Brielle
Esa mañana Tatum no había asistido a la universidad por lo que me encontraba caminando sola hacia mi clase mientras texteabamos.
—Brielle.
Me dí vuelta para ver quién estaba llamándome y sonreí al ver a la amable secretaria de la directora.
—Buenos días, Marcie.
—Buenos días, linda. ¿Crees poder hacerme un favor? Si no es molestia.
Guardé mi móvil.
—Seguro, no hay problema.
—¿Podrías llevar estos libros a la oficina de registros, por favor?
Oh, rayos.
La oficina de registros no quedaba lejos realmente pero faltaban solo unos minutos para que el timbre sonara y no creía llegar a tiempo a mi clase.
Marcie era una señora realmente amable a la que todos adoraban, trabajaba en Worthington desde hacía años y me había hecho favores con ciertas cosas referentes a las clases en el pasado que no podía decirle que no.
—Claro.
—Muchas gracias, linda —dije apresurada antes de salir rápidamente hacia no sé dónde.
Tomé la pila de libros haciendo una mueca y me dirigí a pasos largos hacia la dichosa oficina.
Mucha universidad prestigiosa y antigua pero un elevador ni por casualidad. Pensé mientras subía otro tramo de escaleras casi sin aliento.
Cuando llegué arriba tuve la bendita suerte de chocar contra alguien y los libros tambalearon pero las manos de la otra persona sobre las mías lo impidieron.
—Despacio.
Blackwell.
Oh, no.
—Disculpe, profesor —intenté rodearlo pero él me detuvo.
—¿Y esos libros?
—La señora Ellis me pidió el favor de llevarlos a la oficina de registros y no pude decirle que no.
—¿Incluso sabiendo que puede perder la clase?
¿Qué iba a saber el Señor Simpatía sobre hacer un favor por amabilidad?
—Incluso entonces, profesor.
Reforcé mi agarre en los libros porque mis brazos comenzaban a debilitarse.
—Con permiso.
Volví a intentar pasar por su lado y nuevamente me detuvo. Esta vez tomó tres de los cinco libros, sosteniéndolos con una mano como si no supusiera esfuerzo para él.
—¿Qué está haciendo? —lo miré sin entender.
Le dió una mirada a su reloj, fué cuando me dí cuenta que no llevaba anillo de compromiso, en ninguna mano.
Extraño.
—Aún quedan cuatro minutos para que la clase comience —avisó comenzando a caminar en dirección hacia la oficina—. Camine.
¿Estaba ayudándome?
Tras mirarlo como si le hubiera salido una segunda cabeza comencé a seguirlo a paso rápido pues sus piernas eran mucho más largas que las mías.
Regresamos juntos y en silencio al salón de clases.
—Gracias, profesor —le dije cuando llegamos, justo cuando el timbre sonó.
—No hay por qué.
Se detuvo en la puerta, dejándome pasar primero y luego cerrando detrás de él mientras rápidamente me ubicaba en mi lugar.
Los estudiantes no tardaron en abandonar el salón cuando el timbre volvió a sonar. Mientras me dirigía a la salida pude escuchar al profesor Blackwell llamándome.
— Señorita Van der Wedden, ¿me daría un minuto?
Me volví hacia él.
—¿Se le acaba de ocurrir un nuevo castigo?
—No me de ideas.
Ambos nos quedamos solos en el salón.
—¿Es usted siempre tan hostil? —preguntó y arqueé una de mis cejas.
—¿Es usted siempre tan hostil?
Pude vislumbrar algo diferente cruzar su mirada pero no distinguí qué, solo era notable la manera en que su expresión seria había cambiado, parecía hasta algo relajado.
—Y perspicaz —murmuró terminando de guardar sus papeles en su portafolio—. En esta ocasión no busco discutir con usted, señorita Van der Wedden, sino decirle que su ensayo me ha parecido…
Lo escuché con atención.
—Interesante.
—Que halago —no quise que sonara sarcástico, en realidad viniendo de un hombre tan inteligente y serio como él no creí que me calificaría de interesante.
—Hizo un buen trabajo.
—¿Entonces está aprobado?
—Eso parece.
Me tendió mi ensayo y lo tomé, pero él no lo soltó.
—Cuando se trata de defender su postura es… decidida, aunque también algo impulsiva y desafiante —comentó entonces, mirándome a los ojos, antes de soltarlo—. Espero que no vuelva a repetirse lo de aquella clase. Siempre hay formas de defender nuestras ideas sin recurrir a la obstinación y la confrontación.
Estreché mi mirada sobre él.
—En menos de cinco minutos me ha calificado como hostil, impulsiva y obstinada, pareciera no tener criterio acerca de su propia actitud.
Su mirada reflejó cierto interés lo cual me extrañó, ¿no estaba de humor para hacerme escribir otro ensayo excusándose de que era alguien impulsiva y desafiante?
—¿Estaría satisfecha compartiendo conmigo su propio criterio acerca de mi actitud en clases?
—No, gracias. Me pidió no darle ideas para otro castigo.
Blackwell se apoyó en su escritorio, cruzándose de brazos y mi atención por un momento se perdió en sus hombros anchos y antebrazos fuertes al tener la camisa blanca arremangada.
—Quiero escucharla —inclinó su atractivo rostro ligeramente a un lado—. No habrá castigo.
Pensé bien mis palabras antes de decirlas en voz alta, no quería cometer un error y que se sintiera irrespetado, aunque no por eso mentiría tampoco.
—Considero, por el momento, que es alguien autoritario, severo y estricto. Alguien sumamente difícil de agradar —él asintió, escuchandome con atención—. Pero soy lo suficientemente inteligente y… perspicaz como para poder sobrellevarlo sin problemas.
En ese momento me hubiera gustado saber en qué pensaba mientras me observaba con cierta nota de interés.
—Creo que es la primera vez que coincidimos en algo, señorita Van der Wedden.
Sus inesperadas palabras me provocaron una agradable sensación.
Entonces se levantó y tomó los papeles que quedaban en su escritorio antes de colgar en su hombro su portafolios.
—Lo veré en clases, profesor Blackwell —me despedí alejándome hacia la puerta.
Antes de salir le dí una última mirada y por un efímero instante noté cómo su mirada se alzaba en mi dirección. Una sonrisa tonta y de satisfacción se dibujó en mis labios mientras avanzaba por el corredor
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Profesor Blackwell
RomanceLa llegada del nuevo profesor de literatura provoca revuelo en la prestigiosa Universidad Worthington. Dueño de una belleza oscura que atrae las miradas y despierta el interés de muchas estudiantes y hasta profesoras. Y de una reputación estricta y...