Brielle
Sabía que las clases serían diferentes con el profesor Blackwell. El ambiente cambiaba cuando su presencia se adueñaba del salón. Había cierta tensión y, al mismo tiempo, curiosidad. Tenía el tipo de carácter que, tarde o temprano, terminaba chocando con el de otros.
Pero nunca creí que apenas en nuestra segunda clase me encontraría a mí misma enfrentándome al profesor más intimidante de todo Worthington.
—Dorian se dirigió a la autodestrucción por su obsesión hedonista… —comentó una de las estudiantes.
Nos encontrábamos compartiendo opiniones respecto a la lectura, como el profesor Blackwell había dicho en la primera clase.
—Pienso que Dorian no merecía aquél destino —pronuncié, atrayendo algunas miradas incluída la del profesor.
—¿Por qué lo piensa, alumna..?
—Brielle Van der Wedden.
Mentiría si negara que tener su atención en mí me ponía algo nerviosa.
—Pienso que no fué justo su final. Dorian pagó un precio muy alto por su obsesión, pero solo era un alma corrompida por su entorno más que por su propio deseo.
—El destino de Dorian estaba escrito por sus propias acciones, al igual que el de todos, ¿no lo cree?
—No creo que debamos pagar tan caro por ceder ante nuestros propios deseos. Todos los tenemos, es parte de nuestra naturaleza.
—Estoy de acuerdo —coincidió otro de los estudiantes.
—Por supuesto que los seres humanos tenemos deseos ocultos —admitió Blackwell—, pero si todos nos dejaramos llevar por estos el mundo sería un caos. No nos llevaríamos a otro lugar más que a la autodestrucción. Es la propia búsqueda de Dorian por la juventud eterna lo que lo lleva a la ruina, a la decadencia moral…
—Entonces no estaría siendo justo —me atreví a interrumpirlo, aunque técnicamente no había terminado de dar mi opinión.
La mirada gris de Blackwell regresó a mi.
—¿Cómo?
—Ignorando el entorno donde se cultivó aquél deseo. La novela se desarrolla en una sociedad superficial donde todos valoran la belleza de la juventud, ¿no cree que tenga algo que ver? Al igual que la influencia de Lord Henry sobre Dorian.
El profesor Blackwell me observó con atención y de pronto sentí que todos lo hacían.
—Continúe.
—Lord Henry era la personificación del hedonismo. Todo el tiempo le recordaba a Dorian que solo la juventud y la belleza eran lo único que importaba. No puede negar que esta influencia sienta bases para la obsesión de Dorian con su apariencia y su juventud.
En mi opinión, Dorian fué bastante influenciado y empujado en la toma de sus decisiones hasta que estas lo atraparon y lo consumieron.
—Dorian no fué influenciado por Lord Henry, sino todo lo contrario —negó sin apartar su atención de mí—. Se vió fascinado por este y su filosofía hedonista. Lord Henry sólo impulsó deseos que ya tenían lugar en el alma de Dorian. Él siempre deseó aferrarse a su belleza y juventud, él mismo trazó su destino.
—¿No cree tener una perspectiva un tanto moralista al respecto? Habla como si nunca hubiera deseado algo con intensidad. Pareciera estar culpando a Dorian por sus propios deseos.
—Nunca negué desear cosas con intensidad, señorita Van der Wedden. Pero ceder ante esto y dejarse llevar de una manera tan obsesiva y autodestructiva es para imprudentes e impulsivos. Wilde deja claro el destino de aquellos que viven sin principios ni moral. ¿Cree que otras personas de la época no deseaban cosas en secreto también? Fueron responsables por sus acciones, por eso no tuvieron el mismo destino que Dorian.
—Pienso que ese deseo es parte de la naturaleza humana y merecía una oportunidad de redención.
Estaba siendo moralista al respecto. Me molestaba que no fuera comprensivo y pretendiera ser sumamente correcto cuando nadie lo era realmente. ¿Acaso él sí? Me parecía arrogante.
—Incluso viendo lo que le hacía a su retrato, al punto de causarle temor, la obsesión de Dorian por la juventud y la belleza lo llevó a perderse en un laberinto de placeres y autodestrucción.
—Porque se encontraba perdido y sin salida —repliqué, sintiendo la tensión acrescentandose en el salón, todos nos miraban atentos—. No fué justo porque la influencia de la filosofía hedonista de Lord Henry, con todo lo que él le mostró, lo llevó a corromperlo de formas oscuras, si él no…
—Tiene razón, señorita Van der Wedden —me interrumpió y mis ojos se abrieron ligeramente.
Por un segundo creí haber escuchado mal.
—Todo fué culpa de Lord Henry.
¿Acaso estaba siendo malditamente sarcástico?
—Tiene una forma muy simple de analizar una obra como esta —dijo dándome la espalda mientras se alejaba hacia su escritorio.
Por un instante me quedé con la boca abierta, escuchando algunos murmullos a mi alrededor. Entonces, mi mandíbula se tensó.
¿Acaba de llamarme ignorante y burlarse de mi opinión frente a toda la clase?
—Para ser un hombre tan formado e intelectual actúa de una manera bastante despectiva ante una simple opinión —pronuncié en voz alta con cierta molestia.
—¿Disculpe?
La tensión se sintió filosa en el aire.
Era una aplicada y excelente estudiante, estaba por graduarme con honores, nunca antes había tenido un solo problema y no los quería en ese momento, mucho menos con él, pero no podía permitir que me tratara de incompetente solo por tener una opinión diferente. ¿Quién se creía?
—Creo que me escuchó, profesor Blackwell.
No aparté mi mirada de la suya, no quería mostrarme intimidada frente a él y toda la clase. Así como él tampoco se sintió privado de tratarme de una forma tan inmadura y despectiva.
—¿Sabe una cosa, alumna Van der Wedden? Podría escribir un ensayo defendiendo su posición.
Mi mandíbula se tensó.
¿Más tarea?
—Quiero no menos de cinco mil palabras para nuestra siguiente clase —ordenó mientras guardaba sus cosas y los estudiantes comenzaron a hacer lo mismo.
En ese momento el timbré sonó y él se marchó.
Metí las cosas dentro de mi bolso con una molestia que no podía describir.
¿Debí haber cerrado mi bocota? No, mi padre no me crió para agachar la cabeza cuando no lo creía correcto.
—Maldición —susurré cuando algunos lápices se me cayeron al suelo y me agaché a recogerlos.
—Eso fué todo un espectáculo.
Un chico de cabello rubio y ojos cafés se acercó a mí con una sonrisa divertida en el rostro, ayudándome a recoger mis cosas.
—Me alegra haber entretenido a la clase.
Cerré mi bolso.
—Ahora tengo que escribir un estúpido ensayo. Si ya dejé en claro lo que pienso y lo que sea que escriba no lo va a hacer cambiar de opinión, lo hace para molestar —me quejé y él me observó con diversión. Tenía una sonrisa encantadora que se me contagió, desvaneciendo un poco mi molestia y le sonreí con amabilidad, tendiendole la mano—. Brielle.
—Sí, lo sé.
Reí ante sus palabras.
Por supuesto, toda la clase conocía mi nombre ahora.
—Asher Colson.
Me colgué el bolso y ambos nos dirigimos a la salida.
—Un gusto, Asher. Y gracias —dije por haberme ayudado a recoger.
—No hay por qué.
—Nos vemos —me despedí alejándome en busca de Tatum para contarle todo y poder quejarme en paz, no se lo creería.
Luego me dedicaría a escribir un ensayo digno de dejar con la boca cerrada al idiota del profesor Blackwell.
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Profesor Blackwell
RomanceLa llegada del nuevo profesor de literatura provoca revuelo en la prestigiosa Universidad Worthington. Dueño de una belleza oscura que atrae las miradas y despierta el interés de muchas estudiantes y hasta profesoras. Y de una reputación estricta y...