▎ConfesionesLa atmósfera del confesionario era densa, casi palpable. La escasa luz que se filtraba a través de la rejilla apenas iluminaba los rostros de Charlie y Kat, creando un ambiente íntimo y cargado de emociones. A pesar de la delgada pared que los separaba, ambos sentían la cercanía de sus almas, como si el espacio entre ellos se desvaneciera en la penumbra.
Charlie se encontraba sentado en el banco de madera, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba a Kat a través de la pequeña rejilla. Su cabello dorado brillaba tenuemente, cayendo con gracia por un lado de su rostro. En ese momento, cada movimiento que hacía parecía un baile delicado, y Charlie no podía evitar fijarse en sus labios, rosados y carnosos, que se movían con una suavidad hipnótica mientras hablaba.
Kat, por su parte, había tomado asiento a su lado, su mirada fija en el perfil de Charlie. Para ella, era como si estuviera contemplando una obra maestra. La línea de su mandíbula, la forma en que sus ojos reflejaban la luz tenue; todo en él le parecía perfecto. Sin embargo, había algo más en juego; una vulnerabilidad que resonaba en el aire entre ellos.
— A veces... me toco, por las noches —dijo Kat, su voz suave como un susurro, pero con un peso emocional que llenaba el espacio.
Charlie sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escucharla. Las palabras de Kat eran reveladoras, aunque no explícitas. Había una sinceridad en su confesión que lo atrapó completamente, y la inquietud en su voz le hizo desear acercarse más, cruzar la barrera que los separaba.
— Después de hacerlo —continuó Kat, su voz temblando ligeramente—, me siento sucia... culpable. Como si hubiera cruzado una línea que no debería haber cruzado.
El corazón de Charlie se apretó al escucharla. Era evidente que cada palabra le costaba salir, pero había algo liberador en compartir esos pensamientos oscuros. Se preguntó qué pasaba por la mente de ella en esos momentos solitarios, qué pensamientos la llevaban a buscar consuelo de esa manera. La lucha interna de Kat era palpable; podía sentir el peso de sus palabras y el anhelo detrás de ellas.
— No sé si es realmente algo malo —agregó Kat, su mirada fija en el suelo—. A veces pienso que quizás solo me hace más... humana.
Las palabras resonaron en la mente de Charlie. ¿Qué significaba ser humano si no era experimentar la culpa y el deseo? Su corazón latía con fuerza mientras reflexionaba sobre la complejidad del ser humano. La vulnerabilidad de Kat lo tocaba profundamente; deseaba ofrecerle consuelo y comprensión.
— ¿Qué es lo normal? —preguntó Charlie, sintiendo que debía ofrecerle algún tipo de apoyo—. ¿Quién define lo que está bien o mal?
Kat levantó la vista, sus ojos color miel encontrándose con los de él a través de la rejilla. En ese momento, Charlie sintió que el mundo exterior se desvanecía; solo existían ellos dos en esa pequeña habitación iluminada tenuemente.
— Nunca he tenido un novio de verdad —confesó Kat, su voz volviéndose más suave y vulnerable—. Nunca he tenido una relación seria. A veces siento culpa al recordar esos actos pecaminosos que cometí con hombres con los cuales no tuve una relación.
Las palabras salieron de sus labios como un eco de confusión. Charlie pudo ver cómo cada confesión la desgastaba un poco más, como si estuviera desnudando su alma ante él. La imagen de Kat, con su cabello dorado y su dulzura provocativa, se entrelazaba con las revelaciones que compartía.
— Es como si cada vez que me entrego a esos momentos efímeros —continuó Kat—, me estuviera alejando más de lo que realmente quiero. Pero no sé... a veces pienso que quizás es normal.
Charlie sintió que su pecho se expandía con una mezcla de empatía y deseo de protegerla. La sinceridad en su voz lo conmovía; era como si cada palabra abriera una puerta a un rincón oscuro de su alma.
— Te prometo que no estás sola —dijo Charlie con firmeza—. Todos tenemos nuestras luchas y nuestros secretos.
Kat sonrió débilmente, como si sus palabras le ofrecieran un atisbo de esperanza.
— Eso sería reconfortante —admitió—. A veces siento que soy la única lidiando con esto.
— No lo eres —respondió Charlie, sintiendo la urgencia de ofrecerle consuelo—. Todos enfrentamos demonios internos. Lo importante es cómo elegimos manejarlos.
La conversación fluyó entre ellos como un río sereno, cargado de emociones sin revelar completamente. A medida que compartían sus pensamientos más profundos y secretos ocultos, la delgada pared entre ellos parecía desvanecerse lentamente, dejando solo el espacio sagrado donde sus almas podían encontrarse.
Kat lo miró con una mezcla de gratitud y anhelo. En ese momento compartido, ambos comprendieron que habían cruzado una línea invisible; ya no eran solo dos personas atrapadas en sus propias inseguridades, sino dos almas buscando respuestas en medio del caos de sus vidas.
Mientras las palabras continuaban fluyendo, Charlie sintió que el tiempo se detenía. En esa pequeña habitación iluminada tenuemente, solo existían ellos dos: dos seres humanos enfrentando sus demonios juntos, descubriendo poco a poco el poder liberador de la vulnerabilidad compartida.
El confesionario se convirtió en un refugio donde podían ser auténticos sin temor al juicio. En ese espacio sagrado, las sombras comenzaron a disiparse y las esperanzas florecieron lentamente entre sus corazones inquietos.
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