Capítulo 7: Corazones en el Silencio

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Penélope Featherington se encontraba sentada en el salón principal de la casa Bridgerton, con una taza de té entre las manos. El ambiente era cálido y acogedor, lleno del típico bullicio de las reuniones sociales de la familia Bridgerton, pero su corazón palpitaba más rápido de lo normal. Estaba allí por una razón específica, una razón que la había estado rondando durante semanas, pero que hasta ahora no había tenido el valor de enfrentar.
Era el día en que finalmente iba a hablar con Colin.
Los Bridgerton siempre habían sido una parte importante de su vida, especialmente desde que se había convertido en la mejor amiga de Eloise. Sus visitas a la casa eran frecuentes, casi una segunda naturaleza. Pero ese día no era solo una visita casual para disfrutar de un buen té y una charla con su amiga. No, ese día, Penélope había decidido que ya no podía seguir ocultando lo que sentía por Colin Bridgerton. Su amor por él, profundo y silencioso, había crecido desde hacía años, y aunque había tratado de convencerse de que no había esperanza, ese día algo dentro de ella gritaba por liberarse. No podía seguir soportando el peso de ese secreto.
A su alrededor, las risas y conversaciones de los demás llenaban el espacio, pero Penélope apenas las escuchaba. Sus ojos se movían inquietos, buscando a Colin, que aún no había llegado. Eloise le había asegurado que él estaría presente en la pequeña reunión, y aunque Penélope intentaba mantener una apariencia tranquila, el nerviosismo la envolvía por completo.
—¿Estás bien? —preguntó Eloise, sentada a su lado, observándola con una ceja levantada.
Penélope parpadeó, intentando sonreír. —Sí, claro. Solo un poco… distraída, supongo.
Eloise frunció el ceño, claramente no convencida. —¿Distraída? Tú nunca estás distraída. Algo te pasa. Pero si no quieres decirme, está bien.
—Es solo un poco de cansancio —mintió Penélope, con la esperanza de que su amiga no siguiera indagando. No podía confesarle a Eloise lo que estaba a punto de hacer, no todavía.
Antes de que Eloise pudiera responder, las puertas del salón se abrieron y Colin entró, saludando a los presentes con su sonrisa característica, esa que siempre hacía que el corazón de Penélope diera un vuelco. Se movía con su natural encanto, saludando a las damas y caballeros que ya se habían acomodado en torno a las mesas de té. Penélope lo observó mientras su pulso se aceleraba. ¿Cómo podía ser que nadie más notara lo encantador que era, lo amable y dulce? Para ella, Colin siempre había sido perfecto. Y hoy, esperaba, él finalmente sabría lo que significaba para ella.
—Perdón por la demora —dijo Colin mientras tomaba asiento frente a Penélope, dándole una sonrisa rápida antes de volverse hacia su madre.
Penélope apenas podía respirar. Ahí estaba él, tan cerca, y sin embargo tan inalcanzable. Habían compartido tantas conversaciones, tantas risas, pero en todas esas ocasiones, Penélope había guardado silencio sobre lo más importante. Hoy, las palabras estaban en su garganta, listas para salir. Solo necesitaba encontrar el momento adecuado.
Tomó un sorbo de té, intentando calmar sus nervios, cuando de repente una risa suave y femenina llamó su atención. Miró hacia la puerta, y su corazón se hundió en el estómago.
Dalila Woodley había llegado, acompañada por Anthony Bridgerton.
Penélope sintió un nudo en la garganta mientras los observaba entrar al salón. Dalila era hermosa, con su cabello oscuro perfectamente peinado y un vestido azul que realzaba su elegancia. Se movía con gracia, y Anthony la seguía de cerca, claramente disfrutando de su compañía. Sus miradas cómplices y la forma en que se inclinaban ligeramente el uno hacia el otro no pasaron desapercibidos para nadie en la habitación. Los rumores que había leído en Whistledown parecían confirmarse ante sus propios ojos. Anthony parecía estar cada vez más interesado en Dalila, y aunque Penélope nunca había sentido nada romántico por el vizconde, algo en aquella escena la hizo sentir… incómoda.
Anthony, por su parte, levantó la vista y su mirada se cruzó brevemente con la de Penélope. No fue más que un instante, pero fue suficiente para que Penélope se sintiera aún más vulnerable. Desvió la mirada rápidamente, fingiendo estar interesada en el contenido de su taza, pero el daño ya estaba hecho. La imagen de Anthony y Dalila juntos estaba grabada en su mente.
—Penny, ¿estás bien? —La voz de Colin la sacó de sus pensamientos, y de pronto se dio cuenta de que él estaba mirándola con preocupación.
Penélope tragó saliva, obligándose a concentrarse en la razón por la que había venido. No importaba lo que Anthony hiciera o con quién estuviera, eso no tenía nada que ver con ella. Este era su momento con Colin, y no iba a permitir que otra cosa la distrajera.
—Colin, en realidad quería hablar contigo… —dijo, con la voz más firme de lo que esperaba.
Él la miró, intrigado. —¿Hablar conmigo? ¿Sobre qué?
Penélope dudó, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. Las palabras que había ensayado tantas veces en su mente parecían desvanecerse, y por un momento, sintió que todo el coraje que había reunido desaparecía.
—Es… algo importante. Quizás podríamos hablar en privado —agregó, con la esperanza de que Colin entendiera la seriedad de sus palabras.
Colin la miró por un segundo, claramente sorprendido por la petición. Penélope nunca había sido de buscar conversaciones privadas con él, pero su naturaleza afable lo hizo asentir rápidamente.
—Claro, Pen. Vamos al jardín. Estará más tranquilo allí.
Penélope sintió una mezcla de alivio y temor al verlo levantarse y extenderle la mano para guiarla fuera del bullicioso salón. El jardín de los Bridgerton era un lugar hermoso, lleno de flores y setos cuidados, un rincón de paz donde muchas veces había encontrado consuelo en el pasado. Sin embargo, en ese momento, sentía que las flores y los árboles no serían suficientes para calmar sus nervios.
Caminaron en silencio hasta que estuvieron lejos de las miradas curiosas. Colin se detuvo junto a un banco de piedra, mirándola con una sonrisa amable pero llena de curiosidad.
—Bueno, aquí estamos. ¿De qué querías hablar, Penélope?
Penélope respiró hondo, sintiendo que su oportunidad había llegado. Este era el momento. Tenía que decirlo. Tenía que liberarse de ese amor que había guardado en secreto durante tanto tiempo.
—Colin, hay algo que he querido decirte desde hace mucho tiempo… —comenzó, su voz temblando levemente. Las palabras parecían más pesadas ahora que estaban al borde de ser pronunciadas.
Él la miró con paciencia, sin saber lo que estaba por venir, y esa misma ignorancia hizo que Penélope sintiera aún más miedo. ¿Cómo reaccionaría? ¿Se reiría? ¿La rechazaría amablemente? Cualquier respuesta era mejor que la incertidumbre que había vivido hasta entonces.
—Te… te aprecio mucho, Colin. Más de lo que te imaginas. Durante mucho tiempo he guardado estos sentimientos, y… —hizo una pausa, notando cómo su voz se quebraba un poco. Cerró los ojos por un momento, luchando contra las lágrimas que amenazaban con asomarse.
Pero justo en ese instante, escucharon una risa. Una risa suave, musical, que provenía del interior de la casa.
Era Dalila.
Y con esa risa, llegaron las voces de más invitados, entre ellos la de Anthony, que parecía estar bromeando con ella. Colin también pareció distraerse por un momento, y cuando volvió su atención a Penélope, la expresión en su rostro había cambiado ligeramente. No era rechazo, pero tampoco la profunda atención que ella necesitaba en ese instante.
Penélope tragó saliva y sonrió débilmente, retrocediendo antes de llegar a la confesión completa.
—Bueno, lo que quería decir es que… me alegra mucho ser tu amiga. —Las palabras salieron casi atropelladamente, y su propia voz le sonó vacía, como si algo dentro de ella se hubiera apagado en el último segundo.
Colin sonrió, sin notar el cambio en su tono. —Yo también aprecio mucho tu amistad, Penélope. Eres una de las personas más importantes para mí.
Penélope sonrió, pero el peso en su pecho seguía allí, más pesado que nunca. Asintió, sabiendo que ese momento había pasado, y que quizás nunca tendría otra oportunidad de decirle lo que realmente sentía.
—Gracias, Colin. Eso significa mucho para mí.
Y así, su confesión quedó ahogada en un silencio lleno de lo que no se dijo, mientras el eco de la risa de Dalila y Anthony seguía flotando en el aire.

"Amor y Escándalo: Penelope Featherington y Anthony Bridgerton"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora