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Capítulo N.12: "Hacerse cargo de uno mismo"

Hasta entonces, nunca había comprendido cuán profundo era el abismo de mi propia ceguera. Había idealizado su figura, su rostro siempre inmutable, sus ojos penetrantes ocultos tras esas gafas que tanto me irritaban, como si fueran un escudo entre él y el resto del mundo. Lo defendí, defendí sus gestos comedidos, su aparente comprensión, y todas esas sonrisas que ahora solo me confundían. Pero entonces, todo se derrumbó, como un hechizo mal lanzado, que termina volviendo a quien lo invoca. Mi percepción sobre él, sobre la imponente figura de Satoru Gojo, cambió de forma irrevocable. Saber lo que realmente pensaba, escucharlo hablar de esa manera, fue como sentir que la tierra me tragaba.

Esa noche me maldije, mil veces y más. Mi mente no encontraba descanso, cada pensamiento un aguijón que se hundía más y más profundo. ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Era todo esto una lástima disfrazada? ¿Una burla cruel, como si yo fuese un simple entretenimiento en su interminable juego? Recordé cada mirada, cada palabra, esos pequeños gestos que había atesorado tanto, y ahora me preguntaba si no había sido yo quien los transformó en algo más. ¿Había sido siempre así? ¿Había sido todo un malentendido, un espejismo que yo misma construí para llenarme de una ilusión vacía?

Y desde ese día, un frío abismo se abrió entre nosotros. Las clases se convirtieron en una rutina asfixiante. Ya no había risas, no más charlas informales o miradas que antes se me antojaban complicidad. Ahora solo había preguntas formales, estrictamente relacionadas con la clase, reducidas a lo necesario. Él era, de nuevo, solo mi profesor, y yo, su alumna. Nada más. Y él no hizo ningún esfuerzo por acercarse, como si, de alguna manera, aquello también fuese lo que él quería. Me aferré a esa idea, necesitaba creer que ese distanciamiento era mutuo, aunque por dentro ardía con el deseo de comprender qué lo había llevado a decirle esas cosas a Utahime. Las palabras que escuché, cuchillos envenenados que todavía sentía atravesar mi pecho, se repetían sin cesar en mi mente.

Mientras tanto, mis entrenamientos se volvieron desoladores. Intentaba canalizar la energía maldita, afinar mis técnicas, pero nada funcionaba como antes. Mi mente, nublada por el dolor, se desbordaba en pensamientos insidiosos. La perfección que tanto ansiaba, esa destreza que él mismo había elogiado en su momento, ahora parecía escaparse de mis manos. Y yo, impotente, me maldecía. Me maldecía por dejar que esas palabras —tan pequeñas, tan insignificantes en la vastedad del mundo— pudieran quebrarme de esa forma.

Las misiones comenzaron a llegar, una tras otra, como si el universo quisiera distraerme de mi tormento interno. Y, para mi sorpresa, Nanami fue asignado como mi tutor en varias de ellas. Siendo de primer año, necesitaba supervisión, lo sabía, pero la idea de trabajar con alguien más me resultaba abrumadora al principio. Sin embargo, Nanami era diferente. Su forma de abordar las misiones, siempre metódica y calculada, me brindaba una sensación de seguridad que, hasta ese momento, no sabía que necesitaba. Las misiones se volvieron menos tensas, menos abrumadoras con su presencia. Había algo en su manera calmada y profesional que lograba tranquilizarme, al menos mientras estábamos en el campo de batalla.

Con él, nuestras conversaciones comenzaron a fluir con una naturalidad inesperada. No eran como las que alguna vez tuve con Gojo, llenas de enigmas y subtextos que nunca lograba descifrar del todo. No, con Nanami todo era claro, directo, una corriente de honestidad que me envolvía y me hacía sentir, por primera vez en semanas, como si pudiera confiar en alguien. No era solo un buen tutor, era un buen hombre, alguien que entendía el peso de las responsabilidades que llevábamos como hechiceros, sin las excentricidades que otros cargaban. En su presencia, podía permitirme relajarme, aunque fuera solo un poco, y por unos momentos, olvidar la herida que aún sangraba en mi interior.

Mientras las sombras de mi mente se cernían sobre mí, una misión que se suponía sería rutinaria, tomó un giro inesperado cuando nos encontramos a Gojo en el camino de vuelta. La sorpresa en mi rostro no podía ser ocultada, y lo supe al instante cuando Nanami frunció el ceño.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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