Capítulo 3: Ecos de un Corazón Callado.

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Penélope Featherington nunca se había sentido tan fuera de lugar, pero al mismo tiempo tan extrañamente segura. El baile de los Bridgerton era, sin duda, el evento más grande al que había sido invitada, y mientras sus pasos la guiaban a través del salón abarrotado, no pudo evitar sentirse abrumada por la magnificencia de la ocasión. Aubrey Hall resplandecía con la luz de cientos de candelabros, y las risas, conversaciones y melodías de los violines llenaban cada rincón de la sala.
Aún así, Penélope no estaba completamente allí. Su corazón estaba con Colin, como siempre. Había pasado años en silencio, observándolo desde lejos, soñando con el día en que él la vería como algo más que la mejor amiga de su hermana o una joven de sociedad más. Sus sentimientos por él eran profundos y constantes, un secreto que la había acompañado en cada baile, cada conversación, cada mirada furtiva. Incluso ahora, mientras se esforzaba por mantener la compostura, su mirada seguía buscando a Colin entre la multitud.
Y, como de costumbre, Colin estaba rodeado de sonrisas. Parecía que las jóvenes de la sociedad competían por captar su atención, y Penélope no podía culparlas. Colin era todo lo que ella había admirado durante tanto tiempo: encantador, inteligente, con una ligereza que lo hacía destacar en cualquier sala. Incluso en una familia tan grande y vibrante como los Bridgerton, Colin lograba tener su propio brillo. Pero lo que más adoraba de él no era solo su apariencia o su ingenio, sino la amabilidad genuina con la que trataba a todos, incluso a ella, la olvidada señorita Featherington.
Mientras lo observaba desde un rincón, su corazón se encogía un poco. Colin siempre era cortés, siempre agradable, pero no parecía verla realmente. Penélope se preguntaba a menudo si él alguna vez lo haría, si alguna vez se daría cuenta de que, detrás de la tímida sonrisa y las palabras comedidas, había una mujer que lo amaba con una intensidad que ni siquiera él podría imaginar.
Pero esa noche, algo en el aire era diferente, aunque no sabía exactamente qué. Mientras seguía el curso de la velada, tratando de evitar llamar demasiado la atención, sentía las miradas sobre ella. Al principio pensó que era solo su imaginación, una reacción natural a la ansiedad de estar en un lugar tan importante. Pero pronto se dio cuenta de que, efectivamente, la observaban.
Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Anthony Bridgerton.
Fue un momento fugaz, un cruce de miradas que no debería haber tenido mayor significado, pero que dejó a Penélope inquieta. Anthony había sido siempre una figura distante para ella. Claro, sabía mucho sobre él; no era posible no saberlo. Anthony, como cabeza de los Bridgerton, siempre estaba en el centro de la atención, controlando cada aspecto de la vida de su familia con una mezcla de severidad y devoción. Su presencia era imponente, y aunque Penélope nunca había tenido demasiada interacción con él, siempre lo había respetado desde lejos.
Sin embargo, algo en la manera en que Anthony la había mirado esa noche la desconcertaba. Había algo diferente en sus ojos, como si la estuviera viendo de una manera que nunca antes lo había hecho. Penélope apartó la mirada rápidamente, sintiéndose culpable por darle demasiada importancia a algo tan trivial. ¿Por qué habría de importarle lo que Anthony Bridgerton pensara de ella? Después de todo, él no era Colin.
Y sin embargo, a medida que avanzaba la noche, Penélope no pudo evitar notar que Anthony volvía a mirarla, una y otra vez. Al principio intentó ignorarlo, enfocándose en conversaciones banales con las jóvenes que la rodeaban. Eloise, siempre su aliada más cercana, también parecía distraída aquella noche, y aunque intercambiaron algunas bromas y observaciones mordaces sobre la sociedad que las rodeaba, Penélope no podía sacudirse la sensación de que algo se avecinaba.
No era algo tangible, pero estaba ahí, latente en el aire.
Finalmente, cuando el primer baile comenzó, Penélope decidió retirarse un poco al fondo de la sala, observando desde la distancia mientras las parejas comenzaban a girar al compás de la música. Ahí estaba Colin, con una joven deslumbrante a su lado, y Penélope sintió una punzada familiar en el pecho. ¿Cuántas veces lo había visto así? Siempre rodeado de risas, siempre feliz. Y ella, siempre observando desde las sombras, preguntándose si alguna vez podría ser parte de esa felicidad.
No estaba siendo realista, lo sabía. Aquel era un mundo que Colin habitaba sin esfuerzo, mientras que ella siempre se sentía fuera de lugar. Su vestido, aunque hermoso en comparación con los desastres anteriores que su madre le había hecho usar, seguía siendo modesto en comparación con los atuendos elaborados y las joyas brillantes de las demás damas. Penélope había aprendido a aceptar su papel en la sociedad, incluso si eso significaba resignarse a la idea de que Colin nunca la vería de la manera en que ella lo veía a él.
Pero entonces, cuando menos lo esperaba, Anthony Bridgerton apareció ante ella. Su porte era inconfundible, la seguridad con la que se movía por la sala, su presencia dominante entre la multitud. Para su sorpresa, se dirigió directamente a ella.
-Señorita Featherington-, dijo con una voz suave pero firme, inclinando la cabeza en señal de respeto.
Penélope se sobresaltó, luchando por mantener la compostura. No era frecuente que Anthony le hablara directamente. De hecho, no recordaba la última vez que había tenido una conversación con él fuera de las cortesías básicas.
-Lord Bridgerton-, respondió ella con una inclinación de cabeza, tratando de no mostrar su confusión.
Durante un momento, hubo un silencio incómodo. Penélope no sabía qué decir, y Anthony parecía estar debatiéndose internamente. Finalmente, habló.
-¿Le gustaría bailar?-
Penélope lo miró, completamente sorprendida. ¿Anthony Bridgerton, pidiéndole un baile? Su mente intentó encontrar alguna explicación lógica para la invitación, pero ninguna le pareció razonable. Sin embargo, antes de que pudiera negarse, ya que bailar no era su fuerte, se escuchó a sí misma responder con un ligero “Sí”.
Anthony le ofreció su mano, y Penélope la tomó, aún sintiendo que todo aquello era irreal. Mientras la guiaba hacia la pista de baile, no podía evitar sentir la mirada de todos sobre ellos. Sabía que aquello era inesperado, y en algún rincón de su mente, temía lo que la gente podría estar pensando.
Sin embargo, Anthony la trató con una amabilidad y seriedad que la desconcertaron. No hubo palabras vacías, no hubo intentos de conversación forzada. El baile fue en silencio, pero un silencio que no resultó incómodo. De hecho, por primera vez en mucho tiempo, Penélope no se sintió pequeña o insignificante. Sentía que, en ese momento, no era la joven ignorada de siempre, sino alguien digno de ser vista.
Cuando la música terminó y Anthony la acompañó de regreso a su lugar, Penélope se encontró aún procesando lo que había sucedido. Se inclinó cortésmente, agradeciéndole por el baile, pero sus palabras apenas encontraron su voz. Anthony la miró una vez más antes de retirarse, y por un instante, Penélope vio algo en sus ojos que la desconcertó. No era simple cortesía lo que había en su mirada. Había curiosidad, quizás, pero también algo más. Algo que Penélope no podía descifrar del todo.
Cuando la noche llegó a su fin, Penélope se encontró sentada junto a Eloise, intentando relajarse después de tantas emociones. Colin seguía siendo el centro de sus pensamientos, pero ahora, sin previo aviso, Anthony Bridgerton había sembrado una semilla de confusión en su mente. ¿Qué significaba ese baile? ¿Por qué había sido tan amable con ella?
Penélope regresó a casa esa noche con más preguntas que respuestas. Colin seguía siendo el dueño de su corazón, pero algo en el aire había cambiado. Algo que la hacía pensar que la velada había sido el inicio de algo más grande, algo que ni siquiera ella podía prever aún.

"Amor y Escándalo: Penelope Featherington y Anthony Bridgerton"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora