Capítulo 16: Una tarde casi perfecta

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Todo empezó de manera inesperada. La mañana transcurría como cualquier otra hasta que, al salir de la biblioteca, me encontré a Anthony esperando en la puerta. No era común verlo por aquí, mucho menos sin previo aviso. Su presencia, tan inesperada, hizo que mi corazón diera un vuelco.
—Penelope —dijo, su voz un poco más suave de lo habitual—. Quería hablar contigo.
Me sorprendió su tono, casi inseguro, algo completamente atípico en él. Anthony siempre había sido la personificación de la confianza, como si cada movimiento estuviera calculado de antemano. Pero en ese momento, parecía diferente.
—¿Todo bien? —pregunté, con la curiosidad en mi voz mientras me ajustaba el bolso en el hombro.
Él asintió, pero su expresión seguía siendo indecisa, como si no encontrara las palabras correctas. Finalmente, respiró hondo y, con una media sonrisa que no ocultaba su nerviosismo, soltó la propuesta que no vi venir.
—Estaba pensando… Si no tienes planes esta tarde, ¿te gustaría acompañarme a un picnic?
Debo haberlo mirado con incredulidad porque él soltó una pequeña risa, nerviosa.
—No tiene que ser algo elaborado, solo pensé que podríamos pasar un rato juntos, fuera de todo el bullicio. Es un buen día y… bueno, pensé en ti.
Sus palabras me dejaron momentáneamente sin habla. ¿Anthony, el hombre que rara vez se detenía a mirar más allá de las fiestas y eventos formales, proponiendo un picnic? Había algo extrañamente conmovedor en la simplicidad de su invitación, en la manera en que la había presentado sin rodeos, pero con un toque de incertidumbre que no esperaba.
—Me parece una excelente idea —respondí finalmente, intentando que mi voz sonara tranquila, aunque mi corazón latía con rapidez—. ¿A qué hora?
—A las tres, en el claro cerca del lago —respondió rápidamente, como si temiera que cambiara de opinión—. Es un lugar tranquilo, creo que te gustará.
Nos despedimos brevemente, y mientras caminaba de regreso a casa, no podía evitar sentirme desconcertada. ¿Por qué un picnic? Anthony no era de esos que buscaban momentos alejados del bullicio. Sin embargo, algo en su mirada me decía que no era una simple invitación más. Había algo más, algo que aún no lograba descifrar.
La tarde llegó más rápido de lo que esperaba. Me vestí con un sencillo vestido amarillo, buscando un equilibrio entre lo informal y lo apropiado. Por alguna razón, quería que todo fuera perfecto, sin estar segura de por qué me importaba tanto. Al llegar al claro, lo vi allí, sentado sobre una manta de cuadros, con una cesta a su lado. Parecía haber llegado temprano, lo que en sí mismo ya era otra sorpresa. Anthony siempre había sido puntual, pero rara vez llegaba antes.
—Llegas justo a tiempo —dijo, levantando la mirada con una sonrisa que me hizo olvidar cualquier rastro de nerviosismo.
Me senté junto a él, y en cuanto nuestras miradas se cruzaron, sentí que algo en el aire había cambiado. No era solo un picnic, no era una tarde cualquiera. Había una calma entre nosotros que no había sentido antes, una conexión silenciosa que flotaba sobre el lugar.
Anthony destapó la cesta y comenzó a sacar algunos alimentos: panes, frutas frescas y un par de botellas de limonada. Todo era simple, pero en su sencillez, había algo especial, algo que hacía que todo pareciera más personal. Hablamos de cosas ligeras al principio: el clima, las noticias de la ciudad, y algunos comentarios sobre la última fiesta a la que habíamos asistido.
—Es curioso cómo siempre estamos rodeados de gente, pero nunca tenemos tiempo para esto —dijo Anthony mientras mordía un trozo de manzana.—¿Para qué? —pregunté, sin estar segura de a qué se refería.
—Para hablar —respondió él, mirándome con una franqueza que me desconcertó—. Siempre hay algo o alguien que nos distrae. A veces me pregunto si todo ese bullicio es solo una forma de evitar momentos como este.
Lo miré, sorprendida por su confesión. Anthony nunca había sido alguien que se mostrara vulnerable, pero en ese momento parecía dispuesto a compartir más de lo que jamás había mostrado.
—Creo que tienes razón —admití, bajando la mirada hacia mi plato—. Siempre estamos rodeados de ruido, y a veces, el silencio es más aterrador.
—Pero no hoy —dijo él, con una leve sonrisa—. Hoy, este silencio se siente bien.

La conversación continuó, fluyendo de una manera tan natural que me sorprendí a mí misma. Nos encontramos hablando de cosas que nunca antes habíamos mencionado: sus recuerdos de la infancia, mis sueños de viajar algún día lejos de la ciudad, y pequeños detalles de nuestras vidas que parecían insignificantes, pero que en ese contexto se volvían importantes.
El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Era un momento perfecto, uno de esos que solo ocurren de vez en cuando, y que sabes que recordarás siempre. Anthony me miró, y en su mirada había algo diferente. Una mezcla de nostalgia y emoción que no podía descifrar del todo.
—Penelope, me alegra que hayas venido —dijo, su voz un poco más baja—. Siento que… hemos dejado pasar demasiados momentos importantes. No quiero que este sea uno de ellos.
Mis labios se entreabrieron, pero antes de que pudiera responder, una voz familiar rompió el ambiente tranquilo.
—¡Anthony!-El sonido era como una daga que atravesaba la burbuja que habíamos creado. Me volví rápidamente, y allí estaba Dalila, caminando hacia nosotros con su porte elegante y su mirada incisiva. Vestía de blanco, y su presencia llenaba el claro de una forma que hacía que todo lo demás palideciera. Me quedé inmóvil, mi corazón se hundió al instante.
—Vaya, qué sorpresa encontrarte aquí —dijo ella con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, mirando a Anthony como si no fuera consciente de mi presencia—. Necesito hablar contigo, hay algunos asuntos que debemos resolver.
Anthony se levantó de inmediato, su expresión pasó de relajada a tensa en un segundo.
—Dalila, ¿qué haces aquí? —preguntó con una mezcla de sorpresa y molestia.
—Solo estaba paseando, pero parece que llegué en el momento adecuado —respondió ella, sus ojos pasando fugazmente sobre mí antes de volver a Anthony—. Es importante.
El momento se había roto. Anthony me lanzó una mirada llena de disculpas, pero no dijo nada más. El hechizo que había envuelto la tarde se desvaneció, y supe que, aunque el picnic había sido perfecto en muchos sentidos, Dalila siempre encontraría la manera de interponerse entre nosotros.

"Amor y Escándalo: Penelope Featherington y Anthony Bridgerton"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora