capitulo 11

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Damián despertó al día siguiente con el eco de los eventos de la noche anterior todavía latente en su mente. El espacio donde Jon había estado se sentía frío y vacío, pero la sensación de alivio y calma que él le había proporcionado permanecía, aunque fuera por un momento. Sabía que aquello no había significado nada más que un simple gesto de apoyo, y agradeció que Jon hubiera respetado sus límites.

Se levantó del sofá, sintiendo el peso de la fatiga y el calor residual de su celo, pero ahora era más soportable. Decidió darse una ducha rápida para despejarse antes de enfrentar el resto del día. Cuando salió, con el cabello aún goteando, escuchó las voces familiares de sus madres. Un alivio cálido recorrió su pecho al verlas entrar al apartamento con sonrisas en el rostro.

-¡Damián, cariño! -exclamó una de ellas, corriendo a abrazarlo. Damián correspondió el abrazo, sintiendo cómo todo el estrés se desvanecía momentáneamente con el afecto de su madre. La otra se unió al abrazo, y él sintió que, al menos por un instante, todo estaba bien.

-Hemos venido tan pronto como pudimos -dijo su otra madre-. ¡Y tenemos una sorpresa para ti!

Damián frunció el ceño, algo intrigado. Sus madres se miraron entre ellas con emoción, y una de ellas sacó una pequeña bolsa de regalo. Damián la tomó con cuidado y, al abrirla, encontró una pequeña camiseta de bebé con un mensaje que decía: "Hermano mayor en entrenamiento".

Sus ojos se abrieron con sorpresa, y miró a sus madres, incrédulo.

-¿Voy a... ser hermano mayor? -preguntó, sintiendo cómo una mezcla de emociones lo llenaba.

Sus madres asintieron, y él pudo ver la felicidad en sus rostros. Por un momento, esa noticia fue suficiente para iluminar su día. Se sentía emocionado, y el pensamiento de tener un hermano o hermana pequeña le trajo una sensación de esperanza y de algo nuevo por lo que esperar.

-Eso es increíble... -susurró, sonriendo por primera vez en días.

Pasaron un par de horas poniéndose al día, hablando sobre los planes para la llegada del nuevo miembro de la familia. Las madres de Damián notaron su cansancio y lo alentaron a descansar un poco más, pero él negó con la cabeza.

-Tengo que salir por un momento, pero no tardo -dijo, tomando sus llaves.

Sus madres lo observaron con preocupación, pero Damián insistió en que estaría bien. Necesitaba aclarar su mente y, sobre todo, necesitaba ver a Connor. Había pasado el día anterior esperando alguna noticia suya, y al fin de cuentas, era su alfa. Ahora que su celo estaba bajo control, quería sentir esa seguridad y calidez que solo Connor le podía dar.

Se dirigió a su apartamento con prisa, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había estado tan preocupado, y el deseo de verlo y sentirse completo de nuevo era demasiado fuerte para ignorarlo. Pero al acercarse, una imagen lo detuvo en seco.

Desde la distancia, pudo ver a Connor en la entrada de su edificio, pero no estaba solo. Abrazaba a una chica, una que Damián no reconocía. La forma en que reían y la manera en que ella apoyaba su cabeza en el hombro de Connor le hizo sentir como si le hubieran dado un golpe en el estómago. Su cuerpo se quedó inmóvil, el calor que había estado soportando durante el día anterior ahora se transformaba en un frío vacío en su pecho.

Damián sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero se negó a dejar que cayeran. No quería que nadie lo viera en ese estado, no quería sentirse débil. Dio media vuelta, sintiendo cómo su corazón se rompía en pedazos con cada paso que daba al alejarse. Corrió sin detenerse, sin saber exactamente a dónde iba, solo sabiendo que necesitaba poner distancia entre él y esa imagen que no dejaba de repetirse en su cabeza.

-¿Por qué siempre tiene que pasarme esto? -susurró para sí mismo mientras corría por las calles, las lágrimas finalmente escapando de sus ojos. Sentía que la suerte nunca estaba de su lado en el amor, que siempre terminaba sufriendo.

Se detuvo en un parque cercano, sus piernas temblando mientras se dejaba caer en un banco era la misma escena solo que un diferente personaje . El aire fresco de la tarde le ayudaba a calmarse un poco, pero la herida seguía abierta, fresca. Damián se abrazó a sí mismo, tratando de contener el dolor. No era la primera vez que se sentía así, pero en ese momento, le pareció la peor.

-¿Por qué... siempre es tan difícil? -murmuró, mirando las hojas caídas del parque mientras el viento las arrastraba, sintiéndose igual de frágil y sin rumbo.








 Renacer en tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora