Los fetiches de Lucifer

Elecciones

Hace calor. Mucho.

Estoy caliente y mi entrepierna late con la misma potencia que mi corazón en mis oídos, duele, y tener la pierna de Luci enredada entre mis piernas con su muslo descubierto arropando mi erección, solo prolonga mi maldito insomnio.

Pero en un segundo, justo en mitad de mis pensamientos, en los que debatía conmigo mismo sobre la posibilidad de quitármelo de encima y poder dormir un par de horas o quedarme aquí y disfrutar de la vista aunque con ello me diera cáncer testicular por tanto contenerme, una voz tímida invadió el silencio, era él, mi Luci, llamándome entre sueños, y deduje que cualquiera que estuviera teniendo debía de ser bueno si provocaba que se apretujara contra mi pecho de aquella forma, y su piel apretujada contra mí me daba una vista deliciosa, parecía un ángel con aquella batita color celeste, que era dos tallas la suya, pero le quedaba perfecta, tal vez debería regalarle más de estos de vez en cuando, nunca volvería a subestimar a mi destino para ponerme en situaciones como estas, estoy seguro de que ni siquiera lo había notado, el muy "inocente" se había quedado dormido conmigo como su silla y casi desnudo, pero no iba a quejarme, no todos los días me podía complacer con estos premios, mi Karma sabía jugarmelas sucio.

— ... A-Al...rápido...

Me quedé de piedra al escuchar sus susurros. Un maldito maniquí es en lo que este desconsiderado chica me había vuelto soltando las iniciales de mi nombre y aquella insinuación, que bien podría mal pensar tras un jadeo tan erótico, eso y porque literalmente su cuerpo se había adherido al mío como un perezoso a su rama. Maldita sea, esta noche no dormiría, me quedaba bastante claro.

"No voy a verlo. Él piensa que soy un caballero, un maldito decente, a ella le gustan de ese tipo, así que no, ¡Alastor controlate, maldita sea!"

"No voy a hacerle eso. Puede que sea un cretino pervertido, pero con él es diferente"

No paraba de repetirme aquello intentando con toda la fuerza de mi cuerpo mantener mi voluntad a raya para contenerme y no violar a mi mejor amigo, que tan descarada como sexy, me había soltado, dejándome libre, solo para girarse y sacarse su ropa interior para después lanzarla en mi cara, ya no me quedaba claro si esto era obra de un premio divino o el maldito castigo de mi karma.

Contar hasta diez se fue al carajo cuando olí aquella prenda.

Cerré los ojos, respiré profundo y salí corriendo hacia su baño para masturbarme con urgencia, si bien trate de controlarme, no hubiera podido soportar su exquisita invitación a ver y no tocar por mucho tiempo, era demasiado inquieto y sus cobijas me dejaron las puertas abiertas a todo lo que el paraíso en mi mente se había imaginado, la silueta de un chico nunca me había parecido tan bella e inmaculada, ni tan horrible de resistir hasta el momento.

Recordé entonces, mientras inhalaba de su esencia como un obseso drogadicto, el principio de todo esto.

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Su padre formaba parte del partido político al que mi madre asistía a sus reuniones con particular frecuencia por aquel entonces. En aquellas reuniones, siempre me obligaba a ir con él a pesar de que no asistían otros niños, solo eran un montón de viejos demasiado diplomáticos hablando de cosas aburridas, al menos eso me parecía hasta el día en que el padre de Luci decidió llevarlo consigo, llevaba un trajecito adorable de color blanco pulcro y detalles en rojo, con un ridículo sombrero de copa a juego, recuerdo no poder contener la risa por ello, sus mejillas estabas coloradas, como si no soportase la vergüenza de estar allí con eso puesto, una ternura completa, ahora que lo recuerdo, su piel era más blanca, quizá porque su madre no le permitía salir tanto, sus calcetitas blancas con estampados de patito lo hicieron a mi vista aún más lindo y adorable, aunque su rostro expresara sin decoro alguno que se encontraba casi tan harto de estar ahí como yo lo hacía. Eso fue divertido, casi nadie se atrevía a mostrar tan descaradamente sus sentimientos y él lo hacía sin ninguna pena. Era como un hada, remilgosa, pero linda, mi madre decía que todas las personas que fueran valiosas tenían un poco de insufribles, entonces creí haberme topado con la mía.