Capítulo 9: El Precio del Honor

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Anthony Bridgerton estaba sentado en su despacho, las manos apretadas sobre los brazos de su sillón. La habitación, normalmente un refugio tranquilo para sus pensamientos y decisiones, ahora se sentía sofocante. Era un hombre acostumbrado a ejercer control sobre su vida y sus asuntos, pero en ese momento sentía que el control se le había escapado de las manos. La situación, absurda y ridícula, lo enfurecía más de lo que podía soportar.
Un escándalo. Eso era lo que se había desatado, como una tormenta que arrasaba con todo a su paso. Los rumores sobre él y Penélope Featherington se habían extendido por todo Londres como un incendio. La gente murmuraba, las miradas curiosas lo seguían a cada paso, y lo peor de todo: la noticia había llegado a los oídos de la reina. Anthony maldijo en silencio. ¿Cómo había llegado todo tan lejos?
Recordó el día en que todo había comenzado. Era un simple baile, uno de esos en los que había sacado a Penélope a bailar para cumplir con la cortesía. No había sido más que eso. Pero alguien, algún maldito observador con demasiado tiempo libre, había interpretado el gesto como algo más. Luego, los rumores crecieron, alimentados por la pluma venenosa de Lady Whistledown. Cada palabra que esa mujer escribía tenía el poder de destrozar reputaciones, y ahora, gracias a ella, Anthony se encontraba en una posición imposible.
Y luego, llegó la audiencia con la reina.
Anthony apretó los dientes al recordar la fría mirada de la monarca cuando le había ordenado presentarse en su corte, apenas horas después de que el escándalo hubiera alcanzado su clímax. Había asistido, acompañado por su madre, Violet, quien había intentado calmarlo durante todo el trayecto. Pero la reina no había sido indulgente. Le había dejado claro que la reputación de la familia Bridgerton estaba en juego, y que un compromiso con Penélope Featherington era la única manera de restaurar el orden y detener el escándalo.
—Un matrimonio en un mes —había dicho la reina, con una frialdad que aún resonaba en sus oídos—. Será lo mejor para ambas familias.

Un mes. Apenas treinta días para casarse con una mujer con la que nunca había imaginado compartir su vida.
Anthony se levantó de golpe, comenzando a caminar de un lado a otro en su despacho. Sabía que su responsabilidad como vizconde implicaba proteger el honor de su familia, y que una boda apresurada con Penélope sería la solución más rápida y limpia para acabar con los rumores. Pero eso no significaba que aceptara la situación con facilidad. Había sido forzado a una decisión que no quería tomar, y eso lo enfurecía.
Lo peor de todo era que sus propios sentimientos estaban más enredados de lo que quería admitir. Penélope era alguien a quien respetaba, alguien que había conocido toda su vida. Sabía que era una joven inteligente, astuta, y bondadosa. Pero él no estaba enamorado de ella. De hecho, aún no entendía por qué la sociedad creía que lo estaba.
Su mente volvió a Dalila. Todo el tiempo que había dedicado a cortejarla, los esfuerzos para ganarse su atención, parecían haberse esfumado en el aire. Desde que el escándalo con Penélope había estallado, Dalila había mantenido su distancia, de manera cada vez más evidente. Anthony no podía culparla; cualquier joven de su posición habría hecho lo mismo. Pero eso no hacía que el golpe fuera menos amargo. No solo había perdido el control sobre su propia vida, sino también cualquier oportunidad de seguir cortejando a la mujer que había considerado como su futura esposa.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. —Adelante —dijo, sin detener su caminata.
Su madre entró, con el rostro serio pero tranquilo, como si estuviera lista para otra conversación difícil. Violet Bridgerton era una mujer de temple fuerte, y aunque él admiraba su serenidad, en ese momento, deseaba que le permitiera estar solo con su furia un poco más.
—Anthony, necesitamos hablar —dijo ella, tomando asiento frente al escritorio, con las manos cruzadas en el regazo.
Anthony asintió, aunque no se sentó. —¿Has venido a recordarme que mi deber es aceptar esta situación con dignidad?
—He venido a recordarte que tienes una responsabilidad como vizconde y como hijo de esta familia —respondió Violet, su tono firme, pero sin reproche—. Sé que esto no es lo que querías, pero no podemos cambiar lo que ha ocurrido. Ahora tenemos que tomar decisiones.
Anthony dejó escapar un suspiro pesado, apoyándose en el escritorio mientras cruzaba los brazos. —¿Qué decisiones podemos tomar cuando la reina ya las ha tomado por nosotros? Nos ha dado un mes para preparar una boda. Todo lo demás es irrelevante.
Violet lo miró con esa mezcla de compasión y fuerza que solo una madre podía ofrecer. —No es irrelevante, Anthony. Estás a punto de casarte, y sé que no lo has planeado ni lo has deseado. Pero también sé que esto no significa el fin del mundo. Penélope es una buena joven. Puede que este matrimonio te sorprenda de maneras que aún no entiendes.
Anthony bufó, pero sin verdadera malicia. —Madre, no se trata de que Penélope sea o no una buena joven. Se trata de que no la amo. Nunca he pensado en ella de esa manera.
Violet se levantó, acercándose a su hijo con la misma gracia que siempre la caracterizaba. —El amor, Anthony, no siempre llega de la manera que esperamos. A veces, las circunstancias nos obligan a mirar a las personas bajo una nueva luz. No digo que estés obligado a enamorarte de Penélope, pero sí que consideres la posibilidad de que este matrimonio pueda ser más que una simple solución a un escándalo.Anthony no respondió. No podía imaginar cómo un matrimonio forzado, producto de los rumores y las presiones sociales, podría transformarse en algo más. Y sin embargo, algo en las palabras de su madre resonaba en él de una manera incómoda. ¿Podía ser que, con el tiempo, viera a Penélope de un modo diferente?
Violet lo miró por un momento antes de suspirar suavemente. —Hablaré con la familia Featherington. Ya hemos comenzado con los preparativos. Es mejor que Penélope y tú se reúnan pronto. Será necesario que al menos parezcan… dispuestos.
—Dispuestos —repitió Anthony con amargura—. ¿Cómo se puede estar dispuesto cuando te han forzado a todo esto?
Su madre no respondió directamente, pero dejó que sus palabras colgaran en el aire antes de irse, dejando a Anthony solo nuevamente. Se quedó en silencio, inmóvil frente al escritorio, con los pensamientos girando en su mente.
La idea de ver a Penélope nuevamente no le entusiasmaba. ¿Qué se suponía que diría? ¿Cómo debía comportarse? Ella seguramente se encontraba tan atrapada como él en este lío, y probablemente tan incómoda. No podía imaginar que Penélope hubiera deseado esto. Después de todo, siempre había estado enamorada de Colin. Todo Londres lo sabía, aunque Colin, en su habitual distracción, nunca lo había notado.
De repente, Anthony sintió una punzada de culpabilidad. Mientras él pensaba en su propio resentimiento, no había considerado lo difícil que debía ser esto para Penélope. Ella, quien siempre había sido la joven tímida, a menudo pasada por alto en los eventos sociales. Ahora estaba en el centro del escándalo, y pronto sería su esposa, sin haber tenido voz en la decisión.
Con un suspiro más pesado aún que los anteriores, Anthony se dejó caer en su silla, apoyando los codos en el escritorio y frotándose el rostro con las manos. Sabía que no podía evitar lo inevitable. La boda iba a suceder, y la única opción que le quedaba era hacer lo mejor que pudiera con la situación.
“Un mes,” pensó. Un mes para prepararse, para aceptar lo que venía.
Y mientras tanto, tendría que aprender a enfrentar a Penélope no como una joven que había conocido toda su vida, sino como su futura esposa.El peso de esa idea lo dejó en silencio.

"Amor y Escándalo: Penelope Featherington y Anthony Bridgerton"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora