▎Segundo EncuentroNo podía dejar de pensar en Charlie. Desde aquel domingo en que fui a confesarme, su imagen se había instalado en mi mente como una melodía pegajosa. No quería parecer intensa, así que decidí esperar hasta el siguiente domingo para volver a la iglesia. Jamás imaginé que regresaría a un lugar que siempre me había parecido tan aburrido y denso. Pero había algo en él, ese sacerdote joven y apuesto, que me atraía de una manera inexplicable.
El día de hoy era crucial. Tenía que elegir el outfit perfecto para verlo. Me paré frente a mi armario y comencé a sacar ropa. Quería algo que reflejara mi estilo: tierno y lindo, con colores pasteles, pero que al mismo tiempo dejara entrever un poco de piel. Necesitaba que fuera provocativo, pero de una manera sutil, casi subliminal.
Finalmente, opté por una falda plisada azul celeste que caía justo cinco dedos debajo de mis glúteos. Era lo suficientemente larga como para no parecer demasiado atrevida, pero también lo suficientemente corta como para sentirme coqueta. La combiné con unos tacones blancos que hacían que mis piernas se vieran más largas y unas medias blancas que no eran muy largas, justo como me gustaban. Arriba, elegí un suéter corto de manga larga blanco que dejaba ver un poco de mi abdomen. Era un equilibrio perfecto entre dulce y provocativo.
Me maquillé con cuidado, manteniendo un look natural. Solo un poco de rubor en las mejillas para dar ese toque sonrojado y un labial rosa con gloss que hacía que mis labios se vieran irresistibles. No quería parecer excesiva; quería que se notaran mis pecas bajo la luz del sol, así que decidí no usar base. Mi cabello lo llevé medio recogido, dejando caer algunos mechones sueltos a los lados de mi rostro.
Mientras me miraba en el espejo, sabía que todo esto era solo para él. El único que quería que me mirara era Charlie.
Al llegar a la iglesia, el ambiente era diferente al de la semana pasada. Había más gente en los bancos, algunas señoras murmurando y niños correteando. Caminé con confianza, sintiendo algunas miradas sobre mí. Me gustaba esa sensación; era como si cada paso que daba llamara la atención, y eso me hacía sentir admirada y deseada.