Capítulo 8

467 34 4
                                    




Capítulo 8: Entre celos y malteadas

▎Capítulo 8: Entre celos y malteadas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era sábado. El día perfecto para salir a pasear, pero mi mente estaba atrapada en un solo lugar: en aquel domingo. En ese pequeño rincón de la iglesia, donde la luz se filtraba a través de los vitrales y el aire olía a incienso, estaba él. Charlie, el padre de la iglesia del pueblo. No podía dejar de pensar en cómo había sido nuestra última conversación, en cómo su risa resonaba en mi cabeza como una melodía que no podía olvidar. Extrañaba su piel, su suave cabello entre mis dedos y escuchar su respiración agitada. Era como si cada palabra que intercambiábamos encendiera algo dentro de mí, algo que no podía controlar.

Decidí que era hora de salir, de despejar mi mente. Abrí mi armario y elegí un vestido corto de tirantes con cuadros rojos y blanco. Me encantaba cómo me quedaba; era fresco y divertido. Me solté el cabello, dejándolo caer en ondas suaves que enmarcaban mi rostro. Para completar el look, opté por unos tacones rojos medio altos que hacían que mis piernas lucieran aún más largas. Me puse unas medias blancas con encaje en las orillas; era un toque coqueto que siempre me hacía sentir especial.

Cuando llegué a la parte del maquillaje, elegí un labial rojo natural con brillo. Siempre quise dar ese aspecto de chica inocente en mi maquillaje, y ese labial era perfecto. Un poco de rubor en las mejillas y un toque de máscara para resaltar mis ojos, y así, lista para salir, me sentía bien conmigo misma.

Salí de casa sintiéndome inalcanzable. Cada paso que daba parecía atraer miradas; algunos hombres chiflaban, otros me decían cosas al pasar. Siempre había estado acostumbrada a esa atención; era como un juego en el que siempre ganaba. No necesitaba esa validación para sentirme bien, pero de vez en cuando, me gustaba llamar la atención.

Mientras caminaba, mis pensamientos volvían a Charlie. Su risa, su mirada... todo lo relacionado con él me hacía sentir una mezcla de emoción y ansiedad. Recordaba nuestro último encuentro, el domingo anterior: no llegué a la misa porque me quede dormida y decidí explorar la iglesia. Recorrí sus pasillos, admirando los vitrales y la arquitectura antigua hasta que lo vi a él haciendo ejercicio en una de las habitaciones. Su figura atlética se movía con gracia mientras sudaba.

Ahí fue donde todo cambió; lo ayudé a secar su espalda después de su baño, y eso terminó en un toqueteo intenso. Era la primera vez que teníamos un encuentro así, y desde entonces no podía dejar de pensar en él.

Llegué frente a un restaurante que parecía acogedor y decidí entrar. La campanita sobre la puerta sonó al abrirse, y algunas miradas se volvieron hacia mí. Me sentí observada, pero mi atención se centró rápidamente en una mesa en particular. Allí estaban Charlie y Megan, una de las hermanas del convento, riendo y compartiendo una porción de papas fritas. La imagen me hizo detenerme un momento.

—¿De qué se estarán riendo? —me pregunté mientras me acercaba a la barra para pedir una malteada.

Charlie era gracioso, eso lo sabía. Pero Megan... ella no era precisamente conocida por su sentido del humor. ¿Qué podría haber dicho para hacer reír a Charlie así? Me acerqué a la barra y pedí mi malteada, aunque mi mirada no podía despegarse de ellos.

La Tentación del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora