| Celos.Han pasado varias semanas desde que decidí asistir a la iglesia cada fin de semana. Al principio, lo hice solo para ver a Charlie, el padre Mayhew, pero poco a poco me he convertido en una habitual entre las monjas. Me conocen por mi nombre y siempre me saludan con sonrisas cálidas y amables. Las conversaciones con Charlie se han vuelto uno de los momentos más esperados de mi semana, y no puedo evitar sentir un cosquilleo cada vez que lo veo.
Hoy, mientras me arreglo, una mezcla de emoción y nerviosismo me invade. Decido ponerme un vestido corto blanco que tengo guardado desde hace tiempo; tiene un escote que sé que no pasará desapercibido. Mis tacones blancos hacen que mis piernas se vean más largas y elegantes, mientras que mi cabello rizado cae libremente sobre mis hombros. Opto por un maquillaje natural: un poco de rubor, rímel y brillo labial. Mis labios son naturalmente rosados, así que no necesito nada más.
Al llegar a la iglesia, noto que la gente comienza a irse. Me siento un poco decepcionada al no ver a Charlie entre ellos. Sin pensarlo mucho, decido curiosear por la parte de abajo de la iglesia. Mientras exploro, me topo con una de las monjas.
—Oh, hola Kat, ¿qué haces por aquí? Me pareció extraño no verte en la misa —me dice con una sonrisa.
—Es que sin darme cuenta se me hizo tarde —le sonreí levemente—. Busco al padre Charlie, ¿sabe dónde está?
—Al final del pasillo. Nos vemos luego, mi niña —palmea mi hombro levemente antes de irse.
Ella se dirige hacia el fondo del pasillo, mientras yo sigo caminando. Escucho la voz de Charlie; su tono suena agitado. Me asomo y lo veo en la bicicleta estática, con una camiseta sin mangas roja y un short negro. Está todo sudado, con el cabello cayendo por su frente empapada. Muero de ganas de tocarlo.
— De acuerdo, bien allá vamos. Prepárense y respiren hondo —respiro hondo extendiendo sus brazos hacia arriba sin parar de pedalear.
Mis ojos se paseaban por todo su cuerpo que aún sudoroso me parecía delicioso.