Escuela

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Aziraphael y Crowley niños

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Era un día soleado en el pequeño pueblo de Tadfield, y los estudiantes de la escuela primaria estaban llenos de energía. Entre ellos, había dos niños que parecían muy diferentes, pero que, en el fondo, compartían algo especial.

Aziraphale era un niño rubio con grandes ojos azules y una sonrisa amable. Siempre llevaba consigo un libro de cuentos, disfrutando de las historias de héroes y aventuras. Era el tipo de niño que se sentaba solo en el patio durante el recreo, sumido en sus lecturas.

Por otro lado, Crowley era un niño moreno con una actitud rebelde. Le gustaba jugar a hacer travesuras y no tenía miedo de romper algunas reglas. Con su cabello desordenado y su mirada astuta, era conocido por sus bromas ingeniosas. Sin embargo, había algo en su corazón que anhelaba la compañía.

Un día, mientras Aziraphale estaba sentado bajo un árbol con su libro, Crowley decidió acercarse. Había visto a Aziraphale muchas veces antes, pero nunca se había atrevido a hablarle. Sin embargo, esa tarde sentía una extraña curiosidad.

-¿Qué estás leyendo? -preguntó Crowley con tono desafiante pero genuino.

Aziraphale miró hacia arriba, sorprendido por la pregunta. En lugar de alejarse, sonrió tímidamente.

-Es un cuento sobre un ángel que salva a un niño -respondió.

Crowley frunció el ceño por un momento antes de sonreír también. -¿Y tú crees en los ángeles?

Aziraphale se encogió de hombros. -Creo que hay cosas buenas en el mundo. A veces solo necesitas mirar más allá.

Crowley sintió una chispa de interés encenderse dentro de él. Nunca había conocido a alguien que pensara así. Por primera vez en mucho tiempo, sintió ganas de ser sincero.

-Yo... a veces veo cosas raras -admitió Crowley-. Como cuando los gatos parecen entender todo lo que decimos.

Aziraphale rió suavemente. -Los gatos son criaturas especiales. Tal vez tienen su propia magia.

Y así comenzó una conversación entre los dos niños que se extendió más allá del recreo. Compartieron historias sobre sus sueños y miedos; Aziraphale le habló sobre sus libros y Crowley le contó sobre sus travesuras en casa.

Con cada día que pasaba, su amistad creció como un hermoso jardín oculto detrás del viejo árbol del patio. A pesar de sus diferencias, encontraron consuelo el uno en el otro y aprendieron a ver el mundo desde perspectivas distintas.

Al final del año escolar, cuando llegó el momento de despedirse por las vacaciones de verano, Aziraphale le dio a Crowley un pequeño libro como regalo.

-Prométeme que lo leerás -dijo con una sonrisa esperanzada.

Crowley sostuvo el libro con firmeza y sonrió de vuelta. -Prometido. Y yo te prometo que haré algunas travesuras para que tengas historias emocionantes cuando regreses.

Ambos rieron al imaginar las aventuras que les esperaban y sabían que su amistad era solo el comienzo de algo aún más grande.

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El verano havia pasado volando, lleno de aventuras y exploraciones. Aziraphale se sumergió en los libros que había recibido como regalo, mientras Crowley se dedicaba a hacer travesuras en su barrio. Pero a pesar de la distancia, ambos pensaban el uno en el otro y esperaban con ansias el regreso a la escuela.

Cuando finalmente llegó septiembre, el aire estaba fresco y lleno de promesas. Aziraphale llegó al patio de la escuela con su mochila llena de libros nuevos y una gran sonrisa. Estaba emocionado por ver a Crowley nuevamente y compartir todo lo que había aprendido.

Al llegar, vio a Crowley apoyado contra una pared, rodeado de un grupo de niños que reían y escuchaban sus historias sobre sus travesuras veraniegas. Aziraphale sintió un ligero nerviosismo, pero decidió acercarse.

-¡Crowley! -gritó mientras corría hacia él.

Crowley se volvió y su rostro se iluminó al ver a su amigo. -¡Aziraphale! ¡Te extrañé! -exclamó, dejando a los otros niños a un lado.

-Yo también te extrañé -respondió Aziraphale, sacando un libro nuevo de su mochila-. Este es uno sobre criaturas mágicas. ¡Tienes que leerlo!

Crowley miró el libro con curiosidad. -¿Criaturas mágicas? Suena interesante. Pero... ¿qué tal si hacemos algo más emocionante? ¿Qué tal una búsqueda del tesoro?

Aziraphale arqueó una ceja, intrigado. -¿Cómo una búsqueda del tesoro?

Crowley sonrió astutamente. -Podemos hacer un mapa del patio y esconder cosas para que otros las encuentren. Sería como una aventura real.

Así fue como comenzaron su primer proyecto juntos del año escolar: la búsqueda del tesoro. Pasaron días planeando, dibujando mapas y escondiendo pequeñas sorpresas en todo el patio. Su entusiasmo era contagioso, y pronto otros niños se unieron a ellos, creando una gran aventura para todos.

El día de la búsqueda del tesoro llegó, y el patio estaba lleno de risas y emoción. Aziraphale y Crowley eran los capitanes del equipo, guiando a sus compañeros mientras buscaban pistas escondidas en cada rincón.

Mientras los niños corrían por el patio, Aziraphale notó que Crowley estaba más emocionado que nunca. Sus ojos brillaban con cada nueva pista que descubrían juntos.

-¡Mira esto! -gritó Crowley cuando encontraron una bolsa llena de caramelos escondida detrás de un arbusto-. ¡Es nuestro tesoro!

Aziraphale rió mientras compartían los dulces con todos. En ese momento, sintieron que habían creado algo especial no solo para ellos, sino para todos sus compañeros.

Al final del día, mientras el sol comenzaba a ponerse, Crowley se volvió hacia Aziraphale con una sonrisa amplia.

-Esto fue increíble. Gracias por ser mi amigo -dijo sinceramente.

Aziraphale sonrió con calidez. -Gracias a ti por hacerme salir de mi zona de confort. Nunca pensé que me gustaría tanto hacer cosas así.

Esa tarde marcó un nuevo capítulo en su amistad: no solo eran dos niños diferentes que compartían intereses; ahora eran socios en aventuras y cómplices en travesuras.

Y así continuaron su año escolar, explorando nuevas ideas juntos, aprendiendo unos de otros y fortaleciendo un vínculo que prometía durar toda la vida.

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One-Shots (Aziracrow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora