Capítulo 2

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Geovani (mi supuestamente futuro suegro) y Derec habían estado desaparecidos desde ayer. Por lo tanto, me encontraba sola en la mansión, preparando unos deliciosos cupcakes.

Comencé mezclando la harina, el azúcar y los huevos en un bol grande. Mientras batía la masa, el aroma de la vainilla llenaba el aire. Justo cuando estaba a punto de añadir el chocolate, un ladrido repentino me hizo estremecer. Al girarme, vi a un perro de raza Rottweiler que se acercaba con una mirada intensa y ladrando con fuerza. El susto fue tal que la masa se me cayó al suelo.

-¡Brock! ¡Con ella no! -ordenó Derec desde la entrada, y sorprendentemente, el perro obedeció.

-¿Qué rayos hacías? -me reclamó Derec, observando el desastre que había causado.

-Solo intentaba hacer cupcakes, pero este monstruo me asustó -respondí mientras miraba la masa esparcida por el suelo.

-Se llama Brock... Vamos conmigo -dijo él con tono autoritario.

-Pero tengo que limpiar esto -protesté, sintiéndome un poco abrumada por la situación.

-¡Ese trabajo es de las sirvientas! -me gritó-. Vas conmigo y punto -me ordenó.

Mientras lo seguía, mis ojos se posaron en el jardín que nos rodeaba. Era un lugar impresionante, lleno de flores de colores vibrantes y arbustos perfectamente recortados. Rosales rojos y amarillos se alzaban orgullosos, mientras que una fuente en el centro del jardín emitía un suave murmullo de agua que creaba una atmósfera de paz. Sin embargo, esa tranquilidad se sentía fuera de lugar con la tensión que había entre Derec y yo.

Al final del jardín, había una puerta gigantesca, hecha de madera oscura y adornada con detalles en metal forjado. Derec la abrió con un leve empujón, revelando un espacio sorprendente. Detrás de la puerta se extendía lo que parecía ser un campo de tiro en medio del bosque.

-¿Qué hacemos aquí? -pregunté, mirando con incredulidad las armas alineadas sobre una mesa.

-Aprenderás a usar un arma -respondió, dándome una pistola, la única que realmente conocía.

-Jamás he tocado un arma en mi vida y no pienso hacerlo -repliqué, rechazando el objeto frío que me ofrecía.

-Escúchame bien, nena -dijo él con voz firme-. Esto no es cuestión de querer o no. Tienes que aprender a usar las armas porque los negocios de mi padre y los míos son muy peligrosos. Si algún día él y yo no estamos para defenderte, tendrás que hacerlo sola. Estas batallas no se ganan con fuerza, sino con fuego... -su tono era gélido-. Así que toma la miserable arma antes de que se me acabe la paciencia.

Tomé el arma en mis manos con cuidado..

-Primero aprenderás los nombres de las armas. -Señaló cada una de ellas-. Esa que tienes en la mano es una pistola Beretta, y aquí tenemos un revolver Smith & Wesson, un fusil de asalto AK-47, una escopeta Remington, y esta es una carabina M4.

Me guió hasta el centro del campo y luego me posicionó.

-Coloca tus pies firmes, ligeramente separados. Alinea la pistola con tu objetivo, mantén los codos rectos -me indicó, con una voz clara y autoritaria.

-¿Así? -pregunté, intentando seguir sus instrucciones.

-Sí, así.

Luego se posicionó detrás de mí. Cuando sus manos hicieron contacto con las mías, sentí una extraña conexión que recorría mi cuerpo. Era como si la energía de su presencia me envolviera, haciéndome sentir más segura, pero a la vez más vulnerable. Su cercanía era abrumadora y provocaba un torbellino de emociones en mí.

Cautiva del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora