24. Unos tequilas

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Las luces del día empezaban a declinar cuando miré por la ventana. Estábamos de vacaciones, un grupo de amigos que había decidido escaparse a Alicante por unos días. Habíamos planeado tardes en la playa, noches de risas y, sobre todo, desconectar de la rutina. Pero hoy, todo lo que quería era desaparecer bajo las sábanas y no enfrentarme a la realidad, especialmente a Seo-jun. Después de aquella noche en la que, borracha, me había declarado, no podía dejar de sentirme como una completa tonta. Y, por si no fuera poco, estábamos todos juntos en la misma casa, susurrando recuerdos que preferiría olvidar.

Habíamos terminado de comer rápido, con la intención de aprovechar al máximo nuestro primer día. Después de unas horas en la piscina y mi chapuzón obligado. Yǔqí llegó hasta el salón donde nos encontramos con una propuesta de que hacer está tarde. Ya que queríamos hacer algo antes de ir a cenar pero no sabíamos el qué.

—¡Chicos! —dijo Yǔqí, con una sonrisa que no podía ocultar—. Esta tarde nos vamos a la playa, ¿quién se apunta?

—Yo, obviamente —respondió Emilia, levantando la mano—. No vine hasta Alicante para quedarme encerrada.

—¿Es necesario que responda a eso?  —dijo Ana, levantándose del sofá. —Claro que voy

—Nosotras también vamos, ¿verdad, Luz? —dijo Emma, mirando a su hermana.

—Si —respondió Luz, entusiasmada.

—¿Y tú, Abril? —preguntó Yuki, dirigiendo su atención hacia mí—. Tienes que venir, no te vas a quedar aquí sola.

Sentí que todas las miradas se posaban sobre mí y rápidamente busqué una excusa.

—Eh... no sé, creo que me siento un poco mal. Me dio algo de frío en la piscina antes —respondí, tratando de sonar convincente.

—¿Frío? —repitió Emma, levantando una ceja—. Hace 36 grados, Abril.

—Bueno, no sé… será el cambio de temperatura, pero creo que mejor me quedo descansando —insistí, evitando mirar a Seo-jun, que estaba sentado cerca.

—¡Vamos, mujer! —dijo Emma, entre risas—. Un bañito en la playa te vendrá mejor que quedarte aquí. Además, no tienes excusa, estamos todos yendo.

Seo-jun, que estaba de pie cerca de la puerta, me miró con una pequeña sonrisa. Sentí cómo el corazón me daba un vuelco y desvié la mirada rápidamente. La sola idea de pasar la tarde con él, fingiendo que todo estaba bien, me hacía sentirme aún peor.

—Si no te sientes bien, no te preocupes —dijo Seo-jun, con ese tono suave que solo me ponía más nerviosa—. Puedes quedarte y te traemos algo si quieres.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar su voz. Me mordí el labio, tratando de no perder la compostura.

—De verdad, chicos, creo que es mejor que me quede descansando un poco —insistí, mirando de reojo hacia el suelo.

—Está bien, si cambias de opinión, nos avisas —dijo Emilia, con una sonrisa comprensiva mientras recogía sus cosas.

—Nos vemos luego, entonces —añadió Ana, guiñándome un ojo antes de seguir a las demás.

Asentí, sin atreverme a decir nada más, y me dirigí a mi habitación. Cerré la puerta tras de mí y me dejé caer sobre la cama, cubriéndome el rostro con las manos. El aire estaba pesado, y sentía que no podía respirar con normalidad. Todo el alivio que debería sentir por estar de vacaciones se veía opacado por mi miedo y mi confusión

"¿Qué estoy haciendo?", me pregunté, mirando el techo. Por un lado, sabía que sentía algo muy fuerte por Seo-jun, pero por otro lado, el miedo no me dejaba avanzar. La relación con mi ex, Marcos, me había dejado una marca profunda, una herida que todavía no sanaba del todo. A pesar de estar lejos de él, el trauma seguía ahí, impidiendo que pudiera confiar plenamente en alguien de nuevo."¿Qué hago?", pensé, con lágrimas comenzando a formarse en mis ojos. Quería tanto a Seo-jun, pero la sola idea de abrirme a él me aterrorizaba. ¿Qué pasaría si algo salía mal? ¿Y si me lastimaba, como lo hizo Marcos? No podía soportar la idea de pasar por ese dolor otra vez.

Me quedé en silencio por unos minutos, dejándome consumir por el miedo y la incertidumbre. Fue entonces cuando escuché un suave golpe en la puerta y Emilia entró en busca de su toalla que se había olvidado.

—Soy estúpida, me he dejado la toalla—Dice pasa do como si nada hasta que me mira —Abril, ¿estás bien? —preguntó Emilia, deteniéndose en seco. De inmediato su tono cambió, pasando de alegre a preocupado.

Levanté la vista rápidamente, sorprendida de que me hubiera visto en ese estado. Me pasé las manos por los ojos de forma apresurada, intentando disimular.

—Sí, sí, estoy bien... —respondí con una sonrisa forzada, aunque sabía que Emilia no se tragaría la mentira.

—No soy estúpida, ¿qué pasa? —insistió, acercándose y dejando la toalla a un lado.

Suspiré, sabiendo que no podía ocultarle nada a Emilia. Ella siempre había sido perceptiva, y aunque intentara esquivarla, no me dejaría en paz hasta que le contara la verdad.

—Es que... he estado pensando en lo de Seo-jun, y... —mi voz se quebró ligeramente—. No sé qué hacer. Me siento confundida, y asustada.

Emilia no dijo nada, simplemente me miró con comprensión. Aproveché ese silencio para soltar lo que llevaba dentro.

—Lo quiero, Emilia, pero tengo miedo. Mucho miedo.—admití finalmente, con la voz quebrada —Lo que pasó con Marcos... todo fue tan... —mi voz temblaba mientras intentaba encontrar las palabras—. Fue abusivo, me controlaba, y no puedo sacarme ese miedo de la cabeza. ¿Qué pasa si con Seo-jun todo termina igual? No puedo... no puedo volver a pasar por eso.

Emilia me miró durante unos segundos más, y luego me abrazó. Sentí el calor de su abrazo y, de repente, todas las emociones que había estado reteniendo explotaron. Las lágrimas comenzaron a caer, y me aferré a ella como si fuera mi salvavidas.

—No estás sola en esto, Abril —dijo en voz baja—. Lo que te hizo Marcos fue horrible, pero eso no significa que todos sean como él. Seo-jun no es Marcos.

Asentí lentamente, aunque el miedo seguía presente. Quería creerle, quería confiar en que las cosas serían diferentes, pero la incertidumbre era abrumadora.

—Lo sé... —murmuré—. Pero tengo tanto miedo.

Emilia se sentó a mi lado mientras intentaba secar las lágrimas disimuladamente. Me miró con preocupación y una pequeña sonrisa de comprensión.

—Mira, Abril, si ese tío te hace feliz —dijo con su típico tono directo—, no seas imbécil.

La miré, sorprendida por su franqueza, pero ella siguió hablando sin perder el ritmo.

—No pienses en cómo va a terminar. Solo disfrútalo, ¿vale? —agregó, colocándome una mano en el hombro—. Sé feliz, y a la mierda lo demás.

Solté una pequeña risa, aunque mis ojos aún ardían de haber llorado tanto.

—Pero, Emilia, ¿y si todo sale mal? ¿Y si me rompe el corazón? —pregunté con voz temblorosa.

Emilia me miró fijamente, como si ya supiera la respuesta desde hace mucho.

—Pues si te rompe el corazón, compramos unos tequilas y nos ponemos hasta la madre —dijo, alzando las cejas con una sonrisa tranquilizadora—. No vivas nunca con miedo, Abril. No sirve para nada.

Sus palabras resonaron en mi cabeza. Sabía que tenía razón. No podía seguir permitiendo que el fantasma de Marcos controlara mis decisiones. Pero aún así, la idea de abrirme de nuevo me aterrorizaba.

—Gracias —murmuré, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano.

—Si necesitas más tiempo, tómalo. Nadie te está apresurando, pero no seas estúpida y lo dejes pasar.

Asentí de nuevo, sabiendo que necesitaría tiempo para procesarlo todo. Pero también sabía que, eventualmente, tendría que enfrentar mis miedos y hablar con Seo-jun.

—Nos vemos en la playa si decides venir —añadió Emilia antes de levantarse. —Estamos con Sam y los demás. Sam está preguntando por tí. Hazle un favor y ve.

Me quedé sola en la habitación, mirando al techo y preguntándome qué debería hacer. Mi corazón anhelaba estar cerca de Seo-jun, pero mi mente seguía llena de dudas.

¿Sería capaz de confiar en alguien de nuevo?

No lo sé, pero lo voy a descubrir

Amor verdadero, nunca cumplidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora