—Fluke, ahí fuera hay un montón de gente. Fluke... ¿me estás escuchando?Frustrado por aquella nueva interrupción, Fluke Natouch apartó la mirada del guion del espectáculo, se quitó los auriculares de un tirón y miró furibundo a su por lo general muy competente ayudante Joe López. Había empezado a considerarlo un genio y una bendición, pero en ese momento no estaba siendo ni lo uno ni lo otro.
–Tenemos un problema –le dijo Joe.
–¿Otro más? –inquirió con incredulidad.
Faltaban menos de veinticuatro horas para la gala benéfica que se celebraría al día siguiente por la noche. Iba a ser el mayor evento en su carrera hasta la fecha, y el ensayo técnico del desfile de moda estaba siendo un desastre.
–No tengo tiempo para nimiedades –le dijo a Joe–. A menos que quieras dirigir tú la gala de mañana y...
–Me temo que no es una nimiedad –lo interrumpió él muy serio–. No puedo ocuparme de esto yo solo.
–¿Por qué no? ¿Y por qué de repente no hay más que problemas? –le espetó Fluke.
–Es una locura; hay un montón de cámaras y prensa ahí fuera.
El rostro de Fluke se iluminó.
–¡Pero eso es estupendo! Eso significa que el equipo de publicidad está haciendo bien su trabajo.
–No han venido por la gala de mañana; la gala no les interesa. Han venido por ti.
De pronto a Fluke le costaba respirar. Apretó la carpeta contra el pecho, con los auriculares colgándole de los dedos.
–¿Por la rueda de prensa sobre la gala? –inquirió con voz temblorosa.
–No –Joe hundió las manos en los bolsillos de los vaqueros.
Joe era un chico listo, de unos veintitantos, recién salido de la universidad. Hacía un par de años que había empezado a trabajar para Fluke, poco después de que su mundo estallara en mil pedazos por el escándalo en torno a su padre, Daniel Natouch, y se había convertido en una ayuda inestimable para él. Muchos le habían dado la espalda al enterarse de que su padre era un estafador de la peor calaña y un ladrón que no solo robaba a los ricos, sino también a la clase trabajadora. Había dejado a todos sus clientes prácticamente en la bancarrota, o en una situación aún peor.
A Joe, que había crecido en un barrio marginal de Los Ángeles marcado por la violencia de las bandas callejeras, aquel escándalo no le había importado; él solo buscaba un empleo y Fluke necesitaba un ayudante.
Sabía, como lo sabía todo el mundo, lo que había hecho su padre, pero al contrario que la mayoría de la gente también sabía el terrible precio que él había tenido que pagar. En la mayoría de los negocios y círculos sociales seguía siendo «persona non grata». Solo había podido encontrar trabajo como organizador de eventos como aquel, de fundaciones sin ánimo de lucro.
–Han venido por ti –repitió Joe–. Por lo de tu padre –había preocupación y compasión en su mirada. Bajó la voz y añadió–: Ha pasado algo.
Fluke sintió de nuevo esa tirantez en el pecho que le impedía respirar.
–¿No has mirado el móvil? –inquirió su ayudante–. Tienes que haber recibido alguna llamada o algún mensaje... Míralo.
Pero Fluke, por lo general centrado y decidido, no podía moverse. Se había quedado helado, paralizado.
–¿Lo han liberado? –preguntó en un susurro–. ¿Sus secuestradores lo han...?

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Riesgo y pasión
FanficEl secreto que jamás dijo... Cuando Ohm le dijo a Fluke que su vida corría peligro y lo subió a su avión privado para sacarlo del país y ponerlo a salvo, el pánico se apoderó de él. Tres años atrás, tras una noche de pasión, se había quedado embaraz...