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Volvieron a terminar sus bebidas, entonces el Amo ignoró sus protestas y lo llevó a la pista de baile. La música era lenta y romántica. Jimin podía hacer esto, especialmente con el Amo sosteniéndolo gustosamente en su contra. Él bailaba como todo lo demás que hacía, de la mejor forma, y con un paso firme.

—¿Cómo lograste ser tan bueno en todo? —Murmuró Jimin, disfrutando de la música suave, del lento deslizamiento de su mano hacia arriba y abajo de la espalda. Había desenganchado sus muñecas, y él saboreaba la sensación de los duros músculos del hombro debajo de sus dedos.

—No me has visto en otro lugar que no sea aquí, mascota. Tu opinión puede ser un poco exagerada.

De alguna manera Jimim, dudaba eso.

—¿Qué haces cuando no estás aquí? —Él parecía demasiado honesto para ser un abogado o un hombre de negocios. Tal vez...

—Soy psicólogo.

Jimin se echó hacia atrás, lo miró fijamente.

—¿Tú?

El Amo se echó a reír.

—Ese grado de asombro no es precisamente halagador.

—Pero... —Bueno, caramba, no era de extrañarse que lo leyera como a un libro. — Entonces, ¿en realidad no lees la mente?

Lo tiró hacia atrás, acariciando los cabellos de su sien. 

—A una corta distancia, yo puedo realmente leer las mentes. Las emociones, más bien, y las limitaciones que la persona siente en ese momento. ―Sus manos se curvaron debajo de su trasero, presionándolo contra su polla, manteniéndolo medio excitado con sus atenciones. —Dado que trabajo con niños pequeños, ser capaz de saber lo que están sintiendo es esencial.

El Amo. Trabajando con niños. Y él realmente podía verlo, nunca había conocido a nadie más reconfortante, más capaz de hacer que una persona se sienta segura.

Aun así...

—Yo habría imaginado algún tipo de terapia sexual, considerando... esto. —Ondeó su mano abarcando la sala.

—La asesoría de niños es mi regalo para el mundo. —Él sonrió, frotando contra sus erecciones hasta que sus piernas se sintieron débiles. —Esto es lo que el mundo me ofrece.

Su cuerpo comenzó a sentir dolor por la necesidad ante la sensación de él en contra de su entrepierna el toque de sus manos ahuecando su trasero.

 ¿Cómo le hacía esto?

—Uhm. —Se había olvidado la pregunta que había estado a punto de hacer.

—¿Y tú, Jimin? ¿Qué haces para ganarte la vida? Pregunta. Él le había hecho una pregunta.

—Soy contable.

Su risa suave le alborotó el cabello.

—Yo debería haberlo sabido. Debes ser un contable magistral.

—¿Qué significa eso? — Preguntó. Sus manos bajaron de alrededor de su cuello. Jimin lo apartó lo suficiente como para fruncir el ceño en su cara y mover sus atormentadoras manos lejos de su trasero.

Él lo agarró por las muñecas y llevó sus manos otra vez alrededor de su cuello.

—Deja las manos ahí, mascota, —ordenó. 

Y entonces él volvió a colocar sus manos, tocándole de nuevo el trasero.

Jimin detuvo sus pies.

—Si no vas a bailar, mis dedos pueden hacer esto, —le susurró, moviendo una mano hacia delante, deslizándola entre su entrepierna. Jimin se sacudió cuando los dedos del Amo pellizcaron la punta de su polla. —¿Baile o placer?

MAESTROS DE EUFORIA 1 ⛓️ EL AMO JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora