Limite

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Últimamente Satoru se encontraba enojado, pues siempre se alejaba de los demás sin razón. Era extraño conociéndolo, nadie el sabía el por qué.

¿Qué podía hacer enojar al ser más egocéntrico de la existencia?

Que le mintieran.

¿Pero quien?

Nadie quería saber y mucho menos preguntar, incluso su amigo, pues siempre se levantaba de su asiento y se iba a otro, era raro, así que normalmente se la pasaba con Shoko, por más que le entregara saber lo que le pasaba a su mejor amigo.

¿Cómo te sentirías si tu propio amigo no te decía lo que le pasaba a su alrededor? Traicionado, y era lo que ahora Satoru sentía, no le podía decir el por qué a nadie, no era egoísta.

Era su mayor secreto, y su mayor fuente de excitación.

Estaban practicando sus técnicas rituales y Geto solo observaba desde lejos. No era tan fan de eso, a menos que se requiriera, porque le hacía recordar al horrible sabor de las maldiciones, el solo pensarlo, hacía que el sabor amargo invadiera su garganta, y su estrés comenzara.

Nunca se negó a consumirlas a pesar de que sabían de lo peor, pero siempre calló; por eso a veces se sentía tan estresado, aunque siempre mostrando una sonrisa y una cara tranquila.

Claro, no quería preocupar a Satoru.

Odiaba arruinar el momento de felicidad, ya que hablar con Satoru era lo que mayormente podría alegrarle su día, aparte de comer un dulce después de absorber una maldición, aliviando el mal sabor.

Y aunque se viera tan santo y fuera uno de los hechiceros más poderosos, había algo de lo que se arrepentía hace unos días.

Y eso mismo, había ocasionado el "mal humor" de Satoru, incluso si no lo sabía.

Últimamente deseaba que su mejor amigo volviera, así que le empezó a hablar más seguido, y poco a poco fue recuperando al Satoru que conocía, su Satoru.

Estaba orgulloso.

En unos días tendrían exámenes y sabría que el profe Yaga se pondría exigente, y debía estudiar, ¿Por qué tenía que estudiar tanto de las maldiciones? Era fastidioso y estresante. Se echó en su cama, con todos los cuadernos a su lado.

Por fin le tomaba la palabra a Satoru.

¿Por qué debemos estudiar si somos los más fuertes?

Pero tampoco quería ser un inútil, así que suspiró y se levantó de la cama, directo a hacerse un café puro, para tener energía por si se quedaba estudiando hasta tarde.

Pero dirigió su mirada a la puerta cuando se escuchó que tocaron, ¿una misión  repentina? Era imposible, así que decidió ver quien era.

Abrió y era su mejor amigo.

--¿Satoru? Yaga no se pondrá contento si nos ve juntos, ya que solo somos un desastre, se acercan los exámenes y debemos estar estudiando. —No pudo terminar, pues fue jalado de su brazo bruscamente, lo cual le extrañó, más sabiendo de la persona que venía —¿Satoru? Esto no es gracioso— advirtió, pero su amigo ni siquiera se dio la vuelta. Podía empezar a admitir que le daba algo de miedo.

Se paralizó cuando cerró la puerta bruscamente, y aún con sus lentes, sabía que todos sus ojos lo miraban solo a él.

¿Había hecho algo mal?

--Desde hace cuanto, ¿huh?-- alzó la ceja, esperando respuesta del pelinegro —¿Qué?-- Geto no sabía qué estaba pasando, ni siquiera sabía qué decir o hacer —¿Desde hace cuanto estás mintiéndome?-- volvió a escucharse, y ahora sí estaba demasiado perdido...

One-Shots (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora