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Jungkook encontró un rincón bastante deshabitado y se instaló en un sofá con su tembloroso pequeño sub en su regazo. Los miembros del Club pasaban por delante, ocasionalmente asintiendo con una sonrisa, ninguno hablaba.

Baekhyun dirigió una sonrisa hacia él y un pulgar hacia arriba.

Jimin todavía no había hablado cuando él se inclinó hacia atrás con él acurrucado contra su pecho.

—Estuviste maravilloso, —murmuró Jungkook, sosteniéndolo firmemente en sus brazos, permitiéndole regresar al mundo a su propio tiempo. —Estoy muy orgulloso de ti, pequeño gatito.

Jimin estaba temblando, un proceso continuo de temblores a través de todo su cuerpo, y Jungkook envolvió la manta firmemente alrededor de él, cobijándolo más cerca en su contra.

 Apoyó la mejilla en la parte superior de su cabeza, contento de relajarse con él. Para un Dom, la intensa atención requerida para una escena, sobre todo con alguien tan nuevo, era agotador pero estimulante al mismo tiempo.

Para un sub... obligado a pasar sus inhibiciones, Jimin, había dado en total libertad sus respuestas, sin reservarse nada. Sin embargo, para alguien con su personalidad modesta, controlado, reservado, ser tan expuesto frente a extraños sería un golpe a su propio sistema.

Si tenía que pasar el resto de la noche sólo sosteniéndolo, entonces así lo haría.

A medida que sus temblores disminuían, Jimin podía oír un suave ruido sordo en su oído, más real que la música que se reproducía en alguna parte. La fragancia del jabón cítrico mezclado con el almizclado olor a hombre lo rodeó, y se dio cuenta que su mejilla estaba apoyada sobre la piel suave sin vello de un pecho fornido. Tenía brazos alrededor de él.

Parpadeó, sintiéndose acurrucado y cálido. Seguro. Una manta le cubría desde los pies hasta los hombros, ocultándolo de los demás. Su mirada vagó sobre la gente que pasaba caminando, personas que miraban pero no hablaban.

Simplemente yació allí por un tiempo, incapaz de conseguir que sus pensamientos se reúnan con la suficiente rapidez como para querer moverse. Jimin estaba en su lugar feliz, habría dicho su sobrino.

El Amo... y este era el Amo, Jimin reconoció su olor y sus brazos... no parecía tener prisa por irse. Finalmente, se las arregló para tomar una profunda respiración y levantar la cabeza.

Su mano acariciaba arriba y abajo sobre su brazo. 

—Bienvenido de nuevo, pequeño, — él murmuró, su voz enviando un divertido temblor a través de él. Podía sentir sus labios tocando su pelo.

Se incorporó un poco, girando para poder verlo, sintiendo como si lo estuviera mirando por primera vez. Él era tan... masculino, tan dominante.  De negros ojos con un brillo inusual, su mandíbula definida, era fuerte, su rostro delgado y duro. Las oscuras cejas se arquearon hacia arriba ahora que él tocaba su barbilla. Cuando sus labios se curvaron en esa apenas perceptible sonrisa suya, Jimin le pasó el dedo sobre el labio inferior, notando la suavidad aterciopelada cubriendo la firmeza. Muy parecido a él, tan suave en la superficie, pero inflexible... demandante... por debajo.

—No recuerdo salir de esa habitación. —Su voz estaba ronca, un poco cruda, Jimin frunció el ceño. —No recuerdo una manta.

Él levantó la mano de su hombro para acariciar su rostro. 

—Cuando un sub experimenta algo tan intenso, no es inusual retraerse hacia adentro, en el interior de su propia cabeza, en el subespacio. Tenemos mantas en todas las habitaciones.

—Oh. 

Wow. 

Pero ser sostenido de esta manera era maravilloso. Dejó que su mente flotara de nuevo a lo que había sucedido, la impotencia, las sensaciones que se habían vuelto cada vez más abrumadoras, hasta que no podía dejar de correrse. Recordó las manos de Mingyu, la boca sobre él. Se estremeció.

MAESTROS DE EUFORIA 1 ⛓️ EL AMO JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora