cuando vi que, justo detrás de mi, estaba Seo-jun. Mis ojos se abrieron de par en par. Ahí estaba él, mirándome con una sonrisa suave y, para mi desgracia, una toalla en la mano para darme.

"Mierda, no puedo ni mirarle a la cara", pensé, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas. No era suficiente con estar empapada y haciendo el ridículo, tenía que ser él quien me viera en este estado, justo después de la vergonzosa confesión que había hecho borracha.

—¿Estás bien? —preguntó Seo-jun, acercándose con esa calma que siempre tenía, pero con una leve sonrisa en los labios.

—Sí, claro... solo un pequeño chapuzón inesperado —dije, riéndome nerviosamente, tratando de sonar despreocupada mientras el agua goteaba de mi vestido.

Me ofreció la toalla, y al extender la mano para tomarla, mis dedos rozaron los suyos. El simple contacto me hizo detenerme por un segundo, como si todo el aire a mi alrededor se hubiera evaporado. Me obligué a apartar la mirada, intentando disimular lo incómoda que me sentía.

—Gracias —murmuré, tomando la toalla y envolviéndome en ella rápidamente.

No sabía dónde meterme. Mi corazón latía desbocado, no por el agua fría, sino por la sensación de estar frente a Seo-jun después de lo que había sucedido aquella noche en el bar. Las palabras que le había dicho borracha seguían frescas en mi memoria, y la forma en que me había mirado en ese momento… "Ojalá me lo dijeras sin estar ebria." Su frase seguía resonando en mi cabeza y no paraba de preguntarme porque me dijo eso. ¿Quiere que se lo diga? Ay no sé.

Intenté mantenerme calmada, pero cada vez que levantaba la vista, me encontraba con sus ojos fijos en mí, y me sentía más expuesta que nunca. No solo por la ropa mojada, sino por lo que había quedado sin decir entre nosotros.

—Te ves… bueno, te ves bien —bromeó Seo-jun, señalando mi estado empapado.

Me reí nerviosamente otra vez, aunque quería que la tierra me tragara. Sabía que tenía que decir algo, pero las palabras no salían. La situación era demasiado incómoda, y cada segundo que pasaba me hacía sentir más torpe.

—No, no lo estoy —admití, bajando la mirada y frotando mi cabello mojado con la toalla—. Esto es… ridículo.

—No es ridículo —dijo él suavemente—. Pasa todo el tiempo.

Lo miré de reojo, y por un segundo, sentí que todo lo que había entre nosotros estaba a punto de salir a la luz. Podía verlo en su expresión, en la forma en que sus ojos se suavizaban al mirarme, como si estuviera esperando que dijera algo más. Pero no podía. No allí, con mis amigas cerca y mi ropa chorreando agua por todas partes.

—Abril, sobre lo que dijiste aquella vez... —Seo-jun comenzó, su tono más bajo, casi como si no quisiera que los demás lo escucharan.

Mi corazón dio un vuelco, y me tensé de inmediato. "No aquí, no ahora", pensé desesperadamente. No podía hablar de eso mientras estaba empapada y con la vergüenza aún palpitando en mis mejillas. Sin pensarlo dos veces, decidí recurrir a la salida más fácil: fingir que no recordaba nada.

—¿Decir? ¿Que dije? —pregunté con una sonrisa nerviosa, mirando a todos lados menos a él mientras me secaba el cabello con la toalla. Fingir amnesia parecía la única opción viable— Si dije algo raro, ya sabes... seguro que estaba borracha.

Mi risa era forzada, y lo sabía. Sentí cómo sus ojos seguían fijos en mí, evaluando si de verdad no recordaba o si solo estaba tratando de escapar de la conversación. Yo, por mi parte, evité mirarlo directamente, enfocándome en arreglar la toalla alrededor de mi cuerpo como si eso fuera lo más importante del mundo en ese momento.

—¿De verdad no te acuerdas? —preguntó Seo-jun, con un tono que me hizo levantar la vista por un segundo.

Sus ojos me buscaban, serios pero con una mezcla de curiosidad y algo de decepción. Tragué saliva y, sin saber cómo manejar la situación, seguí con mi actuación.

—Bueno... —empecé, mordiéndome el labio y fingiendo pensar—. Si dije alguna tontería, no la tengas en cuenta, ¿vale? Ya sabes cómo me pongo cuando he bebido. A veces digo cosas sin pensar… ya sabes, tonterías.

—Entiendo —murmuró, aunque su tono parecía decir algo más.

Me miró un momento más, como si esperara que cambiara de opinión, pero cuando vio que no lo haría, asintió una vez más y se apartó, dejándome envuelta en mis propios pensamientos.

Lo observé alejarse, sintiendo que había esquivado una bala, pero sabiendo que la conversación inevitablemente volvería. Mientras tanto, me envolví aún más en la toalla y me reuní con mis amigas, fingiendo que todo estaba bien, aunque el nudo en mi estómago decía lo contrario.

Amor verdadero, nunca cumplidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora