21.Tengo que hacer borrón y cuenta nueva

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Hoy era mi segunda carrera y en lugar de centrarme en lo que debería ser importante, no podía dejar de pensar en esas malditas notas. No solo me habían arruinado los últimos días, en los que según mis amigas decían estaba mejor, sino que habían logrado lo imposible: que dudara de todo y de todos. Decidí que ya era suficiente. Hablaría con Mateo después de la carrera, lo confrontaría directamente. No quería que siguieran jugando así conmigo. Ya tenía suficiente con Marcos.

La carrera fue un tanto borrosa para mí, como si la hubiera corrido en piloto automático. Mis pies golpeaban el suelo, mi corazón latía rápido, pero mi mente estaba en otro lado. Al cruzar la línea de meta, noté que las sonrisas y las felicitaciones no llegaban a tocarme. Apenas respondí a los aplausos. Todo lo que quería era terminar de una vez con lo que me estaba atormentando. Me dio igual incluso haberla ganado.

Engañe a Seo-jun para conseguir que me dejara sola un momento diciéndole que iría al baño cuando en realidad fui directa al club, más específicamente: al despacho de Mateo.  No toque la puerta ni siquiera pase del tirón.

—Hombre, mira quién está aquí, Abril. Oye un conseguito; para la próxima llamas a la puerta que puede que te encuentres una imagen un tanto desagradable —Obvio entendí a que se refería. Follar con alguna.

—Dejate de guarradas y dejame en paz. No quiero ver ninguna de tus notas más.

Le mostré las notas, esas hojas llenas de palabras crueles, y le exigí que me dijera la verdad. Mateo me miró, al principio confundido, luego serio, y finalmente negó con la cabeza.

—No fui yo — dijo con voz firme. —No tengo idea de dónde vienen esas notas, pero te prometo que no soy yo quien te las está dejando.

Sus palabras me golpearon como una cubetada de agua fría. Había estado tan segura de que él era el responsable, pero en su voz había algo que me hizo dudar. Me quedé en silencio, sintiendo cómo las piezas del rompecabezas se volvían a desordenar en mi cabeza. Si no era Mateo, entonces, ¿quién? Y ahí fue cuando un nombre apareció en mi mente, casi como un susurro: Marcos.

Mateo seguía mirándome, esperando que yo dijera algo, que le creyera. Y aunque una parte de mí aún quería aferrarse a la sospecha de que él era el responsable, sabía que estaba siendo injusta. No podía culparlo por algo sin pruebas. Asentí lentamente y guardé las notas en mi bolso, sin saber qué más decir.

Estaba apunto de salir por la puerta hasta que me llamó

—Abril, estás a salvo.

—¿Eh?

—Aqui estás a salvo. No se le permite el paso a Marcos.

Guay, eso es algo a me toma por sorpresa. El que Mateo me quiera a salvo, seguramente para su propio beneficio pero sienta bien. Salgo de ahí con la intención de buscar a Seo-jun ya que me había alejado de él y podría estar preocupado. Estoy sumergida en mis pensamientos mientras lo busco que me choco sin querer con alguien muy parecido a Marcos. Le pido disculpas y me alejo rápido de allí, puede que no sea Marcos pero el simplemente recordarlo me asusta.

No podía dejar de pensar en lo que acababa de pasar. Mis manos aún temblaban ligeramente, y aunque Mateo había asegurado que Marcos no podía pasar, la tensión seguía anclada en mi pecho. Respiré hondo, tratando de convencerme de que todo estaba bien, que lo peor ya había quedado atrás. Pero aún sentía esa presencia amenazante, como si las sombras se alargaran solo para recordarme que nunca estaría completamente a salvo. No mientras Marcos siguiera siendo una amenaza.

—No puede pasar… no puede pasar —me repetía una y otra vez, casi como si esas palabras fueran un conjuro para mantener a raya el miedo que seguía arremolinándose en mi interior.

Amor verdadero, nunca cumplidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora