Capítulo Tres

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Sentado a bordo del jet privado de Ohm, Fluke miró su reloj de
pulsera. Hacía casi dos horas y media que se había ido. Estaba intentando a toda costa no pensar en su hija, que estaría asustada, en Bronson, que estaba en el hospital, o en su madre y sus hermanas, que también corrían peligro. No podía dejar que su mente divagara, porque en cuanto empezaba a pensar se encontraba imaginándose lo peor y la preocupación lo desgarraba por dentro.

Alzó la vista y miró a los tres hombres –el piloto, el copiloto y el auxiliar de vuelo– que charlaban en un tono velado al final del pasillo, junto a la cabina. Era una tripulación inusual, muy distinta a la de los vuelos comerciales. Aquellos hombres de aspecto rudo y corpulento parecían militares.

Uno de ellos giró la cabeza hacia él y le dijo algo al auxiliar de vuelo, que fue hacia él.

–¿Necesita algo, joven Natouch? –le preguntó.

No parecía americano, pero tampoco tenía acento extranjero. Era un enigma, como los otros dos.

–¿Podría darme un poco de agua?

–Claro. Le traeré un botellín. ¿Quiere comer algo?, ¿tiene hambre?

Fluke negó con la cabeza.

–Me siento incapaz de probar bocado ahora mismo; con el agua es suficiente, gracias.

Sin embargo, cuando el auxiliar le llevó el botellín Fluke apenas bebió un trago. Estaba demasiado nervioso y los minutos pasaban muy despacio.

Cuando pensaba que ya no podría aguantar más, se oyó el ruido de un helicóptero. Rogó por que fuera Ohm, y se giró hacia la ventanilla para mirar. El aparato se posó en el suelo y se abrió la puerta. De él bajó
Ohm, que llevaba a Jax en brazos, y detrás de él iba Joe, con una maleta en cada mano.
Cuando subieron al avión, Jax dio un gritito de alegría al verlo.

–¡Papi!

Fluke, que se había levantado, alargó los brazos y Ohm se la tendió.

–Hola, preciosa –le susurró Fluke, besándola en la mejilla una y otra vez–. ¿Cómo está mi niña?

–Bien –dijo la niña, echándole los bracitos al cuello.

–¿Qué te ha parecido el helicóptero?

–Hace mucho ruido –dijo la pequeña, haciendo un mohín y tapándose los oídos con las manos.

–Ha ido sentada en el regazo de Joe y ha estado muy tranquila durante el vuelo –le dijo Ohm–. Parece que a tu ayudante se le dan bien los críos.

Fluke miró detrás de él. A unos metros estaba Joe, entregándole las maletas al auxiliar de vuelo.

–Ha sido muy amable viniendo hasta aquí. ¿O le has obligado a venir?

– Yo no le he obligado a nada; parece que siente una gran devoción por ti.

–No empieces otra vez...

–No lo decía por nada. Si está aquí es porque él insistió en venir.

–Pues se lo agradezco. Desde que empezó a trabajar para mí se ha portado de maravilla con Jax –replicó él. Al posar la vista en las dos maletas que el auxiliar estaba colocando en el compartimento del equipaje, le preguntó a Ohm–: ¿Hacían falta dos maletas? ¿Cuánto tiempo vamos a estar fuera?

–Tu amiguito Joe es quien las ha preparado. Pero bueno, algunas personas siempre lleváis mucho equipaje cuando viajáis, ¿no?

Fluke sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco.

Riesgo y pasión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora