Camina incansable el samurái,
siendo juzgado por la luna.
Su katana recrea horrores
tan crueles como su muerte.
***
Desde contemplar la naturaleza, hasta aceptar la muerte, Tsujigiri es una encrucijada de sentimientos solemnes y gritos de desesperac...
Poema escrito en colaboración con Adrián Martínez ( DEM3NTE93 )
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«No sé nada acerca de cómo superar a otros, solo conozco el modo de superarme a mí mismo»
¿Quién tiene derecho sobre mí? ¿Quién me hace endeble? ¿Quién puede manipularme si aún tocándome no es capaz de tentar mi carne? Anda, toca mi corazón si puedes. Es fácil, solo debes saber bien los pasos para llegar a él o puedes traspapelar en el intento; la otra disyuntiva es tomar un arma punzocortante y hacerlo de manera primitiva y explícita. ¡No me jodas!, hoy el día está nublado y se siente bien el cambio cuando los precedentes han sido soleados, tan soleados que he sudado letras de odio, no de sodio. ¡No me toques las pelotas! No tienes derecho sobre mi existencia. Hoy la lluvia me apalpa el alma porque es la única que puede acariciarme. Tú en cambio no podrías llegar a mí.
El lápiz es mi escalpelo, voy trazando el sepukku. Practico el arte de la muerte con mi cuerpo para conmocionar tu intelecto porque las mujeres sí pueden llorar. La vulnerabilidad de mis versos son una vivisección. Lo que te ofrezco en bandeja es mi carne y mi talento, tratalos bien. Alimentate. No tengás miedo de morder o tragar, me regenero como Mai-chan. Como collar uso el intestino, carne bañada en sangre menstrual. Watashi wa kawaii desu ka? ¿Acaso no te parezco bonita?
Watashi no kotoba mo utsukushiku nai desu ka? ¿Acaso no te parecen bonitas también mis palabras? Vuelan soberanas por el aire en cuanto son arrojadas de mis órganos carnosos, de mis ingenios copiosos; se fusionan con la materia pero rigen su propia ley para subsistir. Ay de ellas pues no llegarán a ti, cortaré el camino con mi katana para que no haya conexión; así de justa es la razón, así de ingrata la desazón que me produce picazón en las ideas. Soy fuerte y ávido como un ciclón, fuerte y cerril como la marea. Se cerró la puerta para entrar en mí, ni tirándola a patadas hallarás acceso, bitch!
Katana decorada con el cráneo de mi peor enemigo (yo mismo). Tu discurso es insípido en mi lengua bípeda. No necesito tortura para provocar dolor. Soy el ingrediente favorito de rituales satánicos; mira cómo me desgarro, la impotencia es dueña de mi carne. Pero no podés tocarme, no podés tocarme. De mi infierno soy musa y creador, cuando escribo soy dios. Quiebro la costilla, extirpo el ajeno corazón, lo aprieto con mis manos y recreo ante tus ojos mis peores fantasías. ¿Acaso no te gustan mis gritos? Te mostraré la belleza en la desesperación.
Grita mi tiroides que ha quedado seca, como mis muecas recovecas. He cortado la montaña de forma limpia y perfecta, volveré mañana por lo que resta porque soy un ronin pero también se debe meditar.
Como yakuza, emano oscuridad; traigo colgados estos deseos vacíos. Hikikomori roto, a nadie dañaré. Huesos metafóricos que dan filo, mi palabra es arma letal. Ante la piedra en el camino soy Tanjiro, voluntad imparable como samurái.
El humo de cierto aroma me distingue entre los matorrales y se mezcla con la sangre, esa que brota de la carne. Porque no puedes tocarme, no puedes tocarme. La lluvia bendecirá mi espada, la lluvia puede acariciarme.
Entumecido he construido las murallas; con el pueblo seguro, avanzo a la batalla. Mi camino del guerrero es el dolor absoluto, soportar la fiebre a cada segundo. Demonios internos son mi expansión de dominio, uso terrores nocturnos como stand. Provoco destrozos con mi genjutsu hasta hacerte gritar «yamete kudasai». No podés tocarme, no me podés parar.
¿Quién tiene derecho a parar la corriente del río? ¿Quién lo hace endeble? ¿Quién puede manipularlo si aún tocándolo no es capaz de empaparse? Esta noche bailo con espectros y me embriago con tu sake, hoy me salgo de mi cuerpo porque cegaré tu alma como Ichigo Kurosaki. Frente a mí hay un espejo, aún así me siento lejos de parecerme a ese reflejo; rebanaré su pellejo. Le arrancaré los brazos, los ojos y los sesos; cada corte será de un solo tajo para luego seguir con el resto.
Y todo esto, tan solo porque nadie podría llegar a mí, mi alma insondable es indestructible pero acepto que antes fue vulnerable, vulnerable a tus caprichos, tus actos, tus palabras, vulnerable a tus emociones y a tus besos. Pero cosa del pasado es eso, ya nadie puede, por tanto haré harakiri, quebraré el espejo, romperé mis manos, reventaré tu voluntad para que la coman los gusanos. Versos mundanos y un cuerpo mal estructurado, (ahora mutilado) sangre a los costados, mis tripas de fuera representan el éxito porque yo ya he evolucionado.
Este samurái ha sido asesinado, ha muerto por su propia mano, ¿lo imaginabas de otra manera? Ese es el camino. Dice lo siguiente un pergamino:
El único humano que tiene derecho sobre mí, el único que me hace endeble, el único que puede manipularme y tocar mi carne he de ser yo.
Mataré mi cuerpo las veces que sean necesarias, cortaré y comeré mi carne para sobrevivir. Me reconstruiré una y otra vez como un kintsugi. Me perderé varias veces y me hallaré. La vida nunca es dueña de mis tropiezos, son mis pies los que transitan este camino lodoso y espantoso. Siento el aire, veo el río. Afilo mi katana, uso el tronco de los árboles. Veo el horizonte para calmarme porque yo cortaré mi carne y cometeré harakiri las veces que sean necesarias para sobrevivir, porque mi peor enemigo es el ego que, marchito, me pide seguir. Y yo no lo dejo vivir, le asfixio. Ya no quedan diamantes en este sitio, todos han sido digeridos. Ahora solo podés verme a mí, mirame a mí. Samurái sin amo, le he matado. Me he matado y armé mi cuerpo de nuevo, pieza a pieza. Los gritos de dolor que a tus ojos repelen, son mis versos vueltos un Gashadokuro. Acá no existe un lado oscuro, del vacío se nutren mis palmas porque la vulnerabilidad de mi alma es una vivisección...
El pergamino que guardo en mi kimono dicta leyes que ya no cuestiono. Habla de la humanidad y la muerte, detalla cuántas veces se ha regenerado este cuerpo, detalla cuántas veces he renacido.
El único humano que puede tocarme soy yo mismo. Solo yo puedo cortarme, herirme y amarme. Solo yo puedo salvarme. Soy yo quien guía la corriente porque soy filo, soy hoja y soy río. Soy dueño de mi cuerpo, guerrero insondable que sigue su camino.
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